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Woody Allen, cineasta en escena

El director Àlex Rigola estrena ‘Maridos y mujeres’ en el Teatro de la Abadía

Pase gráfico en el Teatro de la Abadía del montaje 'Maridos y mujeres', dirigido por Àlex Rigola a partir de la película de Woody Allen.
Pase gráfico en el Teatro de la Abadía del montaje 'Maridos y mujeres', dirigido por Àlex Rigola a partir de la película de Woody Allen.SANTI BURGOS

Curiosamente, el teatro siempre marcó de alguna forma la carrera de Woody Allen, un referente de la historia del cine. Como humorista y creador de sus propios sketches desde los 16 años el cineasta se pateó —antes de serlo— muchos escenarios. Sus inicios cinematográficos coinciden con su debut escénico como dramaturgo en 1967 con No te bebas el agua, que permaneció dos años en cartel en Broadway. Desde entonces ha escrito un buen puñado de obras —algunas las ha llevado al cine—, mientras varios guiones acababan en escena.

De estos intercambios se salvaba una de sus películas más elogiadas y una de las favoritas del propio Allen: Maridos y mujeres. Hasta ahora. Al menos eso cree el director teatral Àlex Rigola, que no ha encontrado referentes de que haya sido llevada antes al teatro. Se trata de una pieza escrita en 1992, cuando el director vivía una turbulenta relación personal con Mia Farrow y su hija.

Rigola, tan adicto a grandes y conocidos textos dramáticos, estrena el próximo jueves en el Teatro de la Abadía de Madrid, con el que ha trabajado en varias ocasiones, su versión escénica. “Es una de sus obras más bergmanianas, y eso me atrae, yo no me veo adaptando Balas sobre Broadway”, explica Àlex Rigola.

Maridos y mujeres posee una estructura muy escénica, se centra en pocos personajes, y para mí es uno de los guiones más sólidos de toda la carrera de Allen, pero no tanto como hecho cinematográfico, sino como hecho literario; hay un claro encuentro con Bergman a la hora de narrar las relaciones humanas, de pareja. Como el cineasta sueco, Allen es otro gran filósofo”, apunta el director. La grandeza y la particularidad de Allen reside, según Rigola, en que es un filósofo que aborda grandes temas de forma llana. “Habla de dónde venimos, en qué creemos, adónde vamos, de la vida, de la muerte, del amor… y lo hace no quedándose en una capa superficial, y acercándose y haciéndose entender por todos”. Y añade: “Diez páginas de Arthur Schopenhauer o de Kant son verdaderamente agotadoras, mientras que Woody Allen te habla de los mismos temas de manera muy comestible para todos los públicos; evidentemente en su carrera hay algunas películas un tanto superficiales, pero al mismo tiempo hay grandes obras de reflexión sobre el ser humano”.

Para transitar por esa introspección en el mundo de la pareja, que Rigola llega a calificar de “obscena”, ha escogido a seis actores de primera fila: Luis Bermejo, Israel Elejalde, Miranda Gas, Elisabet Gelabert, Alberto Jiménez y Nuria Mencía. Ellos y sus personajes, en vez de dirigirse a un hipotético terapeuta o psicoanalista, en esta propuesta escénica rompen la cuarta pared, comparten espacio con el público y terminan siendo los espectadores sus interlocutores. O sus psicoanalistas. “No es solo una propuesta escénica, es también un trabajo de cómo encadenar escenas y el juego de la representación”, apunta Àlex Rigola.

Una representación que se desarrolla en un espacio escénico creado por Max Glaenzel con sofás (el elemento que mejor representa a una pareja, más que la cama, según Rigola) formando un gran ring, que comparten espectadores y actores, una mesa hecha con una tarima de teatro donde se apoyan botellas de vino, que en realidad contienen agua: “Intentamos que la escena tenga toda la verdad posible, al tiempo rompemos distancias con el público y entramos en confesión con los personajes más íntimos, esos que hablan de amor y muestran un retrato obsceno sobre las relaciones de pareja, en las que a través de los conflictos matrimoniales subyace también la inercia vital y las inseguridades, sentimientos íntimos a través de los que todos podemos sentirnos vergonzosamente, o no, reflejados”, concluye Rigola, que en los últimos años ha estado al frente del Teatre Lliure de Barcelona y actualmente dirige la sección teatral de la Bienal de Venecia.

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