Luis y Luis: Berlanga y Buñuel
Los cineastas no solo compartieron nombre de pila, también trataron a menudo, desde una u otra óptica cinematográfica, parecidos temas en sus películas
Berlanga y Buñuel no solo compartieron nombre de pila. También trataron a menudo, desde una u otra óptica cinematográfica, parecidos temas en sus películas. Tanto el erotismo, como el fetichismo, las obsesiones sexuales y las referencias religiosas están presentes a lo largo de toda su filmografía. Pero ¿qué es lo que les une y qué es lo que les diferencia? ¿Tienen algo en común? ¿Imaginaban la vida y el comportamiento humano de la misma o de parecida manera? TCM Autor dedica los domingos de julio al cine de Luis Buñuel. Una excusa perfecta para comparar a los dos grandes luises del cine español.
La frustración sexual, según Luis Buñuel, es casi siempre la manifestación de una personalidad atormentada y trastornada. Lo vemos, sin ir más lejos, en la película Él, en la que el protagonista se ve envuelto en una espiral de celos y dudas que conducen a su completa ruina personal. Para Luis García Berlanga, en cambio, la represión sexual que viven sus personajes da pie, a menudo, a divertidas perversiones, como la colección de vello púbico que guarda como un tesoro el Marqués de Leguineche en Patrimonio Nacional.
La religión es para Buñuel una pesada carga que el hombre arrastra a lo largo de su vida y de la que casi siempre es imposible desprenderse. El don Lope al que dio vida Fernando Rey en Tristana puede servir como patrón. Berlanga, en cambio, utiliza la ironía y el sarcasmo para criticar la religión como método de control y manipulación. Los jueves, milagro es, seguramente, su mejor muestra.
En sus películas los dos cineastas retratan tanto a los poderosos como a los más desfavorecidos de la sociedad pero a menudo de manera distinta. Buñuel capta de forma magistral en Los olvidados las desigualdades sociales que se encontró en México, pero muy pronto prefirió centrar sus dardos en revelar la ambigüedad ética de la burguesía en títulos como El ángel exterminador o El discreto encanto de la burguesía.
Para Berlanga, en cambio, tanto pobres como ricos, incluso la clase media, tienen parecidos defectos y las mismas miserias morales. Lo podemos comprobar perfectamente en Plácido. Los dos cineastas, eso sí, denuncian con crudeza la caridad como una farsa que enmascara la verdadera justicia social.
Para ninguno de los dos cineastas la muerte es el tránsito a una vida mejor. Buñuel la presenta frecuentemente como el último misterio de la existencia humana, una especie de interrogante o de salto al vacío. Berlanga, como un acto absurdo, uno más, que están obligados a protagonizar los seres humanos.
Ninguno de los dos directores cree en el amor romántico. Para el maestro de Calanda la pasión humana y el enamoramiento es un camino torcido y sinuoso que tiene siempre varias caras, como podemos comprobar en Ese oscuro objeto del deseo, en la que un mismo personaje, el de Conchita, está interpretado por dos actrices diferentes: una más fría y distante, Carole Bouquet, y la otra más pasional y carnal, Ángela Molina.
El director valenciano va incluso más allá y hace que un respetable dentista, interpretado por Michel Piccoli, rompa su matrimonio cuando se enamora perdidamente de una muñeca hinchable en Tamaño natural. Solo ahí puede encontrar a la mujer perfecta que añora.
Y así los dos directores, uno desde el surrealismo y el otro desde la comedia, van desgranando en sus películas el complejo comportamiento humano. Algunas veces pisan terrenos comunes, otras se complementan, y en ocasiones siguen caminos opuestos. Pero su mirada es siempre aguda, certera y profunda. Una mirada que solo está al alcance de los grandes genios del cine.
Babelia
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