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CRÍTICA: 'LA LAPIDATION DE SAINT ÉTIENNE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El cuerpo y las ausencias

Una película de delicado entramado estilístico, poderoso sustrato dramático, sutil aliento poético e intachable universalidad

El protagonista de 'La lapidation de Saint Étienne'.
El protagonista de 'La lapidation de Saint Étienne'.

“Señor, no les tomes en cuenta este pecado”, cuenta la tradición que dijo San Esteban, protomártir de la Cristiandad, mientras sus verdugos le lapidaban y el futuro San Pablo velaba por las ropas de los agresores. Étienne, el anciano protagonista de esta película tan dura como firme en el dominio de sus registros expresivos, también sufre un martirio que la cámara de Pere Vilà i Barceló registra de manera implacable, sin rendirse a ningún tipo de sentimentalismo, pero, también, sin caer en el tremendismo morboso. Un equilibrio que no tiene que ser subestimado: el veterano Lou Castel y el joven cineasta no escatiman ninguna arista desagradable en el viacrucis de este anciano que se ve obligado a arrastrarse, sin su bolsa fecal, por un piso convertido en caótico museo de la memoria, ante la incapacidad de ver de sus vecinos y la calculada gestión del rencor de la propietaria de su piso.

LA LAPIDATION DE SAINT ÉTIENNE

Dirección: Pere Vilà i Barceló.

Intérpretes: Lou Castel, Marie Payen, Luis Rego, Elsa Toro.

Género: Drama. Francia-España, 2012.

Duración: 83 minutos.

La lapidation de Saint Étienne no habla sólo del desamparo de la vejez, de ajustes de cuentas familiares o de mobbing inmobiliario, sino que proyecta sus intenciones mucho más lejos, construyendo una película de delicado entramado estilístico, poderoso sustrato dramático, sutil aliento poético e intachable universalidad: en el fondo, Vilà habla del pulso entre presencias y ausencias y de la necesidad –y, casi, la urgencia ética- de velar por la memoria –aunque esta sea lacerante- y de guardar duelo, por lo íntimo, lo afectivo, pero también por lo colectivo, por los traumas heredados de la Historia. Que el cuerpo crepuscular de Castel ocupe el centro del discurso es un gesto consecuente: el peso de ese cuerpo enfermo encuentra su correspondencia en las fantasmagorías que lo rodean, en forma de radiografías, diagnósticos y gráficos médicos de las personas amadas ausentes.

En La lapidation de Saint Étienne, su segundo largometraje, Vilà se revela un autor completamente formado: antes ha habido un buen número de cortos como Els peixos del riu Leteo (2005) o Sabi (2012) que establecen lazos de gran coherencia temática con este nuevo trabajo, al tiempo que ilustran un trayecto de progresivo afinamiento formal desde un primer largometraje, Pas a nivel (2007), realizado prácticamente a la intemperie de las convencionales condiciones de producción industrial. Decir que Pere Vilà es una de esas jóvenes promesas a las que conviene seguir la pista sería caer en irredimible pecado de condescendencia: he aquí a un director hecho y a una película tan sólida, tan segura en el manejo de sus diversos registros –brillan tanto la intensidad dramática de la conversación con el hermano como los abundantes silencios-, que no queda otro remedio que rendirle todos los respetos.

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