“Hoy predomina la pelotudez de Dan Brown y la crónica podrida”
Conversación irreverente y sin tapujos en un tren camino de Gijón entre los escritores argentinos Guillermo Saccomanno y Marcelo Luján
“¿Eso graba? Probalo porque nuestras declaraciones son exclusivas”, dice Guillermo Saccomanno (1948, Buenos Aires) mirando con desconfianza al iPhone que porta el periodista, buscando acomodo para empezar la conversación con Marcelo Luján (Buenos Aires, 1973) en el tren de línea que nos lleva de Madrid a Gijón para asistir a la Semana Negra. Dos escritores argentinos, representantes de dos generaciones y dos mundos muy distintos pero con una misma obsesión, la literatura, y un objetivo: que sus libros sirvan para explicar algo, para despertar alguna conciencia. En una conversación desastrosa, en cascada, camaleónica, interrumpida por la megafonía del tren (paso por Valladolid) o por los revisores, Saccomanno carga contra el mundo y Luján matiza, entre risas.
Algo está pasando para que escribas una novela urbana y te salga muy negra Marcelo Luján
La novela negra está de moda en parte por su marcado carácter social pero ellos no terminan de subirse al carro. “Desconfío de las etiquetas”, asegura Saccomanno, que añade, primera en la frente: “En Argentina es muy difícil escribir una novela negra clásica, con un detective, porque todos los que pueden serlo han pertenecido de alguna manera a las fuerzas de la represión”. El discurso de Saccomanno se bifurca y se prolonga. Cuando para, Luján, rápido, tercia y mete el dedo en el ojo del maestro: “¿Después de eso le queda memoria al teléfono?”. “Prometo por lo que no tengo”, asegura muy serio el argentino afincado en Madrid para entrar en materia “que mi primera novela, La mala espera, (EDAF) la escribí como una novela urbana sobre inmigración en Madrid y fue leída como novela negra y ganó el premio Getafe Negro. Hay que explicar lo que pasa y si luego lo que sale es negro, verde o amarillo eso no importa. Algo está pasando para que escribas una novela urbana y te salga muy negra”.
¿Y qué está pasando? “Para nosotros esto no es una crisis, es una mierda a la que se tendrán que acostumbrar mucho tiempo. Pero esto va a generar motivaciones, sociales e individuales que se van a plasmar en los próximos años en la literatura española. Sobre todo en la generación nueva”, reflexiona el autor de Moravia (El Aleph). “A veces te tenés que comer la mierda del bote de la comida del gato porque no hay otra cosa para sacar algo en claro”, añade Saccomanno en su lengua directa y brutal. “El género negro gusta porque el mal atrae muchísimo”, concluye Luján.
Lo que pasa es que Argentina tiene una porción importante de la sociedad es clase media, y la clase media es fascistoide, va contra sus intereses y mira siempre a la clase alta Guillermo Saccomanno
Escritores a bordo de un tren que va camino de un festival literario, la pregunta siguiente, la de cómo se vive esa crisis desde el mundo editorial, es inevitable, pero tiene que esperar porque la fiesta verbal sigue. Saltamos a los problemas que se dan cuando una obra como Cámara Gesell, de Saccomano, editada por Planeta Argentina y finalista del Hammett que se falla este viernes, no se puede leer en España. “La literatura que está en manos de las grandes empresas multinacionales, que dividen para reinar, cada una con su pequeño quiosco cerrado en cada país”, explica Luján a su estilo. “Venden libros como podrían vender mayonesa”, añade Saccomanno al suyo. ¿Ejemplos de esta disfunción comercial? Marías. Y aquí, dejo la voz a los dos protagonistas:
- Luján: Es difícil encontrar a Marías en Argentina.
- Saccomanno: No, no, no. A Marías se le encuentra hasta en Disneylandia. Se lee mucho en Disneylandia.
- L: Hay muchos autores argentinos que no leyeron nunca a Javier Marías, que me parece el mejor escritor español vivo con diferencia.
- S: Con diferencia de...
- L: Con diferencia sobre el segundo. En mi opinión, ¿eh? Sé que tiene una puntuación escabrosa...
- S: ¡¡¡Me acabo de enterar de que tiene puntuación!!!
Los dos argentinos se miran, guardan el cuchillo y siguen diseccionando la realidad con bisturí, que mata igual pero con más estilo. “Fijate en las contradicciones”, comenta Saccomanno clavando la mirada en la moqueta del tren: “Soy muy amigo de los directores generales de Planeta o Mondadori. Pero muy amigo. Los conozco desde que eran cadetes de las editoriales. Y me dan un argumento : si no edito esto, refiriéndose a la comida chatarra, no puedo editarte a ti ni a fulano, que es una promesa. No podrían ni reeditar clásicos por los que no pagan derechos si no publicaran toda esta porquería de autoayuda. No podrían”.
Artesanos en busca de un lenguaje a la altura, los dos tienen clara la importancia de la búsqueda de una voz propia y cargan con fuerza contra la “lengua blanca” en la que escriben algunos para ser traducidos y triunfar. ¿Nombres? “Nosotros somos denunciantes pero no alcahuetes”, dice Saccomanno con una pizca de maldad. “Ahora, añade, “¿Te lo imaginás a Rulfo, a Guimaraes Rosa o a García Márquez escribiendo en lengua blanca?”. Luján, más de 10 años viviendo en España, explica cómo su primera novela estaba en argentino y las siguientes ya en una lengua híbrida, en “neutra que no blanca” y cómo los insultos, por ejemplo, se han ido españolizando.
Saccomanno vuelve a la carga: “Nos encontramos con que lo que predomina es la pelotudez de Dan Brown y las crónicas y biografías no autorizadas de políticos y vedettes que, por lo general, son carne podrida. Si la literatura se ha ido al carajo ha sido por culpa de los escritores y no de los editores”. Luján le reconviene entre risas: “Guillermo, así nos van a echar de todos lados. Tú lo tienes más fácil porque ahora te vas a Gessel y no te encuentran, pero yo me quedo”.
Hay muchos más temas en el recorrido de la conversación, por la que se cuela de manera inevitable la política argentina, la represión de la dictadura y la brutalidad de los años setenta y la visión de dos defensores de la labor de memoria histórica del kirchnerismo. “Pero sin camisetas, eso no quiere decir que sea el paraíso. Hay corrupción y muchas críticas que hacer”, avisa Luján. “No es sólo simbólico que Kirchner mandase quitar el retrato de Videla y que metan en cana a los cómplices civiles de lo que ocurrió. Lo que pasa es que Argentina tiene una porción importante de la sociedad es clase media, y la clase media es fascistoide, va contra sus intereses y mira siempre a la clase alta”. Un juego, triste y evocador, simbólico, para terminar. “Imagina”, dice Saccomanno, que los 30.000 muertos por la represión en Argentina fueran lectores”. “Desde luego”, siempre Luján al matiz “leían mucho más que algunos de los que se quedaron”.
Babelia
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