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El abandono de un pintor genial

Las hijas del artista mexicano José Luis Cuevas, 79 años, denuncian el descuido que sufre y acusan de ello a su segunda esposa

Juan Diego Quesada
José Luis Cuevas, en 1992
José Luis Cuevas, en 1992Museo José Luis Cuevas

José Luis Cuevas (Ciudad de México, 1931), un artista único, considerado el enfant terrible de la pintura mexicana por haber roto con los muralistas que hasta entonces habían marcado el pulso de las artes plásticas en el país, fue encontrado el mes pasado en su domicilio por una de sus hijas casi en la indigencia, con problemas de nutrición y un principio de pulmonía. La familia del también escultor acusa a su segunda esposa, Beatriz del Carmen Bazán, de haberle descuidado en la vejez.

Cuevas vive en San Ángel, un barrio del DF con aroma a pueblito, ajeno casi por completo a la vorágine del resto de la ciudad. Comparte barrio con otros ilustres como el escritor Gabriel García Márquez. Ximena Cuevas, una de sus hijas, fue allí a visitarlo y quedó horrorizada con lo que encontró. Tanto que lo llevó a un hospital privado y después puso una denuncia en la Procuraduría –fiscalía- por abandono, contra nadie en concreto pero es obvio que se refiere a Bazán, con la que nunca tuvo una buena relación.

Los médicos diagnosticaron al pintor intoxicación de medicamentos, desnutrición, deshidratación, problemas renales y pulmonía, de acuerdo a la denuncia. En el hospital, donde estuvo 20 días internados, se vivió un nuevo encontronazo entre las partes. Las hijas, que no ven con regularidad a su padre desde 2001, fecha en la que se casó con Bazán, querían que continuara ingresado pero la esposa se empeñó en llevarlo de nuevo a casa.

El periódico Reforma se puso en contacto con Bazán, quien decía ignorar todo lo que estaba ocurriendo. “Ahora sí que he estado dedicada a mi esposo y no entiendo de qué abandono me habla”, dijo por teléfono. La mujer sostiene que los médicos le dieron el alta porque pensaban que era lo más conveniente. “Yo no tenía ninguna prisa”, señaló.

El abogado de las hijas, Rafael Heredia dijo a la prensa que creen que puede haber un delito de abandono que incluso el asunto puede llegar a más: “Posiblemente estamos frente a una tentativa de homicidio. No es justo que ningún ser humano sea tratado como ha sido Cuevas”. El letrado agregó después que fue encontrado por la familia en el baño. "Estaba inconsciente y muy mal. Un poquito más de días y hubiese perdido la vida", explicó.

Su hija Ximena, una importante videoartista mexicanas, dibuja el estado lamentable en el que halló a progenitor: “Tenía mucho miedo. De hecho, hasta dijo una frase que me sorprendió: ‘Dios me abandonó”.

El gran emancipado

VERÓNICA CALDERÓN

Cuevas creció entre la generación de grandes muralistas mexicanos. Tardó poco en romper con ellos. A los 19 años publicó La cortina del nopal, un artículo en el que criticaba el estilo nacionalista que imperaba en la plástica mexicana y pidió mayor libertad artística. Autodidacta (tenía apenas 10 años cuando se inscribió en la afamada Escuela de Artes Plásticas La Esmeralda, de la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-, alma máter de Rivera y Kahlo), decidió dejar atrás el estilo imperante en la plástica mexicana y por ello recibió el apodo de enfant terrible. Solía pasear por el internado para enfermedades mentales donde trabajaba su hermano para dibujar a los pacientes.

Se ha especializado en retratar el submundo. En su obra abunda locura y angustia. Un profundo contraste con el trabajo plástico de los muralistas y sus herederos, productores de lienzos o murales llenos de orgullo, color o “nacionalismo mexicano”, como él lo llamaba. Denostaba lo que bautizó como “alegría juguetona” de los mexicanos. Argumentaba que se inspiraba en Goya o en Pablo Picasso para retratar criaturas deformes, tristes, lejanas al triunfalismo que le rodeaba. No solía retratar paisajes, se especializó en figuras humanas. “No hay paisajes pero sí ventanas”, explicó a este periódico en 1998. “Alguien me preguntó que a dónde conducían las ventanas. Quizá al exterior, al paisaje. Le dije que las ventanas llevaban a otro aposento donde estaban los personajes de mi próximo dibujo. Mis personajes están en lugares cerrados”. Solía hacerse una foto diaria, “para registrar el paso del tiempo”, según contó entonces. El propio Picasso compró obras suyas.

A Cuevas también se le atribuye haber bautizado a la Zona Rosa del DF, un barrio promotor de la vida cultural de la capital de México. “Es demasiado ingenua para ser roja, pero demasiado frívola para ser blanca. Por eso es precisamente rosa”, dijo en los años cincuenta. Por el barrio paseaban entonces los expresidentes mexicanos Adolfo López Mateos, Adolfo Ruiz Cortines y Miguel Alemán, así como los escritores Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis. En 1967, Cuevas pintó un mural en el barrio sólo para destruirlo poco después. Hacía pocos años que el muralista David Alfaro Siqueiros había exclamado que, en el arte mexicano, no había “más ruta que la nuestra”. La de Cuevas era una protesta, otra más, contra los gigantes muralistas que habían marcado su formación como artista.

A lo largo de su vida ha cultivado la imagen de un buen macho mexicano. No solo con su bigote. Contaba que la actriz alemana Marlene Dietrich "se había arrojado a sus brazos". En una entrevista con el diario mexicano Reforma en 2000 se jactó de haber mantenido al menos 650 encuentros eróticos y que su primera esposa, Bertha Riestra (que había muerto pocos meses antes víctima de cáncer de seno), nunca supo de esos affairs. Se volvió a casar, ahora con Beatriz del Carmen Bazán, a quien conoció en su museo y con quien vive hasta hoy en el barrio de San Ángel, al sur de la capital mexicana.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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