YouFest: estrellas con red
Colgar un vídeo en YouTube puede ser la tabla de salvación para muchos artistas. Madrid acoge este mes el YouFest, el primer festival de estas estrellas que brillan gracias a las visitas en la Red. Estas son algunas de sus rocambolescas historias.
A Rico Diessner se le están escapando todas las burbujas de la cerveza de tanto hablar. Este berlinés, cuarentañero y trotamundos, lleva ya un rato tratando de explicar cómo ha acabado en esta cafetería de un hotel madrileño; ha tenido que remontarse a 1991. “Tenía 20 años y había decidido vagar por el mundo sin un trabajo estable. Fui malabarista en Japón y profesor de buceo en Tailandia. Hasta que me di cuenta de que, por qué no, podía ser músico callejero. Había aprendido a tocar el piano cuando era pequeño, aunque no era especialmente disciplinado. El piano no me lo podía llevar a cuestas, pero si me compraba una guitarra podía vivir de canciones de los Beatles y alguna mía. De repente, era cantautor. Con la música pasé por Canadá, México, Canarias, California… Hasta que me entró la crisis de los 30 y volví a Berlín. Y conocí el artefacto. La loop station [o estación de bucle, máquina capaz de repetir patrones musicales mientras se toca sobre ellos]. Podía esculpir y pintar música. En tiempo real. Creatividad desinhibida. Fue totalmente adictivo. De 2004 en adelante, me lo llevaba cada domingo a la Boxhagener Platz. Y me hice un poco famoso. Pero no contaba con que me viera el mundo entero; resulta que la gente que me apuntaba con el móvil me estaba grabando y subiéndolo a una cosa que llamaban YouTube. Y de repente esa palabra se la estaba oyendo a los organizadores de festivales en India, Rusia o EE UU, que me invitaban a tocar con ellos. Mi proyecto empezó a crecer muy poco a poco. En 2007, decidí abrir mi propio canal en YouTube. Ahora ya no es un proyecto. Es mi trabajo”.
Lo que encierra esta historia son los cimientos de una fábula mucho más universal y muy actual. La del aficionado que exhibe su talento por Internet y termina convertido en profesional gracias al apoyo popular. Rico Diessner es ahora Rico Loop, un habitual de los festivales de música alternativa del mundo, pero dista mucho de ser el único. No son necesariamente famosos, ni mueven las masas. Son gente corriente con talento excepcional a los que YouTube ha lanzado a la fama sin promoción ni estrategias. Han roto las normas del juego de la fama. Los hay abrumados y los hay hambrientos. Pero todos tienen la misma seña de identidad: una primera y accidental generación de estrellas creadas en el salón de su casa.
Los hay críticos de moda y de cine. Los hay famosillos de su público. Pero en su mayoría son músicos. Las discográficas han tomado nota. “Se pueden crear fenómenos de YouTube: ahí están Justin Bieber y, en menor medida, Greyson Chance, dos estrellas del pop actual que, de no ser por Internet, ahora mismo estarían estudiando en su casa. Pero para llegar al estrellato hace falta todavía la intervención de un grupo profesional”, dice Simon Wheeler, director de contenidos digitales de Beggar Records. “Lo cual no quiere decir que no hayamos reparado en una nueva clase de profesionales que se filtran por nuestros engranajes y triunfan por su cuenta, como si la oferta musical fuera un reality enorme en el que la votación del público decidiera quién llega lejos o no”.
Han roto las normas de la fama. Pertenecen a una primera generación de estrellas creadas en el salón de casa
Si Rico Loop ha triunfado a base de pequeños vídeos, Jesús Segovia y Choi Sung-Bong cuentan una historia muy diferente. De edades prácticamente idénticas, fueron descubiertos, prácticamente a la vez, de sopetón. En continentes bien separados y con resultados totalmente opuestos. A Segovia, murciano de 22 años, le cambió la vida una tarde de domingo de mayo de 2011 que fue a un McDonald’s. “Acababa de terminar mi último examen de la carrera de Turismo y estábamos aburridos, cuando mi primo vino con una idea para hacer el gamberro”, recuerda. La idea era coger el coche y plantarse en ese mostrador que tienen ciertos establecimientos para hacer pedidos desde el vehículo. Solo que en lugar de hablarlo, iban a cantarlo. “Quiero un menuuuu Big Mac con patatas DeLuuuuxe”. El gag era un clásico de YouTube, donde se veían variaciones del mismo chiste en diferentes ciudades estadounidenses desde hacía años. Pero cada versión funcionaba como si fuera nueva, porque la cercanía es un grado en YouTube. Jesús debía saberlo; hacía seis años que tenía su propio canal, Xuso Jones, en el que volcaba grabaciones caseras de sus propias canciones. Había acumulado un par de cientos de miles de visitas; tenía claro que su futuro iba por ahí.
“Llegamos al McDonald’s, mi primo puso el trípode y lo hicimos. Salió de maravilla y nos acordamos de YouTube. Lo dejé subiéndose a las tres de la mañana. A las 12.30 del día siguiente tenía ya 100.000 visitas. Mi Facebook y mi Tuenti estaban llenos de mensajes”. El vídeo no paró de sumar espectadores. Llegó al millón de visionados. Llamó la prensa. Otro millón de visionados más. Llamaron agencias de publicidad. Dos millones. Rozaba ya los cuatro cuando Jesús Segovia cumplió su sueño: un contrato con Universal Music, que le ha tenido este verano en Los Ángeles grabando su primer disco. “Lo de McDonald’s sirvió para que la gente viera mis otras grabaciones y entendiera que soy un cantante”.
El coreano Choi Sung-Bong también perfeccionó otro género conocido de YouTube, aunque él ignoraba hasta la plataforma cuando irrumpió en los ordenadores del mundo entero. Él solo se presentó, el 6 de julio de 2011, a las pruebas del reality musical Korea’s got talent. Primero cargó el ambiente con la retahíla de miserias que había sido su vida: abandonó un orfanato con tres años para no recibir más palizas; a los cinco, comenzó a vender chicles y refrescos; ahora le robaba horas al sueño para sacarse el graduado escolar. Entonces rompió a cantar y todo lo que había contado se difuminó. El chorro de voz que salió de su garganta era tan puro, tan preciso, que conmovió a toda la sala. Un mes después tenía 60 millones de visitas. Pero no le interesa seguir una carrera musical. “Desde que me hice famoso, que es algo que me da mucha vergüenza, me han invitado a hablar ante un montón de ONG”, contaba este verano en Madrid. “Me dedico a viajar por el mundo y dar ánimo a niños que no lo tienen fácil. Con leucemia o sida. Ahora me voy a África. Quiero cantar, pero tengo otras prioridades. No he firmado con ninguna discográfica. Entiendo que esta oportunidad que se me ha dado es para hacer otras cosas”.
No agües la fiesta ni comercialices el fenómeno que han creado otros. Busca algo nuevo” Rick Astley
Rick Astley volvió a la vida a los 43 años. Llevaba casi 20 retirado y alejado de su pasado como cantante del pop británico más hortera de los ochenta cuando la mala baba y los criterios aleatorios de Internet le pusieron de moda: en 2008 empezaron a propagarse los llamados rickrolls, una broma para entendidos que consiste en engañar a alguien para que pinche un enlace que lleva al vídeo de su éxito de 1987 Never gonna give you up. Astley fue listo para aprovechar la corriente: “Te puedes reinventar o, como yo, entrar al trapo. Pero no agües la fiesta. No reedites tu single de 1987 otra vez. No digas que eres tú el que se ha puesto de moda. No comercialices el fenómeno que han creado otros. Busca algo nuevo que decir”. Así se convirtió en una de las señas de identidad de YouTube. Fue invitado a cantar en eventos como el desfile de Acción de Gracias de Nueva York ante 30 millones de telespectadores; a dar giras de nuevo por Australia y Sudáfrica, y a cantar, junto a los otros citados en este reportaje, en el festival español YouFest, que se celebra los días 28 y 29 de septiembre en Matadero y la sala La Riviera de Madrid.
Babelia
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