El Salón de Milán se pone escultórico
Diseñadores e industriales ahuyentan la crisis con piezas creativas para aportar brillo a la feria
Las ferias no pueden vivir sin estrellas. No se puede llenar un periódico de meritorios intentos ni abogar eternamente por lo cabal y lo viable. Las portadas necesitan relámpagos y las industrias que rodean la fabricación de muebles (de la hostelera a la propia información especializada) se ahogan sin brillos, novedades y excentricidades. Así, como puestos de acuerdo, los viejos lobos del Salone del mueble de Milán se han guardado un as en la manga para la feria que se inaugura el martes.
Como si de un talismán ahuyenta-crisis se tratara, casi todos han descubierto, entre sus novedades, una pieza escultórica. La duda está en saber si estos productos se quedarán en trabajos de pasarela (ideados para dar de qué hablar y no pensados para entrar en producción) o si, por el contrario, se fabricarán en series más limitadas afrontando también la cara más elitista de ese arte útil que es el diseño.
A pocas horas de la feria, parece que se barajan todas las opciones. El, vamos a llamarlo así, sillón de aluminio Trez (Cappellini), del carioca Zanini de Zanine (Rio, 1978), fue ideado con esculturas muy concretas en la mente: las de acero plegado realizadas por el desaparecido artista brasileño Amilcar Castro (1920-2002). De Zanine es hijo (lo tuvo con 60 años) del arquitecto José Zanine Caldas. Y, más allá de la infancia cosmopolita de su autor, esta pieza en equilibrio inestable revela también su educación artística: rinde homenaje a la famosa butaca de tres patas de un pionero del diseño brasileño, Joaquim Tenreiro, desaparecido en 1992. Giulio Cappellini reclutó al joven De Zanine en una de las pesquisas que él llama “scouting talent”. Hace ya años que el arquitecto y empresario italiano está convencido de que la creatividad más viva está lejos de Europa.
Del otro lado del planeta proceden las cuatro diseñadoras suecas que forman el estudio Front. Sus trabajos exploran el lado inesperado del diseño —bancos que parecen de madera y resultan blandos al tacto, caballos convertidos en lámpara o cerdos como soporte de mesa—, son piezas industriales que nunca han tenido vocación de ser diseño para todos, pero siempre han buscado sorprender. Más que en el nuevo producto, la sorpresa de este año está en la empresa que lo produce. En esta edición 52ª del Salone, ha sido una firma perpetuamente afiliada al minimalismo, Porro, la que les ha realizado un encargo. El director artístico de la empresa, el elegante Piero Lissoni, ha sabido ver que lo imprevisible y escultórico pueden casar con lo sobrio. Y las diseñadoras de Front han sido capaces de firmar un aparador, Mikado, que, compuesto con varillas de madera, desvela el contenido del contenedor.
Por otra parte, la escultura está en el nombre de la pieza Serra con que el español Victor Carrasco ha bautizado la mesa de apoyo que ha producido desde su empresa, Viccarbe. Realizada en tablero MDF sobre una estructura de acero lacado, recuerda una obra de Richard Serra, pero aligerada, coloreada y suavizada para el consumo doméstico. El asa, una cincha técnica sintética, la convierte, además, en un mueble comodín, fácilmente trasladable. Con todo, y a la espera de que los hermanos Campana continúen diseñando el mobiliario de la casa de los Picapiedra para la empresa Edra, la pieza más llamativa entre las novedades escultóricas es la mesa-puf Hive, producida por B&B y diseñada por el estudio suizo Atelier Oï. Aunando doble uso, carácter escultórico y reciclaje de los retales de piel del resto de las tapicerías, este vistoso diseño se presenta nada menos que como un tres en uno. Por eso, aunque la máxima asegura que los muebles polifuncionales terminan siendo disfuncionales, queda por ver si en el mundo escultórico que vive de anhelar lo decorativo y el cambio continuo, queda un hueco para tanto atrevimiento.
Babelia
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