Cuando la luz hace esculturas
Una galería de Londres expone veinte obras que ponen a prueba la reacción de la gente al color
Ni mármol, ni bronce, ni siquiera yeso o arcilla. El despliegue de una veintena de obras “esculpidas” a base de luz conforma una de las exposiciones más originales estrenadas en Londres esta temporada, un derroche de imaginación que transforma esa fuente esencial de energía en material para crear arte. Un ramillete de artistas internacionales explora las posibilidades de la iluminación artificial en la muestra Light Show -que tiene su sede en la galería Hayward hasta el 28 de abril-, la utiliza y manipula para recrear o alterar nuestra percepción de objetos y espacios.
Millares de bombillas microscópicas componen una sinfonía de luz y movimiento (generada por un programa informático) en la pieza del estadounidense Leo Villarreal, mientras su colega danés Olafur Eliasson logra emular con similares recursos la caída del agua en las cascadas. La luz se nos antoja como una materia densa cuando el neoyoquino Anthony McCall atrapa su halo en un proyector gigante a modo de extraña escultura, e incluso adquiere la solidez de una mancha en el suelo que parecería de pintura en la instalación ideada por la paquistaní Ceal Floyer.
La luz y su caprichosa naturaleza ha sido objeto de obsesión de los artistas a lo largo de los siglos, pero sólo en las últimas décadas aparece como un medio en sí mismo. El desarrollo de la tecnología y el creciente cuestionamiento de las formas artísticas tradicionales alentaron en el siglo pasado esa veta creativa de las esculturas e instalaciones moldeadas con una fuente luminosa, un concepto que cobra madurez en los años sesenta. En esa década comenzó el venezolano Carlos Cruz-Díez la serie de instalaciones Cromosaturación, espacios artificiales definidos por un único color y que juegan con nuestras experiencias sensoriales. El resultado es sencillamente espectacular, a tenor de las felices reacciones de los visitantes de la galería Hayward que se sumergen en las tres cámaras monocromas (rojo, verde y azul) y parecen sentirse “flotar” en las mismas. Probablemente se trate de una de las escasas exposiciones de arte en la que los niños –a menudo arrastrados por sus mayores a convocatorias que no entienden ni disfrutan- mejor interactúan con el entorno.
Cruz-Díez es uno de los veteranos en esta exposición que reúne artistas de las últimas cinco décadas y pone a prueba nuestra reacción ante la iluminación, el color y el sinfín de posibilidades que brinda su alianza. Desde las elegantes esculturas del francés François Morellet, ensambladas en tubos de neón, hasta los espacios virtuales y futuristas de la austriaca Brigitte Kowanz cuyos confines parecen ilimitados gracias al juego de luz y artificio. En la atinada expresión de un crítico británico, “la luz se hizo arte” en la recomendable Light Show.
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