Huppert en su laberinto

La presencia de Isabelle Huppert en el reparto ha convertido a En otro país en la primera película del más afrancesado de los directores coreanos, Hong Sangsoo, que se estrena en las salas comerciales españolas. Sangsoo, no obstante, no debería ser un completo desconocido para el cinéfilo local: hace unos años, el sello Intermedio editó un cofre de 5 dvd –que hoy tendría que estar disponible en todas las mediatecas- donde se recogían cinco largometrajes del autor, que permitían formarse una cabal ideal del estilo y las estrategias narrativas que han llevado al autor de películas como La mujer es el futuro del hombre (2004) y Un cuento de cine (2005) a ser considerado el Rohmer coreano, etiqueta no del todo justa en la medida en que parece anteponer el mimetismo a la acusada identidad de un creador con discurso propio. Quizá quien se acerque a su cine con cierta mirada tan purista como nostálgica se soliviante ante los poco elegantes reencuadres que Sangsoo efectúa con su cámara digital, con aparente desdén por el acabado formal: basta entregarse a cualquiera de sus películas para relativizar la importancia de ese supuesto error ortográfico frente a la complejidad y sutileza de su mirada sobre lo humano y la asombrosa capacidad del autor para construir laberintos narrativos con los mínimos recursos. Las derrotas de la madurez, las negociaciones entre lo masculino y lo femenino y la melancolía cotidiana en un presente entendido como cementerio de paraísos perdidos son algunos de los temas que recorren su filmografía.

En otro país convierte a Isabelle Huppert en tres personajes distintos –una directora francesa, una esposa infiel y una mujer abandonada- que recalarán en un mismo hotel costero en el curso de tres historias sucesivas que jugarán con la repetición, la confluencia de un mismo repertorio de secundarios y los ecos de diálogos idénticos y situaciones ligeramente divergentes. La película es un purísimo Sangsoo y la Huppert parece tan entregada a jugar libremente con el cineasta que, en una escena onírica, llega a alcanzar la excelencia en algo que tiene que resultarle tan complicado como el difícil arte de actuar mal. Es posible que Sangsoo no lo tuviera presente, pero la película bien podría ser la respuesta sofisticada a esas películas italianas de sketches de los 60 y 70, como Las brujas (1967) con Silvana Mangano, que giraban alrededor de los arquetipos femeninos para cuestionarlos y desmontarlos.