Pasolini y Roma, historia de amor
Barcelona acoge una gran exposición sobre la relación del cineasta y la ciudad La muestra del Centro de Cultura Contemporánea reivindica la figura del director
El joven efebo levanta la pierna y exhibe el sexo ante los visitantes. Es una réplica de uno de los cuatro muchachos de bronce de la Fontana delle tartarughe, la Fuente de las tortugas, de la Piazza Mattei de Roma. Recién llegado a la capital, Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) escribió de esas esculturas “relucientes, locamente brillantes” que “penetran la noche con su desnudez”. Ahora el chaval está situado encima de unas vitrinas en las que se muestran elocuentes cartas del escritor y cineasta sobre su homosexualidad. Jovencito y misivas son parte de la extraordinaria exposición Pasolini y Roma inaugurada ayer en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y consagrada a mostrar las profundas relaciones entre el creador y la ciudad, entendidas como una verdadera historia de amor, y a reivindicar la figura de uno de los grandes intelectuales de la Europa de la segunda mitad del siglo XX.
“Roma no es un decorado en la vida y la creación de Pasolini sino absolutamente central”, señaló ayer Alain Bergala, comisario con Gianni Borgna y Jordi Balló de la exposición. “Fue un encuentro pasional con todas las fases de la relación amorosa, el rechazo, la pasión, el desamor, el reencuentro. La relación de Pasolini y Roma nos habla de todo lo que constituye la esencia de Pasolini: la amistad, el sexo, el amor, la poesía, el cine y el análisis político. Pasolini fue transformado por Roma y a la vez transformó el imaginario de la ciudad”.
Borgna, que fue amigo de Pasolini (“una persona gentil, paciente, con gran vocación pedagógica, empeñado en el diálogo y el razonamiento, de opiniones fuertes, duro en el juicio pero sin alzar la voz”), recalcó que Roma es “la metáfora de su trayectoria”. Lo recordó como “poeta filósofo” y destacó su coraje intelectual y su empeño en decir la verdad. “Pasolini está vivo, aún nos habla con su desesperada vitalidad”.
La exposición (hasta el 15 de septiembre) es una operación cultural de inmenso calado, un proyecto europeo originado en el CCCB y al que se han sumado la Cinématheque Française de París, el Palazzo delle Esposizioni de Roma y el Martin-Gropius-Bau de Berlín (lugares donde se verá luego la exhibición). Es virtualmente imposible explicar en toda su extensión el abrumador contenido de la muestra, de una riqueza documental que deja boquiabierto, y llena de sorpresas y detalles emotivos. En la sala de exposiciones del centro barcelonés se exhiben dibujos de Pasolini (entre ellos sus famosos autorretratos), obras de arte (hay un De Chirico), cartas, originales de sus escritos, el story board de Accattone, su primer filme (1961); fragmentos de películas, grabaciones sonoras, fotografías (algunas familiares y muy íntimas, como las de su hermano Guido, muerto como partisano en 1945) y objetos (su Olivetti lettera 22).
Entre lo muchísimo a destacar, las cartas originales cruzadas con Godard, las tristísimas que escribió tras la ruptura con su actor fetiche y amante Ninetto Davoli, el gran amor de su vida (“Ninetto è finito”), En un monitor aparece un joven Bertolucci explicando la anécdota de su primer encuentro con Pasolini (con el que luego se iniciaría en el cine como ayudante de dirección de Accattone): Pasolini iba a visitar a su padre, Attilio Bertolucci, afamado poeta, y Bernardo ¡lo confundió con un ladrón!
La exposición marca un itinerario cronológico, desde la llegada de Pasolini y su madre a Roma en 1950 en tren (se accede a la exhibición por un espacio oscuro que sugiere un túnel), una verdadera huida tras la denuncia en Ramuscello, en su Friuli natal, de haberse dejado masturbar por un jovencito en una fiesta campestre, y el escándalo subsiguiente que le supuso que le dieran por derecha e izquierda y la expulsión del Partido Comunista de Italia (PCI). En Roma, empieza el idilio con la ciudad por lo más bajo: el subproletariado de las borgatas, los suburbios, la sexualidad libre e inmediata de los chavales del arroyo, los santos inocentes marginados, el lenguaje romanesco... un mundo que nutrirá su vida y su creación.
Seguiremos a Pasolini en su ascenso entre la intelectualidad romana, sus amistades (Laura Betti, Fellini, la Callas, Moravia), sus amores, sus primeras películas, las grandes producciones, los numerosos procesos, hasta su asesinato, aún no esclarecido, en noviembre de 1975 junto a la playa de Ostia. Una muerte que, recalca la exposición, privó al mundo de un artista en pleno auge creativo. “Dentro de una viva luz: manso, violento revolucionario/ en el corazón y en la lengua. Un hombre florecía”.
‘Novecento’ contra ‘Saló’: resultado, 5-2
La exposición exhibe un Millecento con matrícula de Roma en cuyo parabrisas se proyectan imágenes de la película-encuesta del cineasta sobre el sexo, Comici d'amore.
Se puede escuchar grabada la discusión entre Pasolini y Anna Magnani durante el rodaje de Mamma Roma (1962) en la que la actriz reprocha al director que le dé instrucciones como si fuera uno de los actores no profesionales ("ridi, Anna"). El visitante sigue el diálogo acodado en el marco de una ventana.
En una vitrina se recuerdan la visitas de Pasolini a Barcelona, su paseo por el cementerio de Montjuïc donde puso flores en las tumbas de Durruti, Ascaso, Ferrer i Guàrdia y Companys. La exposición subraya la defensa del cineasta del catalán.
Puede verse una filmación del partido de fútbol que jugaron los equipos de rodaje de Saló y de Novecento (ganaron los segundos 5-2).
Babelia
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