Michelle Jenner. La reina de la tele
Quería escapar del encasillamiento y lo logró en el cine. Ahora ha conquistado la pequeña pantalla como Isabel de Castilla. Esta es la crónica de un paseo con la actriz de moda mientras se renovaba la segunda temporada de la serie ‘Isabel’.
Resulta fácil sentirse como John Travolta en Pulp fiction llevando de copiloto a Michelle Jenner por las calles de Madrid. La actriz no es aquella chica del gánster que encarnaba Uma Thurman en el filme de Tarantino, de acuerdo. Tampoco uno va conduciendo un descapotable, ni se ha chutado heroína de gran pureza antes de ponerse al volante. Pero si tenemos en cuenta que Michelle es hija de Miguel Ángel Jenner, cuya voz dobló al castellano el afamado monólogo que Samuel L. Jackson recitaba en aquella película a sus víctimas antes de balearlas, más vale prestar atención a la carretera y no saltarse ningún semáforo. No vaya a ser que el señor Jenner se enfade y acabemos teniéndolo al otro lado del teléfono proclamando aquel pasaje bíblico del Libro de Ezequiel que no presagia nada bueno.
Como en toda escena tarantinesca que se precie, una buena banda sonora debería amenizar el trayecto desde el estudio fotográfico donde Michelle acaba de posar para estas páginas hasta su casa en el centro de la capital. Menos mal que Dylan siempre salva a cualquiera de un apuro. Nada más pulsar el aleatorio de canciones del reproductor musical del coche, rompen nuestro silencio los acordes de It ain’t me, babe. La voz enlatada de Dylan comienza a sugerir aquello de: “Dices que vas buscando a alguien / que te levantará cada vez que te caigas / para recoger flores constantemente / e ir a ti cada vez que le llames. / Un amante para tu vida y nada más…”. Y Michelle, todavía con sus carnosos labios pintados de rojo y la melena rubia recogida en una coleta tras la sesión de fotos, saca un vozarrón desde las entrañas para entonar el estribillo al ritmo de la música: “It ain’t me you’re lookin’ for, babe”[No soy yo a quien estás buscando, pequeña]. Michelle Jenner debe de tener mil y una formas de destrozar el corazón de cualquier hombre. Sin duda su voz cantando a media mañana, suave y ronca como un trago de bourbon, es una de ellas.
Días más tarde reconocerá que sí, que lo de cantar no se le da mal y le gusta hacerlo en privado. Dirá que por supuesto le gusta Dylan. Y los Beatles. Y Rufus Wainwright. “Pero ya no hay discotecas donde pinchen ese tipo de música, o al menos yo no las conozco. Suelo escucharla más en baretos. Por eso tampoco creas que últimamente salgo mucho de noche. Cuando lo hago, soy de cervecita o daiquiri de fresa, que me vuelve loca…”.
Me cansé de ser una lolita, aunque no pasa nada por ser ‘sexy…”
Mañana de invierno en las inmediaciones de una animada plaza del Madrid más castizo. Hemos quedado cerca de su casa para pasear. Por estas mismas calles saca Michelle normalmente a sus perros, Ringo y Audrey. Por estas mismas aceras también le han perseguido más de una vez los paparazis en compañía de alguna de las parejas que ha tenido. Que si ahora tiene pareja, que si ahora no la tiene… Con solo 26 años, hace ya tiempo que está en la pomada y su rostro angelical ejerce como imán para todo tipo de cazadores. Michelle cotiza al alza. No descarta la posibilidad de que algún perseguidor pueda estar siguiéndonos mientras caminamos contemplando a la ciudad desperezarse entre puestos de flores y camiones de carga y descarga.
Nuestros pasos nos llevan hasta el Palacio Real. De camino hasta aquí, un paseante despistado y ocioso ha pedido a Michelle que le tirase una foto por las inmediaciones de la plaza de la Villa. Unos pasos atrás, ella había parado en un quiosco para comprar un ejemplar de la revista Vogue, donde aparece ligera de ropa en una foto que Mario Testino tomó a un grupo de jóvenes actores españoles. En un principio queríamos bajar las escaleras que conducen a los vecinos jardines de Sabatini para sentarnos a charlar un rato, pero Michelle confiesa que nunca ha entrado en el Palacio Real y cambiamos de planes. Nos confundimos entre los turistas a media mañana por los majestuosos corredores palaciegos. Nada más entrar en el muy regio Salón de Embajadores o del Trono, con sus consolas rococó y sus leones de Bonuccelli, Michelle guiña un ojo. “Un poco recargado para mi gusto, prefiero algo más minimalista”. Y suelta una carcajada, suave y ronca como un trago de bourbon.
Parece unos años más joven de lo que es en realidad. Viste jeans ajustados, botas de piel bien curradas y un abrigo de tres cuartos sobre el que cuelga un pequeño bolso. Después de atravesar salas y salones varios, como las estancias de Carlos III, el Gabinete de Porcelana o el Comedor de Gala, los ojazos azules –que a veces parecen verdes– de Michelle se posan sobre una de las dos estatuas que flanquean la entrada a la capilla real del palacio. Y es entonces cuando Michelle se planta frente a la imponente imagen esculpida en piedra de Isabel la Católica. “¿Podré hacerle una foto?”, pregunta en voz alta mientras apunta la cámara de su teléfono móvil hacia la estatua. “¿Has visto cómo sostengo to el joyerío con la mano derecha? La verdad es que me va esto de la realeza…”.
Gracias a ella, Michelle Jenner se ha convertido por derecho propio en la reina de la tele. Su papel de Isabel I de Castilla ha sido el fenómeno televisivo de final de año. La noche del pasado 5 de noviembre, más de cuatro millones y medio de telespectadores presenciaron la boda entre los reyes Isabel y Fernando en Televisión Española (TVE-1) durante el horario de máxima audiencia. Aquel 22% de cuota de pantalla significó el sorpasso a La que se avecina, reina de la noche catódica de los lunes hasta el afianzamiento de Isabel. Desde entonces, esta intriga palaciega histórica ambientada en el siglo XV ha sido galardonada con el Ondas a la mejor serie española y ha renovado recientemente una segunda temporada con TVE, que comenzará a rodarse a principios del año que viene. Entre los muchos reconocimientos que ha cosechado, el crítico teatral de EL PAÍS Marcos Ordóñez estableció en este periódico un paralelismo con las ficciones históricas de la cadena BBC. Y sobre el papel protagonista de Michelle escribió: “Es una Isabel pletórica de fuerza y atractivo”. Pero este éxito de crítica y público pudo quedar olvidado en un cajón de TVE.
Transmite fragilidad
y a la vez fortaleza” Montxo Armendáriz
A finales de julio de este año, los jefes de la productora Diagonal TV tenían que tomar una decisión. Los 13 capítulos de la primera temporada de Isabel permanecían pendientes de estreno desde enero. Los complejos decorados comenzaban a desmontarse después de meses esperando noticias sobre fechas de emisión y la anhelada renovación contractual de una segunda temporada. Parecida suerte corrían las futuras secuelas de Cuéntame cómo pasó, Gran reserva y Águila Roja, otros emblemas de ficción de calidad en la cadena pública que quedaron en suspenso desde la llegada del Partido Popular al Gobierno. Las maltrechas cuentas de la corporación, cuyo presupuesto se ha visto mermado en casi un 40% (más de 200 millones de euros) con respecto a 2011, mantienen en vilo a puntales de TVE. Isabel consigue por fin estrenarse el 10 de septiembre. Roza el 20% de audiencia media en la noche de los lunes. El último episodio de la primera temporada, emitido el 3 de diciembre, vuelve a lograr el 22% de cuota de pantalla. Ha nacido una estrella. Michelle consolida su trono.
Mientras tenían lugar las recientes conversaciones entre los productores de Diagonal TV con TVE sobre la renovación de una segunda temporada de Isabel, su director, Jordi Frades, aclaraba por teléfono que siempre tuvo en su cabeza a Michelle para encarnar a la reina de Castilla. “Físicamente era la que más se podía parecer en su juventud. Y contaba con un factor muy interesante: una versatilidad emocional capaz de crear empatía con el público. A la vista está que, a pesar de tratarse de un personaje histórico tan complejo, lo ha logrado. La trama de la segunda temporada abarcaría hasta la conquista de Granada y la partida de Colón hacia América. De haber una tercera, desde el descubrimiento de América hasta la muerte de Isabel. Y, claro, nos gustaría que Michelle fuera la reina hasta el final… Al menos, de momento, hasta la partida de Colón”.
Salimos del Palacio Real. Algunos viandantes la reconocen. Otros no. En persona parece ni más ni menos que una chica normal y corriente de veintitantos. Menuda y guapa, desde luego. Pero no tanto como para intimidar o parecer inaccesible. Su frente prominente imprime carácter; los ojazos, con una mirada un tanto caída, cierto aire melancólico; el lunar de la mejilla izquierda es simplemente un imán para cualquier observador. Todo empezó para ella con un anuncio de flotadores.
Tenía solo dos años cuando protagonizó su primer papel. Hija de actor español de doblaje y de bailarina francesa afincados en Barcelona, la niña Michelle comenzó pronto a peregrinar con su hermano mayor entre castings cada vez que algún compañero del gremio de su padre requería niños para spots publicitarios. Ella siempre supo que no podía convertirse en otra cosa que actriz. Estudió hasta la selectividad en Barcelona y se matriculó en la escuela de interpretación de Nancy Tuñón. No llegó a terminar el primer curso. Tenía 18 años cuando recibió un aviso de su agencia de actores. El célebre director de casting Luis San Narciso andaba buscando por varias ciudades españolas una chica joven para un papel en una serie con aroma de pelotazo.
Sé que mi físico
no da, pero lo que más me gustaría es poder
hacer de mala”
Tres pruebas fueron suficientes para que Michelle se convirtiera en la Sarita de Los hombres de Paco. Fue su primer pasaporte al estrellato. Un dardo envenenado que también afianzó su imagen de eterna lolita. La novia en la ficción del yogurazo Hugo Silva acabó cansada de aparecer insistentemente en pantalla con top y braguitas. Las revistas masculinas posaron su objetivo sobre aquella muchacha de rostro inocente y cuerpo explosivo. Se convirtió en chica de carpeta. En carne de póster de taller mecánico. Corría el riesgo de encasillarse. “No me arrepiento de haber posado para revistas como Man o FHM. Era más jovencita y ahora quizá no lo haría, pero no pasa nada por ser sexy alguna vez… Después de cuatro años haciendo Los Pacos, me cansé del mismo personaje. No dejaba de ser una lolita. Quería demostrar que soy capaz de interpretar otros papeles”.
Lo logró. De la mano de un cineasta tan consagrado como Montxo Armendáriz. El director de títulos como Tasio y Secretos del corazón se atrevió a contar una desgarradora historia sobre los abusos sexuales de un padre a una hija. Y brindó a Michelle la oportunidad de interpretar en el cine su primer gran papel protagonista. Así fue como Michelle se convirtió en Silvia, sobre cuyos hombros pivotó la trama de No tengas miedo, un alegato sensible y aterrador contra el abuso de menores. “Hicimos pruebas para ese papel con chicas de entre 22 y 28 años”, recuerda hoy Armendáriz al teléfono. “A Michelle no la conocía y tan solo guardaba el recuerdo de su papel en Los hombres de Paco. En su primera prueba, la jefa de casting y yo nos quedamos dándole vueltas… A la segunda no tuve ninguna duda de que Michelle tenía que interpretar aquel personaje. Descubrí su capacidad para transmitir fragilidad y a la vez fortaleza. Me consta también que quería romper un poco la imagen que hasta entonces se tenía de ella para que no la encasillaran. A mí me demostró su capacidad interpretativa basada en la intuición y un talento para asomarse como actriz a relaciones humanas complejas”.
Aquella actuación bajo las órdenes de Armendáriz supuso para Michelle la candidatura a la mejor actriz revelación en la pasada edición de los Premios Goya, galardón conquistado finalmente por María León por su papel en La voz dormida. Con su también reciente papel en Extraterrestre, de Nacho Vigalondo, volvió a dar una nueva vuelta de tuerca de sí misma sacando su lado más cómico y extravertido.
Tras pasear junto a un manto de hojas caducas sobre un césped vecino del Palacio Real, buscamos refugio del frío en el Café de Oriente. Michelle pide un té rojo y duda unos instantes antes de rechazar la oferta de bollería.
–Aquellos papeles descubrieron otras caras suyas. Pero de nuevo, con Isabel, llegó el rol de princesita. ¿Le resulta difícil escapar de esa imagen ñoña?
–A ver, el físico siempre condiciona a un actor… A veces viene bien para conseguir ciertos papeles y a veces no. Pero bueno, a Isabel tampoco la veo tan princesita. Al principio sí, pero después va sacando carácter. Es un personaje histórico al que creo haber llegado a entender.
–¿Le resulta difícil hacer de mala?
–¡Hacer de mala es lo que más me gustaría! Sé que mi físico no da mucho, pero todos llevamos maldad dentro de nosotros.
–¿Qué cree que le falta para consolidar su carrera?
–No sé si una carrera llega alguna vez a consolidarse. Todavía me falta muchísimo. Con el tiempo, por otra parte, cuando llegas a los 50, resulta más difícil para una mujer encontrar papeles interesantes. No sé qué pasará en el futuro, pero si mi carrera fuera como la de Adriana Ozores, por ejemplo, a quien conocí en Los hombres de Paco, que lleva toda la vida y no para, sería feliz.
Dicho lo cual, uno espera a ver si Michelle quiere rematar la faena citando también la previsible galería de referencias actorales. Meryl Streep, Penélope Cruz… Pero no ocurre nada de eso. Michelle se planta en Adriana Ozores. Y parece sincera cuando lo dice. Es la misma sinceridad con la que admite: “La vida son etapas en el asunto del amor; ahora, en general, estoy contenta”. Su “amor platónico” sigue siendo el actor Ewan McGregor. Pero entre las relaciones que ha mantenido – por ejemplo, con el rockero Leiva, exmitad del dúo Pereza–, lo verdaderamente difícil para ella fue aguantar el férreo marcaje de la prensa rosa. Eso es lo que más le sobra de la fama. Y el acoso al que se ha visto sometida en las redes sociales.
Llegó a poner una denuncia por usurpación de la personalidad, a raíz de un anónimo que vertía en su nombre a través de Twitter todo tipo de opiniones que ella jamás suscribiría y comenzó a estrechar lazos con otros famosos por la misma vía. “Acabé abriéndome una cuenta oficial en Twitter porque la Red estaba llena de falsas Michelle Jenner diciendo todo tipo de barbaridades. El tipo al que denuncié llegó a hablar con gente del medio, con conocidos míos. Una vez me encontré con una modelo en una fiesta que me dijo: ‘¡Por fin nos conocemos después de tanto hablar por Internet!’. Jamás había contactado antes con ella. Lo que más me jodía de todo es que aquella persona escribía en mi nombre con faltas de ortografía. Pero vamos, lo importante es que acojona, te sientes desamparado y está fuera de control lo que puedan decir en tu nombre”.
Bien por vía digital o analógica, asegura estar al tanto de la actualidad. Aunque esta catalana reconoce no haber seguido con tanto interés el desafío soberanista de Artur Mas que ha encontrado en las urnas un revés tras los recientes comicios regionales. “Soy catalana, pero ciudadana del mundo. También me gusta sentirme un poco francesa por parte de mi madre. Y ahora que vivo aquí, sentirme de Madrid, de donde es mi padre. Lo de poner fronteras no me gusta nada”. Sí que le apasionó, en cambio, participar en el 15-M que aglutinó a los indignados de la madrileña Puerta del Sol. Michelle llevó comida a los acampados allí durante las protestas y trató de conocer a fondo sus reivindicaciones. “También visité el hotel ocupado de la calle de Carretas. Parece que con el tiempo estamos viendo que llega una revolución lógica, como en otros ciclos históricos. La putada es que no hay nada peor que el miedo. El miedo a que te quiten la casa o a estar en una manifestación y que te peguen una hostia”.
En la taza de michelle ya no queda té. Aprovecha para mostrar sus tatuajes más recientes. Un “Let it be” en la muñeca izquierda y un “Je t’aime” en la nuca. El primero fue un hada en la cadera derecha, fruto de un pacto con su madre. Cuando Michelle amenazó con hacerse un tatuaje, su madre advirtió que ella llevaría un piercing en el ombligo. Las dos cumplieron con el guion. Antes de abandonar el Café de Oriente y de que los camareros se despidan de Michelle gritándole “¡Adiós, Isabel!”, ella confiesa sentirse “medianamente feliz”. Y entorna sus ojazos melancólicos mientras dice: “Lo que más me gusta de todo es intentar ver la vida como la ve un niño. Ser curioso y dejarte fascinar, como cuando hemos entrado en el Palacio Real y me he encontrado con Isabel y Fernando”.
Michelle entra en una panadería exquisita en las inmediaciones de los jardines de Oriente. Compra un par de porciones de empanada y una torta de azúcar de aspecto irresistible. Y echa a andar de vuelta hacia su barrio. Sola, dando bocados a la torta y con ganas de ver la vida como la ve un niño. Algo debe de haber quedado en los ojos de la reina de la tele de aquel chavalín cuya voz dobló en La vida es bella, uno de los más de doscientos papeles que ha interpretado con su otra faceta, la de actriz de doblaje. Seguramente llegó bien a casa tras despedirnos. Su padre, Miguel Ángel Jenner, nunca llamó para recitar con tono amenazante aquella cita bíblica con la que el matón Samuel L. Jackson sermoneaba a sus víctimas antes de llenarles el cuerpo de plomo.
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