Una bomba de percusión
La bomba de tiempo, una suerte de banda argentina de improvisación y baile, revoluciona Buenos Aires con su apabullante alarde de ritmos 'afro'
A pocas cuadras de la casa que Carlos Gardel compartió junto a su madre Berta, en la zona del Abasto, cuna del tango en la que además Ovidio José Bianquet se consagró como el mejor bailarín del género, donde se erradicó el director Osvaldo Pugliese, y de la que es nativo el mayor bandoneonista de Buenos Aires, Aníbal Troilo, el golpe del tambor convoca al trance todos los lunes en el Centro Cultural Konex, mientras el barrio, hoy reducto de la colectividad judía y de los peruanos que llegaron acá en los noventa, se sumerge en el ocaso taciturno. Si bien la megalópolis rioplatense, a diferencia de la vecina Montevideo, poco o nada reconoció el heraldo de sus ancestros africanos, al punto de que todavía hoy el tema es motivo de tabú, desde 2006 un cazador blanco de corazón negro, y de apellido español, se ha esmerado en introducir a la ciudad en el mapamundi tribal. Santiago Vázquez no sólo es uno de los mayores referentes de la camada de músicos creativos locales de la última década, sino el hacedor y director de La Bomba de Tiempo, la orquesta que ha despertado el interés e inculcado la pasión por el matusalénico arte de la percusión en la actual generación de artistas y público en esta parte de occidente.
“Siempre me llamó la atención el rol que ocupa la percusión en el encuentro de la gente. En Brasil con el carnaval y los blocos o en Uruguay con el candombe, la comunidad gira alrededor del ritmo y del baile”, explica Vázquez. “Era un poco de envidia sana en el sentido de aprender de todo eso, y preguntarme cómo se podría hacer para que en Argentina ocurriera algo de esta naturaleza sabiendo que carecemos de una tradición cultural afro propia. Así que, más que copiar un estilo, analicé qué cosas funcionaban a manera de eje de esa reunión, y lo que detecté es que surgen de expresiones sonoras muy sedimentadas por el paso de las generaciones. A pesar de eso, la masa siente que esa música es suya, que está viva”.
Aunque posee los argumentos de una orquesta, incluyendo a un director, que generalmente suele ser su creador, su noción parte de la improvisación
Si bien La Bomba de Tiempo posee los argumentos de una orquesta, incluyendo a un director, que generalmente suele ser su creador, su noción parte de la improvisación. “Eso te obliga a involucrarte fuertemente con lo que está pasando en el momento, con ese lugar y las personas que están presentes. Pensé que podría generar esa sensación de pertenencia de los folclores, aunque sin su síntesis. Entonces introduje un sistema de señas, pues ya tenía experiencia en eso, para condensar los diferentes conceptos rítmicos que fui aprendiendo”.
El percusionista, que simultáneamente lleva adelante el conjunto de jazz Puente Celeste y el laboratorio groove La Grande, recolectó 120 señas que compartirá en un diccionario que saldrá a la venta próximamente. “Será el primero”, advierte el exponente que vivió en España, junto a su familia, durante la última dictadura militar argentina, donde aprendió a tocar la batería a los 10 años. “Existen lenguajes de señas en el mundo, pero tienen que ver con diferentes cosas. No hay ninguno que haya hecho foco en lo rítmico y en lo popular, desde el punto de vista del baile. En ese sentido, me interesaba que fuese acotado, y que, a partir de la combinación, lograra muchos resultados”. Al mismo tiempo que desarrollaba su bitácora sonora, el Guardiola del beat convocó a colegas con experiencia frente a la batuta para conformar la alineación del ensamble, que tiene en el senegalés Cheikh Gueye a su único importado. “Comencé llamando a 11 porque vi la relación con el fútbol, y me imaginaba a un grupo grande, que tuviera bastante secciones. Sin embargo, después me di cuenta de que el número óptimo de sonidos en el escenario era de entre 13 y 14. Debido a que los músicos que elegí son profesionales, y tocan con otros, para que el promedio fuera de 14, terminé convocando a 17”.
Incluso el equipamiento de La Bomba de Tiempo se ajusta a la realidad y ubicación de las orquestas. “Hemos ido buscando con el tiempo, dentro de ese concepto, instrumentos que provean varios matices, que tengan los medios, los graves y los agudos, que ofrezcan diferentes funciones y accesorios, que suenen a un nivel parecido, que sean prácticos en un escenario, que puedan tocar con o sin amplificación, y que se acoplen bien en vivo”, describe Santiago. “Aunque toda la instrumentación está aunada por la tradición afro, hay cosas afrorioplatenses, uruguayas, también incluimos el djembé, que es de África propiamente, las congas, que son afrocubanas, y tambores afrobrasileños como el surdo”. Una vez que el conjunto está listo para iniciar la sinfonía tribalista, el resultado puede tirar hacia cualquier lugar. “Un concierto de improvisación es un registro de esa época. Si ensuciamos la música, falseamos la energía del juego. No somos el Dream Team que ganó las Olimpiadas, sino los Harlem Globetrotters. Éste es un espectáculo que a veces puede sonar a drum and bass o a los Balcanes. La intención no es caer en los folclores que ya existen. El rock, el jazz, el funk y la electrónica sirven de influencias”.
A veces puede sonar a 'drum and bass' o a los Balcanes. La intención no es caer en los folclores que ya existen
Cada show del grupo atrae hasta tres mil espectadores. “El Konex fue el primer lugar que pensé para esto porque uno de los elementos importantes para las fiestas de percusión en cualquier lugar del mundo tiene que ver con el espacio abierto y el público. Si bien es un centro cultural, está muy próximo a una plaza. El pico del sitio lo da la capacidad del lugar. No obstante, hemos tocando también en microestadios para más gente y en festividades populares del tamaño de la celebración del Bicentenario argentino”. Además de los lunes, en los que convoca a un músico invitado, relevante y de diferentes estilos, para que le acompañe, La Bomba de Tiempo, que en 2007 grabó un intitulado disco en vivo y está preparando ahora otro de estudio, organiza fiestas en la trasnoche de los sábados una vez por mes, y desde hace poco empezó a girar por el interior del país y ya llegó a Brasil. Pese a que no ostenta el corte social de Paracatum, la escuela de música de Carlinhos Brown, la orquesta dio pie para la concepción de un centro de enseñanza dedicado al ritmo, CERBA. “Comenzó como semillero de posibles reemplazos, pero tomó un rumbo distinto porque el ritmo es algo tan abstracto que se puede aplicar a varias disciplinas de la vida, de la economía a la biología”.
Babelia
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