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En el armario con los reyes gais

'Reyes sodomitas' recorre de forma amena y rigurosa siglos de intimidades en las cortes europeas El título no hace justicia al libro de Cabañas Agrela

Detalle de la portada de 'Reyes sodomitas'.
Detalle de la portada de 'Reyes sodomitas'.

Hay títulos que tiran para atrás, marginan al potencial lector o directamente lo excluyen. Este es un caso típico. Reyes sodomitas (Egales) de Miguel Cabañas Agrela (Madrid, 1965) es un buen libro desde varios puntos de vista: rigor de la escritura y la investigación, amplitud de fuentes, el tono que hace la lectura tan accesible como enriquecedora. Ya en la larga introducción, titulada La homosexualidad en su contexto histórico, el autor pone las cosas en su sitio: “quiero dejar constancia de que este libro no trata de demostrar nada, ni intenta desarrollar ningún tipo de tesis, simplemente se relatan hechos acaecidos hace muchos años, con el único objetivo de procurar al lector un rato agradable y distendido, y, si eso sirve para que, además, el lector saque alguna que otra conclusión, bienvenida sea”.

Es verdad que las peripecias de estos reyes y reinas (y algún que otro Papa) de la Edad Moderna dan para varios filmes sin tener que agregar nada de cosecha de los guionistas: sobra anecdotario, aventuras y desventuras. Los casos más llamativos quizás para el lector contemporáneo sean los de Jacobo I de Valois (llamado en su época El príncipe de Sodoma) y el de Jacobo I de Inglaterra, cuyas perlas aún hacen sonrojar a los historiadores británicos. No se quedan atrás Cristina de Suecia y Federico II de Prusia, al que se suele asociar en la iconografía tocando siempre una flauta, aunque la verdad es que manejaba otros instrumentos musicales.

Al final hay un capítulo, el décimo, que parte de Felipe II, a quien el autor califica de “rey antisodomita”, para adentrarse en varios casos descritos con prolijo detalle histórico y ambiental. Cabañas ha contestado a EL PAÍS sobre el proceso de investigación y otros de detalles jugosos.

PREGUNTA. ¿Cuánto tiempo invirtió en la investigación y qué le motivó la escritura del libro?

RESPUESTA. Tardé más o menos tres años en escribir el libro; aunque no trabajé ininterrumpidamente todo ese tiempo. La investigación la iba haciendo progresiva y particularmente con cada uno de los reyes a medida que iba avanzando; hasta que no terminaba de escribir y cerrar un capítulo no pasaba a investigar el siguiente. La motivación de escribir este libro fue totalmente fortuita: yo nunca pensé en escribirlo; andaba investigando y trabajando en la biografía de Isabel I de Inglaterra y las relaciones hispano-inglesas en el siglo XVI (mi tema de especialización) cuando la editorial Egales me lo encargó. Yo había escrito un artículo sobre el rey Enrique III de Valois para la revista La aventura de la historia, cuyo director me encargó que le redactara una separata con los otros reyes gais que había habido en la Edad Moderna; cuando fui a la librería Berkana a buscar bibliografía, Mili Hernández, su directora, me dijo: “¿Por qué no nos escribes un libro sobre reyes gais? ¿Te atreves?” –me retó-. Y yo no lo dudé ni un instante. “Eso sí” -le dije- “el libro habrá de versar solo sobre los reyes homosexuales que hubo en Europa y en la Edad Moderna, que es la época que yo más conozco; y será un libro de historia documentado, no una frivolidad, e irá con notas a pie de página, como es de rigor en un trabajo serio”. Nunca me pusieron objeción a ello.

P. En el apartado español, ¿se ha dejado en el tintero algunos casos jugosos?

R. No sé si jugosos, pero desde luego me he centrado en los casos más famosos, que más dieron que hablar desde el mismo momento en que se vivieron, y claro está, de los que más bibliografía hay, ya que mi investigación se ha basado solo en fuentes secundarias, no primarias. Seguramente habrá habido más príncipes, electores, dux, obispos, etcétera, en tres siglos de historia, pero si no hay nada escrito sobre ellos, sus jugosas historias se habrán ido a la tumba con ellos para siempre. Un caso llamativo que sí que no fui capaz de tratar por estar toda su bibliografía en sueco y que me dio mucha rabia fue el de Gustavo III de Suecia (1746-1792), de quien se dice que fue asesinado por su amante despechado en un baile de máscaras en su palacio de Estocolmo, suceso que más tarde inspiraría la ópera de Giuseppe Verdi Un ballo in maschera.

P. El caso más notorio es el de Jacobo I de Inglaterra, y lo cierto es que la historiografía no lo ha ocultado del todo. ¿Faltan cosas por contar de éste y de los otros reyes?

R. El caso de Jacobo I de Inglaterra es más que notorio gracias al trabajo que encontré del profesor de la Universidad de Iowa, David M. Bergeron, King James & Letters of Homoerotic Desire, en el que transcribe la correspondencia inequívocamente homoerótica entre este monarca y su último y más apasionado favorito: el duque de Buckingham. Pero a mi parecer, son bastante esclarecedoras también las biografías de Enrique III de Valois o de Federico II de Prusia, aunque no haya tantas pruebas escritas. Tanto sus excéntricas vidas como sus gustos personales representan señales de humo que nos indican que hay fuego detrás de ellas, aunque no lo veamos. Siempre faltarán cosas que contar en la Historia, si no, se dejaría de escribir.

P. Hábleme de la doctora Leonie Frieda como modelo de biógrafa y de Federico II, el rey músico.

R. En honor a la verdad, de Frieda solamente conozco la biografía de Catalina de Médicis editada en español por Siglo XXI en 2006. Pero lo tengo como libro de referencia para mis próximos trabajos por lo que lo disfruté y me apasionó. Yo tengo un lema que es que no hay novela histórica más apasionante que la Historia misma, sin más aditivos. No es necesario aderezar nada de lo que pasó, pues la realidad, supera a la ficción en la mayoría de los casos. Solamente se requiere de una buena predisposición para contarlo y eso le pasa a Frieda y a muchos otros investigadores e historiadores. Dos ejemplos, de los libros que me estoy leyendo en estos momentos: Stephen Greenblatt y su trabajo recién publicado por Crítica, El giro, o Giles Tremlett y su recientemente publicada Catalina de Aragón. Todos ellos tienen el denominador común de ser trabajos serios de investigación pero combinados con una manera amena y rica de narrar los hechos. Esto para mí es siempre mucho más enriquecedor e interesante que una novela histórica. Es un método de trabajo muy anglosajón que creo que en España, desgraciadamente, aún no se ha entendido.

De Federico II qué voy a decir que no haya dicho ya en mi libro: que fue un rey desde mi punto de vista ejemplar, porque supo combinar el sentido de la estética y el amor por la cultura con el buen gobierno y el poder. Hoy no se entiende cómo un rey que se tiene por tan ilustrado pudiera ser un híbrido entre el mejor de los filósofos y el mejor de los guerreros. Pero si echamos la mirada atrás, a la historia, todos los grandes personajes fueron así: Alejandro Magno, Julio César, Carlomagno, Abderraman III, los Reyes Católicos, Carlos V, Luis XIV, Catalina la Grande de Rusia, Napoleón, etcétera... Ser mecenas y guerrero no es ninguna contradicción.

P. ¿El título no resulta agresivo?

R. Sí, es verdad, a mí me resulta un poco fuerte, y a mucha gente también. Ha sido una de las críticas más recurrentes que he oído sobre mi libro, pero en mi descargo diré que me fue impuesto por la editorial que lo consideraba mucho más comercial. Probablemente, tenían razón.

* Reyes sodomitas. Monarcas y favoritos en las cortes del Renacimiento y el Barroco. Miguel Cabañas Agrela. Egales. Barcelona, 2012. 280 páginas. 20 euros.

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