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Vuelve el ‘cowboy’ motorizado

James Sallis escribe la segunda parte de 'Drive', la novela que le dio la fama.

Gregorio Belinchón
Ryan Gosling, en un fotograma de 'Drive'.
Ryan Gosling, en un fotograma de 'Drive'.

Vinieron a por él justo después de las once de la mañana de un sábado; eran dos […]. Un atisbo de movimiento por el rabillo del ojo mientras ellos pasaban por un breve callejón: ahí estaba el primero. Saltó, golpeando con el pie y con todo su cuerpo la rodilla derecha de ese sujeto: la oyó crujir”. La sequedad, la contundencia descriptiva y la violencia de James Sallis (Helena, Arkansas, 1944) eran placeres literarios poco conocidos más allá de un reducido número de seguidores de sus creaciones —como, por ejemplo, su serie del detective Lew Griffin— hasta que el 20 de mayo de 2011 se proyectó en el festival de Cannes Drive, la adaptación de su novela escrita con mimo por el guionista Hossein Amini, que tanto gustó al actor Ryan Gosling como para firmar un contrato sin que hubiera director (finalmente, Gosling cenó y convenció al director danés Nicolas Winding Refn en una extraña cita a ciegas en Hollywood).

Drive lanzó a la fama a Gosling, a Winding Refn y de paso a Sallis. “Bueno, a mí me pilló ya con otro libro. Con cada uno de ellos me sumerjo en un nuevo mundo, aprendo lentamente a hablar un nuevo lenguaje. Los libros anteriores están ahí, como memorias de vidas previas. Yo vivo en el nuevo”, cuenta Sallis desde Phoenix (Arizona). En realidad, Sallis tenía cierta fama en Estados Unidos, porque vivía en Nueva Orleans hasta la catástrofe del Katrina, cuando tuvo que mudarse a Phoenix y desde allí se dedicó a sacarles los colores a todas las administraciones por la desastrosa gestión de la catástrofe. Con la película, el nombre de Sallis relució de repente en las estanterías de las librerías de todo el mundo.

El escritor James Sallis.
El escritor James Sallis.leemage

Y Drive, la película, le persigue. Hollywood le ha empujado a escribir. “Es cierto, los productores llamaron a mi agente. Querían saber si era verdad que estaba escribiendo una secuela. Yo respondí que por supuesto que no, colgué el teléfono, atravesé dos habitaciones, encendí el ordenador y tecleé el título [Driven, en España El regreso de Driver (editorial RBA)] y la primera página”, que empieza con las frases con las que arranca esta entrevista. “Nunca he previsto escribir secuelas, ni siquiera con Lew Griffin, al que dediqué seis novelas. Ocurre que si los personajes no me abandonan, tengo que volver a verlos otra vez. Pero con Driver no creo que haya más historia. Esa es su vida”. Sí habrá película. ¿No le influyó la imagen de Gosling en el filme mientras escribía? “No. Tengo una imagen muy precisa de Driver en mi cabeza desde el primer libro. Creo que Ryan, Hoss Amini y Nic Refn clavaron el libro. Sin embargo, cuando yo escribo solo estamos el libro y yo, en una burbuja. He escrito durante casi medio siglo: dos docenas de libros, un centenar de cuentos e innumerables ensayos, poemas y críticas. Y he sido bendecido con grandes lectores. Pero desde la película recibo a diario emails de gente que me cuenta que la vio, se compró el libro y ahora está leyendo el tercero de Lew Grriffin. Ningún escritor puede pedir más”.

Tanto Drive como El regreso de Driver son libros contundentes, secos, duros, de pocas palabras, que acaban con finales grandiosos a medio camino entre la mítica y la épica. “Mi idea inicial era escribir una versión contemporánea de las novelas baratas de tapa blanda que costaban 50 centavos en las estaciones de autobús y los ultramarinos. Pero durante su escritura me di cuenta de que también era un western contemporáneo, y eso me llevó a plantearme, mientras iba avanzando en su redacción, cómo iba a acabarla. Y justo cuando llegué ahí, me percaté de que Driver debería cabalgar hacia el atardecer y convertirse en una figura mítica”.

La ficción es la corrección de la Historia: cuenta la vida diaria de la gente común”

Seis años después, Driver, en el segundo libro, está de vuelta en Phoenix (su ciudad natal) tras abandonar Los Ángeles. “Es una ciudad que no debería existir, asentada —de manera harto improbable— en mitad del desierto. Es la quinta más grande de Estados Unidos. Y es una ciudad de inmigrantes, procedentes tanto de los rincones más alejados del mundo como de los Estados Unidos. Es, por tanto, incognoscible. ¿Qué escritor podría resistir un reto así?”, dice Sallis, desechando la posibilidad de que use Phoenix como el sitio más a mano que tenía. Driver machaca y le machaca, sufre y le hacen sufrir, se enamora y le arrebatan el amor... incluso especula con cómo podría haber sido su vida si no hubiera ocurrido lo que se narra en la primera página de la segunda parte. Sallis juega con sus personajes: los esboza como clichés que sin embargo acaban rompiendo los tópicos desde su interior. Y les da vida en una estructura que apuntala el escritor con vigas nacidas del universo de Hammett, de Chandler y de su amado Chester Himes (del que ha escrito su biografía). “La estructura es como un esqueleto que sostiene todo. Es también —y eso lo he descubierto con mis estudiantes [es profesor de Literatura en la Universidad]— lo más difícil de aprender porque, como un esqueleto, está en su mayor parte oculta. Ese sistema de vigas, articulaciones y cables, que el lector nunca ve, es increíblemente difícil aunque infinitamente provechosa”. Todo eso lo ha aprendido de los grandes: “A mí me influye de todo. Películas europeas y de ciencia ficción estadounidenses de los cincuenta, Theodore Sturgeon, Julio Cortazar, Albert Camus (sobre todo El extranjero), Pablo Neruda, Raymond Queneau, Hammett y Chandler, Faulkner... Tienes que ver las baldas de mi biblioteca”.

“La ficción es la corrección de la Historia: no cuenta las historias de los ejércitos, los mandamases y los grandes sistemas, sino que su foco ilumina algo mucho más importante: la vida diaria de la gente común. Hammett cogió el crimen y lo sacó de los grandes palacios para devolverlo a la gente que realmente lo hacía. La novela negra específicamente americana creció a la vez que nuestra sociedad abandonaba el campo y se volvió urbana”, dice el escritor defendiendo la importancia del género negro estadounidense. Y a él le interesa ese algo más: “Está todo debajo de la superficie: lo que yo pienso, lo que yo siento, lo que me preocupa. Las profundidades de una historia están habitadas por caimanes, serpientes, y peces de cualquier clase y tamaño. Palmotea la superficie y los verás”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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