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CRÍTICA: 'LOS ÚLTIMOS DÍAS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apocalipsis, (aquí y) ahora

Quim Gutiérrez y José Coronado en un fotograma de 'Los últimos días'.
Quim Gutiérrez y José Coronado en un fotograma de 'Los últimos días'.

Tras una celebrada trayectoria respectiva en el terreno del cortometraje, los hermanos Álex y David Pastor debutaron en el largo con una producción estadounidense, Infectados (2009), que daba buen testimonio de su competencia técnica, pero no lograba clavar ninguna identitaria y significativa pica en Flandes dentro del contexto del cine de consumo. Infectados era tan eficaz y competente como impersonal y frustrante: una ocasión perdida. Tras ver su nuevo trabajo, Los últimos días, resulta tentador considerar uno de los más celebrados cortos de uno de los miembros de este tándem fraterno, Álex Pastor, La ruta natural (2004), que se apropiaba, sin reconocer las fuentes, de la estrategia narrativa de la cronología inversa presente en La flecha en el tiempo, de Martin Amis, y el relato Tiempo de pasaje, de J. G. Ballard, como la hoja de ruta de una carrera en franca regresión. En Los últimos díaslos Pastor convocan el Apocalipsis sobre Barcelona y obtienen una película que podría ser el sueño húmedo de una industria en tiempos de bonanza, pero que, aquí y ahora, no hace más que testimoniar el anacronismo de sus recursos estéticos y narrativos. El anacronismo, en sumo, de su rancia competencia profesional y de su palpable vacío.

LOS ÚLTIMOS DÍAS

Dirección: Álex y David Pastor.

Intérpretes: Quim Gutiérrez, Marta Etura, José Coronado, Leticia Dolera, Mikel Iglesias, Pere Ventura.

Género: ciencia ficción. España, 2013.

Duración: 108 minutos.

En Los últimos días, los hermanos Pastor intentan armonizar las últimas declinaciones íntimas del cine apocalíptico con las más tradicionales y aparatosas aproximaciones al tema: un colapso agorafóbico que no escatima referencias al hikikomori y al síndrome de Diógenes y que encuentra sus mayores golpes de efecto en la iconografía de una Barcelona humillada, entre el tremendo Soy leyenda (2007), de Francis Lawrence, y el Nueva York, año 2012 (1975), de Robert Clouse. Por el camino hay amenabarismos surtidos, situaciones que podrían ser inquietantes, pero que un registro enfático eleva hasta el ridículo y una estética publicitaria que culmina en una suerte de anuncio de Dodotis posapocalíptico.

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