Terapia de acupuntura urbana
Dos estudios españoles, Taller de Dos y Gutiérrez/De la Fuente, firman un centro para niños premiado en Alemania
En 2008, dos estudios españoles hicieron lo que tantos jóvenes arquitectos cuando empiezan: unir fuerzas y presentarse a concursos. No es fácil darse prisa en volcar horas, esfuerzo y energía mental tratando de idear cómo podrían vivir personas a las que no se conoce en lugares que no se han visitado, realizando un trabajo por el que, en el 99% de las veces, uno no va a cobrar. La arquitectura pública, la que define las ciudades y la vida de la gente, representa ese 1%. Puede que sea la excepción que confirma la regla, pero a los estudios Taller de Dos y Gutiérrez/De la Fuente les permite vivir en todos los sentidos: creciendo como arquitectos, trabajando como ciudadanos y ganándose el pan con dignidad.
Arantza Ozaeta tiene treinta años; su socio en Taller de Dos, Álvaro Martín, y Natalia Gutiérrez y Julio de la Fuente, 32. Todos estudiaron en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y luego salieron a aprender más. Martín trabajó con el estudio holandés MVRDV y Gutiérrez y De la Fuente con Jean Nouvel. Algo tendría que ver su formación a la hora de conseguir esos trabajos, que fueron también escuela. Por eso los que abogan por cambiar los planes de estudio de los arquitectos, rebajando horas, tal vez podrían plantearse la pérdida de competitividad de los proyectistas que esa decisión comportaría. Con todo, Ozaeta, Martín, Gutiérrez y De la Fuente ganaron un concurso para intervenir en el centro de la ciudad alemana de Selb.
Con el concurso ganado, sí pudieron visitar esa localidad de cerca de 16.000 habitantes y fronteriza con la República Checa, y diseñar una serie de intervenciones destinadas a inyectar nueva vida en el centro urbano, que pierde habitantes y, por lo tanto, comercios y vitalidad. La primera de esas actuaciones está ya concluida. Es un centro para niños que se ha hecho con el premio Bauwelt que la revista alemana ha concedido a los proyectos más destacados de 2013. Sin embargo, el premio se lo están llevando las mujeres del pueblo. Son ellas las que gestionan la nueva guardería para poder conciliar su vida, laboral o privada, con la crianza y la educación de los niños. Los días de esas mujeres son ahora más flexibles gracias a un edificio, a una suma de inmuebles en realidad, que, en su construcción a bandas, ofrece justamente eso: flexibilidad.
Cuando convocó el concurso, el ayuntamiento enfatizó que el objetivo de las intervenciones arquitectónicas era atraer a los jóvenes. Por eso los arquitectos españoles han empleado el color para anunciar su llegada, pero también para indicar cada uno de los usos y servicios del centro. Una vez anunciado el desembarque, el resto: que la vida puede estar mejor iluminada y vivirse en edificios más espaciosos -y sin embargo igualmente apretados entre las construcciones que definen el paisaje bávaro del pueblo- se vislumbra al entrar en el nuevo centro. Cada uno de los cuerpos que ocupan un antiguo descampado tiene un ancho y un color distinto. Pero es un mismo material, la chapa metálica coloreada, lo que recubriendo las fachadas y las cubiertas confiere unidad al conjunto.
Son las mujeres del pueblo quienes gestionan la nueva guardería
La arquitectura de este centro para niños es nueva. Pero no necesita romper la tradición ni la escala del pueblo. Es un ejercicio de acupuntura urbana realizado escuchando al lugar y a sus habitantes. Es poco el margen que les queda a los proyectistas españoles. Pero trabajar ese 1% es la esperanza de los jóvenes arquitectos y, visto lo visto, del corazón de las pequeñas, viejas ciudades.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.