Un cordón umbilical de Norte a Sur
El grupo Amesmalúa fusiona cantes populares gallegos con toques jazzísticos y flamencos
A veces los poemas nacen de una manera y acaban de otra. Castelao, aquel renacentista del siglo XX que fue escritor, dibujante, médico, pensador y político, escribió para su obra de teatro, Os vellos non deben de namorarse, una canción irónica, Lela, pensada para reírse de cierto goce senil, que el paladar popular ha reconvertido en un desgarrado desamor. Castelao era un universal que escribía en gallego: escribió Os vellos fascinado con el Teatro del Arte de Nikita Balieff en París, compuso Lela en Nueva York, estrenó la obra en Buenos Aires e inspiró su música en el fado portugués. Además de acabar siendo lo que no era, Lela es un imán que no pierde capacidad de atracción sobre los músicos (la portuguesa Dulce Pontes hizo una sentida versión para el primer disco de Carlos Núñez, A irmandade das estrelas). Y de nuevo ha ejercido su influjo sobre un experimento inusual y singular, Amesmalúa, un proyecto creado por Manuela Elena y Gautama del Campo para juntar peras con manzanas y salir airosos. O lo que es lo mismo: letras tradicionales gallegas con toques gitanos y jazzísticos.
Manuela Elena, que en realidad se llama Sara Carbonero (no confundirla con Sara Carbonero) y que es la aportación gallega al experimento musical Amesmalúa (significa la misma luna) aunque en realidad nació en Cáceres en 1981, adoraba Lela cuando creía que era una nana que le cantaban en la pequeña aldea de Castrelo do Val (Ourense) y siguió adorándola cuando averiguó la retranca escondida en su origen. Es uno de los temas incluidos en el primer disco del grupo, también bautizado Amesmalúa, cantados en gallego por Manuela Elena y musicados con toques flamencos, jazzísticos y a ratos andalusíes por Gautama del Campo y Juan Maya.
Manuela Elena, Gautama del Campo y Juan Maya son el trío fundador
La cantante debió irse a Londres para descubrirse como cantante. Cuando regresó se centró en el flamenco y, tras esos merodeos por el sur, retomó las letras que habían acompañado su infancia. El salto es, sin duda, mayor para el saxofonista Gautama del Campo (Sevilla, 1967). O no porque el compositor lleva toda la vida viajando entre el flamenco y el jazz, yendo de Jerry González a Rafael Riqueni o de Jorge Pardo a Rancapino, pasando por esos inconfundibles que son un género en sí mismos como Kiko Veneno, Javier Ruibal, Radio Tarifa o Concha Buika.
En 2009 Gautama y Manuela fundaron el proyecto, al que se sumó como tercera pata Juan Maya. También tiene su lógica evolutiva. Ha sido guitarra querido por Raimundo Amador, B.B. King, Rosario o Estopa cuando los hermanos Muñoz no eran nadie (y cuando ya lo fueron todo). "El da el toque flamenco y gitano. Yo no lo conseguía con el saxo: eran canciones gallegas que sonaban a Nueva York", subraya Del Campo, artífice sin embargo del eco andalusí.
Al resultado final de esas cantigas tradicionales (O Verdegaio o Miña nai, entre otras) pasadas por saxo y guitarra le han puesto diversas etiquetas: flamenco galaico, folk fiesta y las consabidos músicas del mundo o fusión mestiza. Gautama del Campo se queda con los elogios de Eliseo Parra, que colabora en el disco junto a otros músicos como el gaitero asturiano José Manuel Gutiérrez, el contrabajista Miguel Rodrigáñez, el trombonista sueco Ove Larsson y la cantante colombiana Delly Delanois. “Nadie había hecho antes esta música”, opinó el folclorista Parra. Al menos no había ocurrido como un proyecto integral: Carlos Núñez y Carmen Linares se atrevieron en A orillas del río Sil. En tiempos boyantes, por cierto. Nada que ver con la experiencia de Amesmalúa que para salir adelante ha tirado de crowdfunding, que viene a ser algo así como el cuarto integrante de un grupo hoy en día. Los contribuyentes que han aportado más de 15 euros han tenido su trocito de gloria en el libreto del disco: sus fotos rodean al trío base y a sus acompañantes.
Babelia
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