Despierta el terrible circo de José Emilio Pacheco y Vicente Rojo
Artista y escritor presentan 'Circos,' primero un libro editado en México con poemas y fotografías, ahora una exposición en Madrid
De alguna manera todos somos payasos desenmascarados, domadores persuasivos, ilusionistas solitarios, feroces pulgas o Niñas-Boa… lo somos cuando el circo duerme, de noche. Al menos así lo creen dos grandes poetas, uno de la palabra y otro del color y las formas, que han decidido evocar las sombras del "mayor espectáculo del mundo" para despertarlo del sueño. De la amistad entre José Emilio Pacheco (México, 1939) y Vicente Rojo (Barcelona, 1932) nace Circos, primero un libro editado en México con poemas de Pacheco, obras de Rojo y fotografías del hijo de este último y ahora una exposición en Madrid. Los atroces y desgarrados poemas de Pacheco frente a las geométricas maquetas y guaches de Rojo. En la galería Freijó Fine Art, a partir del 20 de septiembre, se conocerá por primera vez en vivo este singular proyecto poético-plástico.
Angustias Freijó Mouliaa, galerista que se ha encargado de traer a España estas piezas, le debe a su vieja amistad con Vicente Rojo la primicia de un proyecto que nació en 1994, cuando ediciones ERA publicó El silencio de la luna de José Emilio Pacheco. Es en ese poemario donde aparece por primera vez Circo de noche. A Rojo le apasionó y le propuso a su viejo amigo responderle con Circo dormido. “José Emilio hace un circo terrible, el circo de una sociedad áspera y dura”, explica Angustias Freijó. “Son los poemas de desesperación de nuestra realidad. Y Vicente le responde con sus visiones arquitectónicas: solitarias, efímeras”.
La niñez y la amistad se cruzan en Circo de noche y Circo dormido. La niñez perdida de dos viejos amigos que se conocieron en México en los años cincuenta. También, los sueños perdidos en la pista de un circo que Pacheco describe como grotesco espejo de una condición humana corrupta y varada. Los rojos, amarillos y azules con los que Rojo tinta al payaso o la trapecista solo acentúan más la tristeza de un poemario plagado de desesperanza (“Oigan lo que les digo: de verdad/ la convivencia es imposible”) en la que no hay tregua ni para los payasos (“Por los payasos habla la verdad./ Como escribía Freud, la broma no existe:/ todo se dice en serio”), ni para los dueños de la gran pista de este circo (“El gran tema del mundo es la venganza./ Me haces algo, contesto, me respondes. / Perpetuamos el ciclo interminable. / y si alguien se atreve a interrumpirlo / será siempre marcado a fuego y hierro / con el terrible epíteto: cobarde. / ¿A quién honran los pueblos y las artes? / Al que deja montañas de cadáveres / para salvarlos de su error: ser distintos”).
Babelia
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