El perfume de la inmortalidad museística
Una exposición recrea en París el universo que inspiró a Coco Chanel la creación de su Nº 5
“El Nº 5 es mucho más que un perfume, es un manifiesto abstracto, un objeto de culto, la creación que reúne la historia artística y cultural de Francia”. Eso dice, lleno de entusiasmo, Jean-Louis Froment, historiador del arte y comisario de la exposición Nº 5 Culture Chanel, que se puede ver hasta el 5 de junio en el palacio de Tokio de París. La muestra, minimalista y exquisita, propone un paseo por la época y la vida legendaria de la modista Gabrielle Coco Chanel (Saumur, 1883-París, 1971), símbolo y origen de la elegancia francesa, que una vez dijo: “Las modas pasan, lo que queda es el estilo”.
El viaje al universo secreto, artístico y comercial del Nº 5 empieza por un jardín vertical del siglo XIX y termina en un taller que desvela la fórmula del perfume. En el camino, el visitante conoce el orfanato cisterciense donde se crió Chanel (y donde tomó las formas puras de sus diseños y la doble C del logotipo de la casa); el París de los felices años veinte, y el Nueva York de los cincuenta y sesenta, cuando Marilyn Monroe lanzó —durante una entrevista en Japón— aquel eslogan imbatible (“Para dormir solo me pongo unas gotas de Nº 5, y nada más”), y Warhol actualizó la imagen del perfume que todavía hoy es uno de los más vendidos del mundo.
Hija de Albert Chanel, un vendedor más errante que ambulante siempre perseguido por la policía, y de una costurera que murió de tuberculosis a los 33 años, Gabrielle descubriría la literatura, la moda, Venecia, el arte y el esoterismo gracias a José María Sert y a Misia, y a su primer amor, Arthur Boy Capel. Antes de morir en un accidente de tráfico, en 1919, el dandi ayudó a la cabaretera de provincias (el apodo Coco le viene de su canción: Qui qu’a vu Coco dans le Trocadéro?) a conocer el huracán de las vanguardias parisienses.
Chanel fue cómplice, inspiración o musa de los mejores artistas de su época, pero el entorno en el que nació el Nº 5 es romanticismo puro. Estamos en 1921, y encarga a Ernest Beaux un perfume para rendir tributo a Capel. Le pide “una mezcla abstracta, única y suntuosa”, y añade: “Un perfume inimitable, un perfume de mujer con olor a mujer [...], un perfume artificial, preciso, artificial como un vestido, es decir, fabricado”.
Beaux mezcla jazmín, flor de cananga, iris y otros 80 ingredientes, entre ellos gran cantidad de químicos sintéticos, los aldehídos, y “rastros de limón sobre fresas. Es un líquido no figurativo, abstracto, exótico, y su éxito consiste en que no se puede definir”, apunta Froment. Chanel le añadiría el “frasco minimalista, parecido al del alcohol ruso”, lo bautizaría Nº 5 (por ser la quinta propuesta de Beaux) y lo metería en una caja rectangular, blanca con ribetes negros. “El conjunto es elegante y dadaísta, austero y barroco a la vez. Las formas puras y simples del envase sintetizan el estilo”, explica Froment en el primer piso de la joyería de Chanel en la plaza Vendôme.
“Durante sus primeros meses, el Nº 5 fue un perfume secreto, hecho para ella misma”, añade el comisario. “Pero en 1922 la economía de la casa de costura se complicó, y en 1924 empezó a distribuirse: en América”, añade Froment.
Creado en 1921, al principio fue un aroma secreto para uso exclusivo de Chanel
La exposición narra en tres largas filas rectangulares de vitrinas, transparentes como el frasco, la historia de la diseñadora, el perfume y el arte que le acompañaría hasta su muerte. La escenografía es exquisita y sobria: todo, incluso los dibujos de Picabia y Picasso o dos cuadros que Warhol dedicó al Nº 5, se exhibe encapsulado. La microhistoria se cuenta con cartas, notas, collages, fotografías y dibujos, un manuscrito de A la sombra de las muchachas en flor, objetos y anuncios que bucean en el lado chicy misterioso de una mujer adelantada a su tiempo, en los lugares que amó, y en los vínculos muy personales que tejió con artistas como Stravinski (su amante) o Diaghilev.
De su pasión por Venecia y Catalina de Médicis a la astrología, la religión y las flores. De las películas caseras de apariencia surrealista al primer anuncio del perfume, publicado en la revista Harper’s Bazaar en 1937, la invención de Coco Chanel conduce al visitante hasta la incipiente sociedad de consumo y la cada vez más próspera industria francesa del lujo y la estética, a través de las divas que han usado y vendido el Nº 5: Catherine Deneuve, Carole Bouquet, Nicole Kidman, Audrey Tautou... Hasta Brad Pitt, el primer macho imagen del perfume.
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