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Una estrella olvidada del Renacimiento

Una exposición en la National Gallery de Londres redescubre la obra de Federico Barocci Se trata de un autor cuya torturada personalidad rehuyó la fama

'El entierro de Cristo', 1579-82.
'El entierro de Cristo', 1579-82.FEDERICO BAROCCI (2013. Photo Scala, Florencia)

El nombre de Federico Barocci apenas tiene resonancia entre el gran público de hoy, y sin embargo este pintor renacentista fue grande en su tiempo, un artista solicitado y muy cotizado que contó con el apoyo de importantes mecenas y la admiración de sus coetáneos del siglo XVI. El refinamiento y sensibilidad cromática de sus cuadros, fundamentalmente de temática religiosa, han salido de las iglesias italianas por primera vez para protagonizar una exposición en la National Gallery londinense que pretende redescubrirnos la obra de un autor cuya torturada personalidad rehuyó los círculos artísticos y la fama.

La muestra Barocci: Genialidad y Elegancia exhibe hasta el 19 de mayo el grueso de sus retablos y pinturas más importantes -la mayoría procedentes de su Urbino natal y la región italiana de Le Marche-, junto a los brillantes trabajos preparatorios que permiten descifrar la evolución de cada obra. Piezas estelares como El Entierro de Cristo, La Última Cena o La Visitación nos revelan a un artista que comienza a cuestionar la convención pictórica al colocar sus figuras en composiciones dinámicas, anticipándose en casi medio siglo a los sucesores barrocos. Porque Barocci encarna una figura de transición entre el Alto Renacimiento y el Barroco, a cuyos representantes influyó con la sensualidad y visceralidad de los colores de su paleta.

A pesar de la notoriedad adquirida en vida, el personaje no se prodigó en los grandes centros de la pintura, la escultura y la arquitectura de su época. El otrora joven y talentoso dibujante de Urbino (1535-1612), aleccionado a perseverar por el maestro Miguel Ángel, apenas pudo disfrutar de una exitosa aunque breve aventura romana, zanjada abruptamente por un episodio traumático que marcó su biografía: tras la participación de Barocci en un fresco del Vaticano para el papa Pío IV, un rival celoso plantó veneno en su ensalada durante una comida al aire libre. No todos los biógrafos del artista avalan esa versión, algunos atribuyendo los graves problemas de salud que desde entonces sufrió a su carácter hipocondríaco. Pero, fuera cual fuera la verdad, el afectado optó por recluirse para siempre en su ciudad del centro de Italia, donde pudo desarrollar un estilo personal y experimentar con un abanico de técnicas antes de que se convirtieran en práctica artística común.

Teniendo en cuenta la precariedad de su estado físico, que no le permitía trabajar más de dos horas al día, sorprende cuán nutrida es la producción de Federico Barocci. Artista minucioso hasta lo obsesivo, ejecutó miles de bosquejos, dibujos, estudios en pastel y pequeños óleos preparatorios de cada detalle de sus cuadros, que la National Gallery expone como exquisitas obras con vida propia. En ellas dejó patente su fascinación por la figura humana y por los animales, que solía integrar en sus composiciones sobre las historias del evangelio. “Plasmó lo sagrado con una belleza divina y una humanidad irresistible”, sostiene el director del museo, Nicholas Perry, sobre una narrativa religiosa imbuida de calidez y emoción. En otras palabras, Barocci dotaba a las historias bíblicas de una accesibilidad que tanto necesitaba la Iglesia católica en tiempos de crisis y contrarreforma, de ahí los abundantes encargos que recibió desde los centros religiosos.

La exposición recoge también su única pintura secular (Eneas escapa de Troya), y una colección de retratos entre los que destaca el de su principal protector, Francesco Maria della Rovere, duque de Urbino, quien promovió el nombre del autor incluso en cortes extranjeras. El impacto de la obra de Federico Barocci logró trascender a su muerte, pero acabaría languideciendo frente al de la brocha vigorosa de sus sucesores barrocos. El reconocimiento que los historiadores del arte brindan a una de las figuras más innovadoras y centrales del último Renacimiento no se ha visto proyectado en la difusión de su obra, reservada a los visitantes de las iglesias italianas y mayormente de las de la región de Le Marche. La National Gallery quiere reivindicarla con una de las exposiciones más recomendables de la temporada museística en la capital británica.

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