Óperas para bailar
Wagner solo tiene dos escrituras para ser danzadas dentro de sus óperas Su obra musical e instrumental se ha llevado al terreno coreográfico en numerosas ocasiones
El primer ballet de Richard Wagner, insertado en el segundo acto de Rienzi, apenas se oye y mucho menos se ve en escena. Wagner trató de que no fuera un intermedio banal sino algo trabado al argumento y al desarrollo de la ópera misma. El ballet de Rienzi también tiene un argumento romano: El rapto de Lucrecia, tratando de establecer un paralelismo entre el intento de rapto de Tarquinio con las intenciones de Orsini sobre Irene, los protagónicos operísticos. La partitura excede la media hora de duración y es lo primero que se masacra tanto en los montajes modernos como en las grabaciones.
Los compositores solían colocar la danza hacia la mitad de la representación, pero Wagner la colocó a continuación de la obertura
No puede soslayarse la relación traumática que significó el estreno parisiense de Tannhäuser el 13 de marzo de 1861, cuyas tres únicas representaciones pueden ser tildadas de fracaso. Wagner se mostraba eufórico antes de este estreno en la Sala Le Peletier de la Ópera de París, con una producción llena de boato, tanto por su riqueza material como por el número de participantes, y según los rigores y la moda francesa, el ballet no podía faltar. Los compositores solían colocar la danza hacia la mitad de la representación, entre otras cosas, porque lo que hoy llamaríamos los vips entraban en la sala a esa hora después de cenar, muchos de ellos abonados al exclusivo Jockey Club. Pero Wagner, tras estudiar su propio libreto, colocó el ballet a continuación de la obertura, apenas un cuarto de hora después del comienzo. Cuando la crème de la crème ocupó sus palcos y butacas, el ballet ya había terminado. Hubo abucheos, protestas groseras y ruidos varios a lo largo de la obra. Tras la tercera representación (24 de marzo), igual o más caótica, Wagner la retiró del cartel y tardaría casi 35 años en volver a ser representada en París.
Ya en el siglo XX, fue Leonidas Massine quien en 1939 unió la obertura y la bacanal de Tannhäuser en una obra para los Ballets de Montecarlo. Y el 15 de diciembre de 1944 Massine mismo estrenaba en el antiguo Metropolitan de Nueva York su Mad Tristan con vestuario y telones de Salvador Dalí. Tristán es también el nombre y tema del ballet de Herbert Ross para el ABT en 1958, tradición americana que sostuvo Robert Joffrey con Remembrances (1973: Wesendonck Lieder).
Pero es sin duda Maurice Béjart el coreógrafo que más se ha entregado a las partituras wagnerianas. Bacanal I se estrenó en agosto de 1961 en Bayreuth con el Ballet del Siglo XX en pleno, los decorados y trajes encomendados a Wieland Wagner. Más adelante, el 15 de marzo de 1963 en Baalbek, Béjart ponía en escena Venusberg II, subtitulada (ex Bacanal). A esa experimentación sobre una misma base sonora le siguió el 14 de enero de 1965 Wagner ou l’amour fou, un preestreno en Bruselas que el mismo mes se extendió al Teatro de los Campos Elíseos de París con Vittorio Biagi y Paolo Bortoluzzi entre otros primeros intérpretes. La obra tenía dos partes: Venusberg III (con escenografía de Roustan y trajes de Bernard) y Mathilde (Wesendonck Lieder), decorado por Bosquet con la inclusión del trabajo de Milko Sparemblek, bailarín bejartiano, creando su propio Siegfried-Idyll. Diez años después, en 1975, se repuso en el Teatro de La Moneda de la capital belga.
Ya trasladado a Lausana luego de la bochornosa expulsión a que fue sometido en Bruselas, Maurice Béjart vuelve a Wagner con el ballet titulado Zarathoustra. Le chant de la danse (Zaratustra. El canto de la danza) el 21 de diciembre de 2005 y Tristán e Isolda fueron creados por los bailarines españoles Víctor Jiménez y Ruth Miró; los trajes eran de Gianni Versace. En esa obra Béjart ensalza a uno de sus filósofos de cabecera, Friedrich Nietzsche, con dos horas de duración en diez cuadros continuados para 50 bailarines, utilizando fundamentalmente la música de Wagner, pero con fragmentos de Beethoven, Vivaldi, Richard Strauss o el propio Nietzsche. Al comienzo del ballet el bailarín Gil Roman caracterizado como el filósofo alemán exclama: “Declaro a Wagner el mayor benefactor de mi vida”.
Otras obras de Béjart con música de Wagner son Les chaises (I y II) a partir de la pieza homónima de Ionesco, estrenada en el Teatro Municipal de Río de Janeiro en 1981 por Laura Proença y el propio Maurice. En 1984 lo repuso en el Cirque Royal de Bruselas con Marcia Haydée y John Neumeier. También está Les vainqueurs (1969), hecho para Jorge Donn y Dionysos (1984), producido por el Teatro alla Scala de Milán pero estrenado en el Palacio de los Deportes. Hay incluso un pas de deux tardío titulado Lohengrin (bailado por Gil Roman y Kira Kharkevich). El próximo 29 de abril el Ballet Nacional de Lituania traerá al Teatro Campoamor de Oviedo Tristán e Isolda en la coreografía de Kristof Pastor, una obra ya estrenada por el Real Ballet Sueco en 2006.
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