Boris Vian, el desertor de la ‘chanson’
Creador múltiple, la obra musical del artista vuelve a un primer plano con el proyecto discográfico 'L’écume des nuits' reúne jazz, 'chanson' e intérpretes diversos Coincide con el estreno de la adaptación de su novela 'La espuma de los días', por Gondry
La vida de Boris Vian está envuelta en un sinfín de historias y anécdotas inmortales. Hasta su muerte ha querido quedar unida a la leyenda. Durante una proyección privada de la adaptación de su novela, J’irai cracher sus vos tombes (Escupiré sobre vuestra tumba), se dice que fue tal el malestar que le produjo la traslación de su novela a la pantalla que acabó desencadenando un fulminante y mortal ataque de corazón. Boris Vian tenía 39 años y entre otros currículos profesionales, a parte de la profesión de ingeniero y virtuoso de la trompeta jazzística, legaba un testamento literario, novela, poesía, teatro, música, crítica, cabaret, ópera y un cancionero, provocador y sensible, que había alimentado a algunos de los representantes de la llamada Chanson Rive Gauche, y que acabará dejando un rastro coloreado por artistas como Magali Noel- la exuberante y felliniana Gradisca de Amarcord-,Henri Salvador, Serge Reggianni, Mouloudji, Juliette Gréco, Yves Montand , Petula Clark, Joan Baez, y que llega hasta nuestros días con los tributos de un Andy Chango o un Benjamin Biolay poniéndose el disfraz de dandi insolente cantando Je suis snob.
Autor e intérprete de títulos tan dispares como Le deserteur, proclama antimilitarista que le valdrá las iras de la censura y de la derecha en los años de la guerra de Indochina o Je bois, declaración amorosa de principios etílicos, Boris Vian construye en un breve periodo de tiempo un cancionero, se estima en cerca de 500 canciones, mientras deambula con curiosidad e insolencia por los más diversos géneros musicales. Parte de este legado está recogido ahora en los tres volúmenes que acaba de publicar Universal Music France con el titulo L’écume des nuits, que nos revela con fuerza la figura y la obra de este creador que iluminó a la vez que desacralizaba la escena cultural de la Europa de postguerra.
En el paisaje de la bohemia existencialista de Saint-Germain-des-Prés, Boris Vian ejerce como el exquisito performer de las veladas musicales del Tabou, uno de los locales estrella del itinerario existencialista y la protagonista de Bonjour tristesse. Boris Vian actúa de guía de músicos heterodoxos como Miles Davis, Charlie Parker y otros rebeldes del jazz. Esta faceta como crítico y promotor de jazz ha quedado recogida en el proyecto discográfico con la reedición del volumen Panorama du jazz, una antología realizada por Vian en el sello Philips en los años cincuenta , en su etapa de director artístico y que incluye a músicos como Coleman Hawkin, Count Basie o Duke Ellington, uno de sus grandes ídolos.
En otro cabaret del Paris de la postguerra, Les Trois Baudets, Vian entra en contacto con otro personaje que será fundamental en su trayectoria creativa: Jacques Canetti, hermano del futuro Premio Nobel y autor de Las voces de Marrakesh, Elias Canetti. Promotor musical y director artístico, Canetti le empuja al escenario como intérprete de sus propias canciones. Entre los espectadores se encuentra Serge Gainsbourg, que también da sus primeros pasos profesionales y que recordará el debut musical de Vian “como una alucinación”. Sin apenas concesión ni comunicación con el público, Vian transforma su timidez y su angustia – el famoso “trac”- en una elegante distancia y frialdad sobre la escena. Parte de este Vian, intérprete y creador, también ha quedado reflejada en uno de los volúmenes que incluye el triple álbum L’ècume des nuits. Es el Vian que canta temas como Les joyeux bouchers, La java des bombes atomiques o la Complainte du progrès, composiciones que ponen de manifiesto su papel de renovador heterodoxo y disidente de la canción europea de posguerra. Como curiosidad, el volumen incluye un tema poco conocido, Barcelone, tributo del Vian chansonnier a la capital catalana.
Boris Vian será el cultivador de un estilo y unos textos animados por los juegos de palabras, las fantasías lingüísticas y otros antojos gramaticales que heredarán entre otros, Serge Gainsbourg, su alumno más aventajado. Canciones que se manifiestan como la caja de resonancia de las contradicciones y conflictos de su época. Vian, con humor o ternura, refleja esa crisis de de conciencia que genera la visión de un mundo donde el progreso camina de la mano de la bomba atómica. Vian es el personaje, que con las formas de un dandi, escoge la ironía como arma de combate y el sarcasmo como réplica y contragolpe. Hasta se atreve en compañía de un Henri Salvador y un joven músico llamado Michel Legrand, a promover un rock made in france de acento extravagante.
Los discos de Boris Vian que se editan en su momento bajo el sello Philips serán un fracaso comercial. Sus canciones parecían adelantarse varias décadas al gusto popular. Georges Brassens declara: “Llegará un día que el mundo cantará las canciones de Vian”. Más de sesenta años despues, la predicción de Brassens no ha dejado de cumplirse y sus canciones han pasado a formar parte del repertorio de las nuevas generaciones. Junto a nombres veteranos como los de Juliette Gréco o un desmesurado Dario Moreno interpretando La Venus de Milo, L’écume des nuits recoge el tributo de las últimas promociones de la chanson y el rock francés como el desaparecido Daniel Darc, grupos como Têtes Raides o Zebda, creadores tan personales como Arthur H o Philippe Katerine, Olivia Ruiz o hasta un actor, Jean-Louis Trintignant, interpretando el mítico Le deserteur.
A la actualidad discográfica hay que añadir el estreno de la nueva adaptación cinematográfica de la novela de Boris Vian, La espuma de los días, que ya mereció en la década de los años sesenta otra versión para la pantalla y que pasaría con más pena que gloria. El proyecto llega de la mano de un realizador tan poco clasificable como Michel Gondry y un dúo interpretativo -de inequívoco acento romántico- formado por la pareja Romain Duris y Audrey Tatou. Un Boris Vian, por partida doble, y una vez más, entre la canción y el cine.
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