El dinero perdido en el PIB, nueva estrategia para defender la propiedad intelectual
Expertos en economía digital, escritores y editores debaten en las Jornadas sobre Propiedad Intelectual. Reclaman más armonización y firmeza a Europa, campañas de pedagogía con el público
¿El dinero tendrá la clave? Los derechos de autor, la protección de la propiedad intelectual, no solo beneficia a los creadores, ni es una defensa de ellos, sino a toda la cadena de valor de la creación respectiva hasta que llega al público, y especialmente al Estado porque contribuye al Producto Interno Bruto del país. Esta es la cara B de este debate que desvela al mundo de la cultura y las industrias culturales debido a la revolución que ha generado la espiral vertiginosa de Internet. Pero, ahora más que nunca, "el consumidor debe poner de su parte para que la cultura siga", según Antonio Muñoz Molina
La estrategia del dinero, de lo que un Estado y un país dejan de percibir si permite la destrucción de modelos creativos y de negocio, es la penúltima forma en que los expertos del sector buscan reconducir el debate en Europa. La experiencia de Reino Unido, según Ian Hargreaves, profesor de economía digital en la Universidad de Cardiff y asesor del primer ministro británico David Cameron, va en esa dirección. Si su decálogo de recomendaciones se cumpliera, en dicha dirección, afirma el experto, su país crecería entre un 0,3% y un 0,6% del PIB, es decir unos seis mil millones de euros. Este análisis lo hizo en la Jornada sobre Propiedad Intelectual, organizada en Madrid por el Centro de Estudios Garrigues. Un debate sobre propiedad intelectual en el entorno de Internet en el que participaron Antonio Muñoz Molina, escritor y premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013; Nuria Cabutí, consejera delegada del grupo Random House Mondadori; Carlos Biern, de BRB Internacional; y Carolina Pina, socia de Propiedad Intelectual e Industrial del despacho Garrigues.
Las diferentes intervenciones condujeron al tema del dinero, además del valor de la creación como aporte al desarrollo cultual y del ser humano. Explicaron que sin garantizar los derechos de autor no solo pierde un creador y la industria que está detrás sino que el país pierde en crecimiento económico. “En Europa vamos tarde y colonizados por Estados Unidos en estas cuestiones”, resumió Birn. Hay una necesidad urgente, alertó Cabutí, de paliar y contrarrestar el fraude de la piratería.
Los cambios, según Carolina Pina, deben estar dirigidos a una mayor seguridad jurídica (hay muchos casos que no están claros) con el fin de que el emprendimiento no conlleve tantos riesgos, establecer leyes sencillas que se puedan cumplir, reducir costes y armonizar la Propiedad Intelectual y la Unión Europea.
Educar a la ciudadanía y crear pedagogía en estos aspectos es el otro tema en el cual coincidieron los conferenciantes. Explicar mejor a la gente que no se trata de si una persona, el autor, gana o no dinero con su obra, sino que hay una serie de personas que trabajan para que ese producto llegue a la gente con la calidad merecida. “La sociedad está confundida”, advirtió Carolina Pina, “no percibe bien qué es lo que pretende proteger la propiedad intelectual”.
El caso de España es único, y agudizado, respecto al resto de Europa. Las descargas ilegales son mayores, solo en libros se calcula que en 2012 se habría dejado de percibir tres mil millones de euros. “Cuando se dice defender a los creadores”, afirma Muñoz Molina, “lo específico del debate en España es su bajeza, porque durante años la clase política promulgó la demagogia de lo gratuito”. Recordó, también, que este es un país con “una larga tradición de desprecio con todo aquello que tiene que ver con la propiedad intelectual. Del desprecio por el saber, por el conocimiento a la hora de tener prestigio público”, Según el autor de obras como El jinete polaco o Sefarad, la deriva que ha tomado esta actitud hacia el saber es igual en la gente conservadora o de izquierdas, en los primeros porque quien tiene conocimiento es sospechoso de “tener ideas", como algo negativo; y en los segundos por que son sospechosos de elitistas. “En España”, advierte Muñoz Molina, “la inteligencia y la creación se mueven en un punto de vista muy difícil”.
Al margen del dinero que reciben o dejan de recibir los autores, las personas que trabajan para ese producto y el Estado, para Muñoz Molina hay un tema más profundo y delicado: “La sociedad, el consumidor tiene que reflexionar sobre si aquello que le interesa quiere que siga existiendo y si es así tendrá que contribuir. El consumidor debe poner de su parte para que la cultura siga. No hay que confundir libertad con gratuidad. La libertad cuesta dinero”.
Babelia
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