“Los periodistas somos yonquis de la adrenalina”
La exdirectora del suplemento literario 'The Guardian' publica su primera novela, '¡La exclusiva!'
Hace cuatro años, Annalena McAfee decidió abandonar el periodismo, la profesión que había practicado durante toda su vida, y pasarse a la literatura. “Apres moi, le deluge [después de mí el diluvio]”, dice con sorna cuando recuerda el momento en que dejó el suplemento literario de The Guardian, que había fundado y dirigido durante seis años, colofón de una carrera que arrancó en la prensa local. Tras pasar por Time Out, The Sunday Times, The Evening Standard llegó a directora literaria de The Financial Times. Ahora ha publicado su primera novela, ¡La exclusiva! (Anagrama / Empúries), que, parece obligado, es una historia de periodistas haciendo periodismo.
McAfee está casada desde 1997 con el escritor Ian McEwan, “un fantástico editor casero” a quien culpa de esta conversión, y también cree que una de las buenas cosas del oficio de periodista es que “uno adquiere una disciplina”. “Estamos habituados a trabajar, no somos uno de esos poetas que esperan la inspiración, y esto ayuda. Aunque cuando la pieza más larga que has redactado es de 4.000 palabras, escribir 100.000 no es lo mismo, y también notas la ausencia de la presión del cierre, porque los periodistas somos yonquis de adrenalina y sabemos que cuando se acerca la hora del cierre se produce el milagro, lo que no sucede con una novela. Yo tenía un buen ejemplo en casa, mi marido es muy disciplinado, él me animó, y es su culpa si he escrito esta novela”.
¡La exclusiva! cuenta la historia de Honor Tait, una vieja dama del periodismo a punto de convertirse en octogenaria, conocida en la profesión como una mujer de “alto cociente intelectual con escote bajo”, que ha estado en todas las guerras y entrevistado a personajes decisivos en el momento oportuno, como el general Franco una semana antes del golpe de estado de 1936, que ha mantenido relaciones con tipos como Jean Cocteau y coqueteado en Hollywood con Frank Sinatra, justo cuando este comenzaba su idilio con Ava Gardner, además de haber cubierto el horror de los campos de concentración o la guerra de Vietnam. La publicación, para pagar deudas, de una colección de sus artículos la lleva a ser entrevistada por Tamara Sim, una joven ambiciosa e inculta de 27 años, que trabaja para una revista del corazón y a la que este encargo de un prestigioso suplemento cultural le permitirá demostrar —y demostrarse a sí misma— que tiene lo que hace falta para triunfar en el oficio.
La novela se sitúa en los últimos años del siglo pasado, “cuando Internet solo parecía una moda pasajera” y los grandes periódicos todavía eran un magnífico negocio. Ahora se han confirmado los peores temores y el futuro del periodismo es una incógnita “aterradora”. “Siempre habrá un apetito por el periodismo de calidad. Necesitamos el periodismo de investigación para controlar a los poderosos, descubrir a los corruptos, pero no sabemos cómo pagar por ello. En un futuro no muy lejano —espero— algún genio encontrará el sistema de monetizarlo. Hay buenos periodistas dispuestos a seguir haciendo su trabajo y espero que esta tradición siga funcionando para nuestra propia supervivencia. Sería muy triste ver, por ejemplo, cómo el periodismo cultural se transforma en el sistema de puntuación por estrellas de los clientes de Amazon”.
En la novela, McAfee no toma partido por ninguna de las protagonistas, se sirve de ellas para dibujar un retrato implacable y tremendamente divertido de la profesión. “La mayoría de los periodistas hubieran querido escribir novelas”, asegura, “pero casi ninguno puede hacerlo porque tienen que seguir pagando el alquiler. Creo que fue Mark Twain quien dijo algo así: una gran tormenta crea a un artista; el amor de una madre, un poeta, y 25 dólares a la semana hicieron de mí un periodista”. Por eso tampoco le gusta mitificar una supuesta edad de oro ya desaparecida. “Todo el mundo que alcanza una cierta edad tiende a pensar que la edad de oro, por coincidencia, se produjo durante su juventud. Ahora pasamos por un periodo muy interesante, porque Internet ha hecho posible una gran difusión. El problema es que con toda esta enorme oferta y posibilidades hace falta criterio para seleccionar y ahí es donde es más necesario que nunca el papel de los periódicos”.
Pero es implacable con ciertas prácticas de esta profesión y no cree que sea mejor que la de político. Recuerda el gran escándalo que se montó sobre las dietas y cuentas de gastos de los diputados británicos. “Muchos políticos tienen mala prensa y lo cierto es que bastantes periodistas ganan más que los diputados y también pasan gastos. Era una forma de vida en el periodismo y nos creíamos con este derecho”.
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