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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES

De pie, señoras y señores

La ausencia de la actriz y directora Anna Lizarán deja huella entre sus compañeros de profesión

Marcos Ordóñez
Anna Lizaran y Emma Vilarasau echan un puslo en la comedia de David Mamet 'Un matrimoni de Boston'
Anna Lizaran y Emma Vilarasau echan un puslo en la comedia de David Mamet 'Un matrimoni de Boston'

Ya somos, de golpe y para siempre, los que diremos “nosotros vimos actuar a la Lizarán”. La enorme Anita, salvaje y generosa, payasa y trágica, impúdica y sutilísima, con un talento más allá de toda medida y un corazón más grande que el Camp Nou. Qué escándalo, qué despilfarro. Tantos discípulos que ya no podrán aprender de ti, tantos espectadores que van a quedarse sin una nueva dosis de poesía y felicidad. Todas las obras que ya no harás, todas las películas en las que podrías haber actuado. Ha muerto Anna Lizarán y ha llegado el frío.

Teníamos que vernos. Teníamos que llamarnos. Está visto que no puede dejarse nada de un día para otro. Mi mujer te vio la noche de tu muerte. Hacía tiempo que no teníamos noticias. Te asomaste un momento a despedirte. Veíamos por televisión a Norma Aleandro en un episodio de En terapia, con Diego Peretti. Dijo: “¿Has visto? Ese gesto, esa mirada es de la Lizarán”. Vale, Anita Ariel, mensaje recibido. Y luego, a primera hora de la mañana, la desvelada crónica de Jacinto Antón, y en la cabeza un verso, como una jaculatoria, como un estribillo obsesivo, aquel verso de Chora, de Josep Maria de Sagarra: “Aquesta gràcia de la terra / no creguis que amb la mort hagi acabat”.

Cuánta gracia, cuánta vida, cuánto teatro. Ahora tendría que venir la enumeración de tus trabajos, pero no: demasiadas interpretaciones culminantes, no caben, desbordan este artículo como desbordabas tú el escenario, siempre en el tono, siempre en la verdad, en comedia y en drama. Dejémoslo en primera y última. La primera fue, en mi memoria, un triple deslumbramiento, La nit de les tríbades, La bella Helena, Les tres germanes, en aquel irrepetible Lliure del 78. En la última, Dues dones que ballen, de Papitu Benet, también en el Lliure, tragabas cincuenta pastillas bailando Something stupid. Decías: “Estoy harta de morirme, en las últimas temporadas ya me he muerto mucho”. Y era verdad: Forasters, Agost, Dues dones… Por eso te apetecía tanto hacer La Bête, pero ya no hubo tiempo. Querías volver a reír, tú, que te reías de la luna, que no concebías la vida sin risa, que cuando te preguntaron, muy serios, muy sorprendidos, por qué habías elegido Arsénico y encaje antiguo para tu debut como directora, respondiste: “Porque es muy divertida”.

Las grandes (la Espert, la Sardá, la Machi) sois tremendamente divertidas. ¿Te acuerdas cuando la Espert fue a tu camerino a llenarte de elogios, la noche en que os conocisteis, y tu te quedaste muda y al cabo de un rato contestaste “Creo que mañana me compraré una nevera”? Y aquella gloriosa borrachera durante la gira de Godot, cuando te levantaste en el bar con la irónica majestad de Tallulah Bankhead y le dijiste a Jesús Castejón “Esta noche iré caminando hasta el hotel”, y el hotel estaba enfrente, al otro lado de la calle. No cruces esa calle, Anita. Quédate un rato más, tómate la penúltima y cuéntanos otra historia. Vuelve a recordarnos los nombres de los perfumes y los alegres alcoholes que elegías para cada obra, un pequeño toque tras las orejas, un corto trago antes de salir a escena. Vuelve a decirnos que lo peor de Agost era estar tanto rato en aquella habitación tan alta, casi en los telares, sin poder orinar, y nosotros sabíamos que decías eso, humilde como todas las grandes, para quitarle importancia a la torrentera de plácemes. Vuelve a hablarnos de tus proyectos, vuelve a ponerte tu careta de perezosa incorregible, tú, justamente tú, que como cuenta Belbel eras incapaz de hacer una italiana sin echar toda la carne en el asador, como si cada ensayo fuera estreno. Escucha lo que dice de ti María Delgado en Contemporary Theatre Review: “Tenía la alegría de Judi Dench, el ingenio de Maggie Smith, la terrestre humanidad de Pauline Collins, la fiereza de Helen Mirren, la intensidad vocal de Fiona Shaw”. Sopla un viento fuerte, no te oigo, echas a andar, te nos vas hacia nuestro pasado, hacia el país de los grandes muertos y las grandes noches. La reina Lizarán acaba de efectuar su salida de escena y se dispone a entrar en el hotel, al otro lado del telón. De pie, señoras y señores.

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