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OBITUARIO

César Portillo de la Luz, fundador del ‘filin’ cubano

Fue el creador de 'Contigo en la distancia', un hito de la música latinoamericana

César Portillo de la Luz, durante una visita a Madrid en 1999.
César Portillo de la Luz, durante una visita a Madrid en 1999.CRISTÓBAL MANUEL

Iba a cumplir 91 años el próximo mes de octubre, pues era de esa estirpe de músicos cubanos cuya longevidad es proporcional a su talento, pero a diferencia de figuras como Compay Segundo o Bebo Valdés, a quienes el reconocimiento les llegó en el invierno de su vida, a Cesar Portillo de la Luz, fallecido el pasado sábado, el éxito se le apareció pronto. Tan temprano como en 1946, cuando aún era pintor de brocha gorda y apenas se iniciaba profesionalmente en la música, y con solo 24 años compuso Contigo en la distancia, canción de amor que se convirtió en símbolo del movimiento del filin y que es conocida hoy en el mundo entero, con un centenar de versiones ilustres en su pedigrí, una de las primeras realizada por Nat King Colle en los años cincuenta y a partir de ahí lo que uno quiera. Pedro Infante, Plácido Domingo, Lucho Gatica, Caetano Veloso, Luís Miguel y hasta la Orquesta Filarmónica de Londres grabaron sus versos llenos de armonía y lirismo, “…no hay bella melodía / donde no surjas tú, / ni yo quiero escucharla / si no la escuchas tú...”, tan profundos como sencillos.

La RCA Victor registró por vez primera una versión de Contigo en la distancia en 1947, y después el tema apareció en la película mexicana Callejera, que lo dio a conocer en Latinoamérica. Luego de aquel comienzo vinieron otras muchas canciones y no pocos éxitos —Noche cubana, Perdido amor, Vuelve a vivir, Sabrosón—, aunque ninguno pudo medirse con Contigo en la distancia hasta que apareció Tú, mi delirio (1954).

Sin duda, estos dos temas fueron los grandes emblemas de su trayectoria, hasta el extremo de que su fama superó la del propio autor. Pero la influencia de César Portillo de la Luz en la canción cubana fue mucho más allá, al convertirse el cuerpo de su abultada obra —y él mismo con su singular personalidad— en parte del imaginario del feeling, o filin, dicho en cubano, que no es otra cosa que decir y expresarse con sentimiento.

El movimiento del filin surgió abrigado en la bohemia habanera y en los ambientes trovadorescos, donde la guitarra es compañera habitual de la voz y la poesía, y transformó la forma de decir e interpretar la canción cubana bajo la influencia armónica del jazz. Fue Portillo de la Luz, junto a figuras como José Antonio Méndez, Ñico Rojas, Aida Diestro, Elena Burke, Rosendo Ruiz (hijo) y el pianista Frank Emilio, quienes alimentaron el nuevo género a partir de la segunda mitad de los años cuarenta, al sacudir las viejas maneras de la trova y conectar con el público a través de la emoción.

El grupo se dio a conocer en centros nocturnos como el cabaré San Souci o el Pico Blanco, del Hotel St. John, en momentos en que las grandes charangas y orquestas populares copaban los escenarios de la capital, pero ellos lograron consolidar un espacio propio de creación que llegó a ser muy admirado y respetado por su autenticidad.

Si el filin fue un movimiento renovador, dentro del mismo Portillo de la Luz fue una voz singular que destacó por el modo de interpretar el bolero, con fuertes resonancias jazzísticas —fue un gran admirador de Stan Kenton, Glenn Miller y Duke Ellington—, y también por la inconfundible elaboración poética de sus composiciones, con un lirismo siempre unido a un gran sentido armónico.

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