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Todos al jardín

Valentino confirma el vergel como tema de la temporada en la alta costura de París

Eugenia de la Torriente
La novia final llevaba una gigantesca falda. Al levantarla, cuatro niñas indias vestidas de diferentes colores han salido corriendo de ella.
La novia final llevaba una gigantesca falda. Al levantarla, cuatro niñas indias vestidas de diferentes colores han salido corriendo de ella.Pierre Verdy (AFP)

La tercera jornada de desfiles de alta costura en París no podía tener más dispares protagonistas que Elie Saab y Jean Paul Gaultier. Diseñadores que encarnan dos formas radicalmente diferentes de entender la moda y la creación. Si el primero concibe su oficio como una llave de acceso a una fantasía luminosa y preciosista, el segundo lo defiende como un espacio de transgresión y provocación que aspira a cambiar las convenciones de su tiempo.

Tan alejadas como sus creadores están sus criaturas. Las delicadas y frágiles muchachas de Saab flotan etéreas envueltas en capas de encaje e infinitos cristales que trazan un meticuloso estudio de transparencia. En un símil muy repetido estos días son como las ninfas primaverales de una fábula. Es curioso que tantos diseñadores coincidan esta temporada en exaltar una visión de la feminidad tan bucólica y alejada de los problemas reales de la mujer en 2013. No es el caso, desde luego, de las aventureras de Gaultier.

Al diseñador francés le gusta reflejar lo que ocurre a su alrededor en sus colecciones. Los resultados, a veces, son controvertidos. La familia de Amy Winehouse expresó su disgusto porque hace justo un año decidiera rendirle un homenaje en este mismo escenario. En esta ocasión, el tributo es para India. Un país en el que se ha inspirado en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera —el sari fue un eje de su trabajo en Hermès— y que ya trató extensamente en su colección masculina para esta primavera.

Bollywood

Gaultier mezcló pantalones harén, tejidos en patchwork y los excesos cromáticos de Bollywood con sus habituales corsés y gabardinas para ofrecer una visión alegre, sensual y colorista de India. Una economía emergente que interesa mucho a la industria del lujo y también un país que Gaultier visita a menudo, inmerso en una encendida protesta por la intolerable impunidad de las violaciones. Una novia con una voluminosa falda cerró el desfile. Al levantarla, bajo ella aparecieron cuatro niñas indias vestidas con vivos colores. Salieron corriendo y, cogidas de la mano entre contagiosas risas, recorrieron toda la pasarela. Si había algún mensaje en todo ello, era de optimismo y esperanza.

Al diseñador francés le gusta reflejar lo que ocurre a su alrededor en sus colecciones

Pero ningún protagonista ha podido competir en esta edición de la pasarela parisiense con el jardín. Tras los bosques de Dior y Chanel, la de Valentino fue la tercera colección inspirada en una naturaleza ensoñada y lírica. "Un jardín encantado, con el blanco diáfano de un sueño que escapa al momento del despertar dejando sensación de estupor", explicaban las notas acerca de la propuesta de Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli.

El jardín de Valentino es menos literal que el de otros. Así, por ejemplo, se detiene tanto en las verjas y las puertas que lo contienen como en las plantas que le dan vida. Esos elementos son los que evocan las filigranas rojas y blancas que se dibujan sobre transparencias o telas. Además, el romanticismo del concepto no está reñido con piezas de precisión minimalista, como sus depurados vestidos con capa. Incluso, sugieren lo que sucede cuando la luz abandona las plantas con un vestido de tul negro sobre el que se recortan pájaros nocturnos. Una pieza que, según la compañía, ha necesitado 600 horas de trabajo de las costureras de su taller en Roma.

Pocos como los italianos logran hoy un equilibrio tan perfecto entre poesía y factura, entre expresividad y ejecución. Tal vez por eso, al final del desfile, recibieron un emocionado abrazo de Valentino Garavani. La mejor prueba de con qué mimo están cuidando el legado del fundador.

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