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Julio Cortázar en el matasellos

La edición integral en cinco tomos de las cartas del escritor ayuda a reconstruir su vida personal y el proceso de elaboración de algunos de sus libros mayores

El escritor argentino Julio Cortazar.
El escritor argentino Julio Cortazar.

Julio Cortázar se sentaba ante la máquina para escribir sus cartas y dejaba correr “el vasto río de los pensamientos y los afectos”. No le gustaba, sin embargo, guardar copias: “Hay que conocer muy mal a los cronopios para imaginar que guardan cartas”, le dijo en 1962 al director de cine Manuel Antín. En sus misivas, Cortázar contaba a sus familiares, amigos, editores y traductores un sinfín de vaivenes personales, la creación de sus libros, anécdotas de viaje, opiniones políticas o literarias: el reflejo de su época y su generación intelectual.

Estas Cartas (Alfaguara) llegan en forma de una edición aumentada (con más de 1.000 cartas nuevas), ampliamente corregida y completada. Quien recorra este auténtico legado epistolar del autor de Rayuela asistirá por primera vez no solo a la gestación de algunos de sus libros mayores (Bestiario, Historias de cronopios y de famas o el propio Rayuela), sino también al nacimiento, consolidación y final del boom de la literatura latinoamericana, del que se cumplen 50 años.

Después de la publicación en 2009 de Papeles inesperados, una colección de capítulos de libros, prólogos, artículos y cuentos inéditos hallados un día en una vieja cómoda, Aurora Bernárdez y Carles Álvarez García se propusieron corregir y aumentar, mediante un exhaustivo rastreo, los tres tomos ya publicados con la correspondencia del escritor argentino. El resultado son estos cinco volúmenes con más de 3.000 páginas que se leen como un diario o un relato autobiográfico.

Muchas de estas cartas ofrecen detalles específicos del mundo cortazariano. Una vez Paul Blackburn, su traductor al inglés, le preguntó de dónde salieron los cronopios, “esos seres arquetípicos que se oponen a la fama”. Y el escritor respondió: “¿Cómo puedo saberlo? Yo estaba en el Teatro de los Campos Elíseos escuchando música y llegaron los cronopios. Simplemente llegaron, en cuerpo y alma. La única diferencia con la forma definitiva es que al principio eran más bien algo parecido a globos verdes y húmedos. Sus características humanas aparecieron después”.

Hay, también, reclamos cariñosos. Cortázar le dice al editor Francisco Porrúa: “Hasta hace poco el silencio tenía un solo nombre en español, ese. Ahora se llama Porrúa, existe un silencio Porrúa, yo vivo desde hace un mes envuelto en una gran masa de silencio Porrúa. (...) Me basta mirar el abigarrado montón de mi fan-mail y las facturas a pagar para darme cuenta de que siempre hay un agujero cuadrado entre tantos colores, el silencio Porrúa con su estampilla de viento. (...) ¿Vos realmente podrías explicarme qué carajo pasa? Pero tomaré la delantera, te aplastaré con la arrolladora fuerza de mi generosidad, te escribiré una larga carta llena de consultas, dándote trabajo, obligándote a pedir expedientes y archivos, a dictar telegramas, a consultar asesores, te privaré de tu cafecito de las diez y media y de tu cinzano con bitter de las once y veinticinco. (...) Ahora me estoy divirtiendo mucho con Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, que trata del ambiente habanero que conocí bastante a fondo”.

Y hay, además, cartas y tarjetas postales dirigidas a Aurora Bernárdez, viuda y albacea de Cortázar, algunas respetuosas, algunas divertidas y otras sobre los trámites de su divorcio. Los tomos incluyen índices onomásticos y notas al pie con los datos relativos a publicaciones bibliográficas y hemerográficas.

Carles Álvarez explica que en estos cinco volúmenes se muestra “cómo fue la construcción del individuo desde varias perspectivas: la ideológica, la estética, la sentimental... Sin llegar nunca (o muy raramente) a la confesión íntima (...) A mí me divierten las trifulcas con algunos editores y las discusiones con algunos traductores, pero si hubiera que destacar un rasgo dominante es el de la amistad que en muchos casos sobrevive décadas y en otros pocos se interrumpe súbitamente y sin mayores explicaciones”.

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