Un talento como no se había visto en Cannes
El tunecino Abdellatif Kechiche sorprende con las tres horas mágicas de 'La vida de Adèle' 'Nebraska', de Alexander Payne, es otra seria candidata a la palma de Oro
Llegó el día grande en Cannes, y llegó la película sorpresa, esa que vive escondida en la programación y te pega el zarpazo en el alma. De Abdellatif Kechiche se habían estrenado en España La escurridiza, o cómo esquivar el amor y Cuscús. Tunecino criado en Niza, a una hora de Cannes, sus trabajos demostraban sapiencia a la hora de hablar de adolescentes, pero no parecía esconder en sus entrañas una bomba como La vida de Adèle, tres horas mágicas, el descubrimiento de una adolescente de su lesbianismo, y su relación posterior con una pintora.
La película acompaña a la pareja en su proceso de madurez y degradación, con un talento como no se ha visto en este festival, gracias a sus dos protagonistas: Adèle Exarchopoulos, actriz infantil que ha ido creciendo –y cómo en la pantalla- y Léa Seydoux, joven veterana, francesa de la que hemos visto en España todos sus trabajos, y también su salto a Hollywood con Robin Hood, Misión: Imposible. Protocolo fantasma o Malditos bastardos. Si ya de por sí la película podía ser fascinante, en su interior esconde las secuencias sexuales lésbicas más descriptivas y largas que uno recuerda. Kechiche logra con ese sexo salvaje erradicar el morbo de lo visto, poner las cosas en su sitio: son dos mujeres enamoradas follando, chocando sus cuerpos en arrebatos de deseo.
Adiós al morbo, viva la carne y la realidad. Kechiche arranca el filme con una lectura en voz alta del libro de Marivaux La vida de Mariana, y así ha empezado la rueda de prensa: “Es uno de los libros que releo todo el tiempo. En realidad me gustaría seguir mencionando a Marivaux en mis películas”. Aunque la base del guion no es Miravaux, sino un cómic: “Se desarrolla en los noventa, en un momento de gran militancia homosexual. Yo preferí centrarme en los encuentros entre ellas, y olvidarme de posibles mensajes”.
Rápidamente sin embargo la rueda de prensa pasó a las secuencias sexuales, y en cómo las preparó el director: “No es algo que habláramos mucho. Empezamos a buscar la imagen adecuada, trabajamos como un fotógrafo buscando la foto en los primeros planos. No me gusta que la cámara esté demasiado cerca”. Exarchopoulos cuenta que el truco –en un rodaje que duró cuatro meses- estaba en la confianza: “Confié en Abel y olvidé hasta el número de tomas o dónde estaba la cámara. Y nos rodaba cuando no nos dábamos cuenta o al revés, actuábamos y él apagaba la cámara. Fue una cuestión de confianza. En general en toda la película improvisamos y hablamos mucho. Nos sentimos muy libres”. Seydoux por su parte explicó: “Tengo una especial relación con la cámara porque soy muy tímida. Me gusta trabajar en proyectos realistas, como este, y como a Adèle, olvidé donde se ponía la cámara”. El sexo, según Kechiche, “se rodó como quisimos, y así emergiera la idea de belleza”. “La sensualidad es muy difícil de capturar en un filme. Así que jugamos, actuamos. Construimos juntos los personajes”.
¿Habrá cortes en la película para posibles ventas internacionales? “Mi filme está diseñado para expresar algo muy artísticamente. Creo en el cine como una pieza de arte. Claro que hay que pensar en la parte financiera. Yo creo que hay en todo el mundo una gran tradición de respetar al autor. No vamos a discutirlo con los distribuidores, pero habrá que llegar a acuerdos si por una secuencia no se puede estrenar en un país”. A su lado, el productor aclaró que ya está vendida a casi todo el mundo (tiene un 10% de producción española, con lo que sí tiene garantizado el estreno en España), “y nadie de los que la han comprado nos ha dicho nada”.
Las dos actrices contaron que han rodado tanto, que con el material sobrante se podría estrenar otra película, y que están disponibles si Kechiche vuelve a los personajes, porque la película se subtitula Capítulos uno y dos. “Me gustaría volver a los personajes otra vez con el tiempo, tipo dentro de 10 años, y descubrir hacia dónde han encaminado sus pasos”, remató Kechiché en una rueda de prensa más bien sosa.
La otra película de la jornada era Nebraska, de Alexander Payne, el director de Los descendientes, Entre copas o Election, y que vuelve al mundo de los ancianos que ya retrató en A propósito de Schmidt. Su poderoso blanco y negro sirve como marco de una historia de padres e hijos, en concreto del recorrido, atravesando dos estados, que hace un vendedor de equipos musicales cuando su padre, con inicio de demencia senil, se pone farruco porque quiere cobrar una lotería en la que al parecer le han tocado un millón de dólares, y que obviamente es un timo. Hasta llegar a Lincoln, en la Nebraska del título, deben parar en el pueblo natal del padre (interpretado por un soberbio Bruce Dern) y encarar todo lo dejado atrás. Poética, emocionante, Nebraska crece según avanza su metraje, y tanto ella como La vida de Adèle se han convertido en serias candidatas a la Palma de Oro.
En la rueda de prensa, Payne ha arrancado por la ausencia de colores: “Me parecía lo correcto para una historia así, siempre la vi así, y puede que la vida de ellos sea así”. En su recorrido, la América profunda que se muestra es ingrata, está hundida en la crisis. “La película está hecha en el tiempo que está hecha. Recibí el guion hace nueve años y ya tenía esa melancolía habitual en mis trabajos. Me alegro de haber tardado tanto en rodarla –necesitamos además un año para las localizaciones y encontrar el reparto adecuado- porque así hemos proyectado una dura vida privada en un momento duro de la sociedad actual. Son tiempos de depresión, y puede que eso también empujara al blando y negro. ¿Saben? La acabé el pasado viernes. Sospecho que el viento de la sociedad empuja en ese sentido. Hemos disfrutado una combinación entre lo que provocamos y lo que Dios nos puso allí”. Dern, a sus 76 años, bañó en alabanzas a Payne. “Me han dirigido grandes directores, aunque solo un puñado de genios: Hitchcock, Coppola, Kazan, Tarantino y Payne. Alexander es un tipo que se arriesga, como hacía Kazan. Esos personajes son… soldados de su tiempo. Son gente que aún se cree las cosas que les cuentan. He hechos muchas películas [movies], pocos filmes [films en inglés, para darle la relevancia de arte]. Y la diferencia está en la cámara, y en la confianza. Todos los días Alexander hacía algo que nunca se ha hecho hasta ahora en la historia del cine”. Dern también explicó: “Primero pregunta por educación Y luego avanza. Te dirige como si no te dirigiera. Y otra cosa, creo que es la primera vez en mi vida que no he improvisado ni una línea del guion”.
El director comparó a Jack Nicholson y a Dern en su forma de trabajar: “Lo hacen igual. Hablamos mucho antes del rodaje, y así cuando llegó la filmación fue muy fluida”. Y recordó que hacía años ya rodado con su hija, Laura Dern, presente en primera fila, y que ambos eran iguales: “Hacen todo lo que les pides”. Por cierto, Bruce Dern se burló varias veces del estilo desaforado de la interpretación de Nicholson.
Volviendo al blanco y negro, Payne confesó que volvió a ver The last picture show, “y otros títulos en blanco y negro de la era moderna. La de Bogdanovich tiene, es cierto, un aroma cercano a la mía. Aunque la película que más he veces he visto en mi vida es El regreso. Me rompe el corazón”. Esa apuesta formal fue compleja de aceptar: “Discutí con el estudio por el dinero, sí. Hubiera sido más barato en color, aunque no me hubiera sentido cómodo. El problema son las ventas por televisión”. El cineasta procede del estado de Nebraska, hecho que agradeció: “Si no hubiera nacido allí, es casi seguro que no me hubiera llegado el guion. Y me encanta que el guionista encontrara esa conexión conmigo”.
Antes de acabar, dos preguntas rápidas para Payne. Primero por la piedad que emana la película. “Me encanta la idea de que el hijo le quiera dar dignidad a su padre. Porque sé por los míos que con la edad se reduce la dignidad”. Y segundo, por los andares del personaje de Bruce Dern. “Claro que lo trabajamos mucho. Volvamos al inicio del cine: Chaplin, Harold Lloyd, y recordemos cómo caminaban sus caracteres. Me gusta mucho fijarme en los andares, porque siento que fundamentan bastante cualquier personaje”.
Babelia
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