Robert Redford se pierde
Robert Redford, además de ser un espléndido actor que llenaba la pantalla y de poseer el encanto y los atributos de las verdaderas estrellas, no se resignó a disfrutar de los privilegios que le otorgaba esa condición sino que aspiró a ampliar su universo convirtiéndose en el mecenas del cine independiente estadounidense y dirigiendo sus propias películas. Lo ha hecho frecuentemente desde que en 1980 realizara Gente corriente, que triunfó comercialmente y logró un montón de oscars. Pero así como el Redford actor siempre estuvo inspirado, el Redford que cuenta historias con la cámara y que pretenden ser complejas, profundas, críticas o líricas nunca ha conseguido a mi juicio una película redonda. Los planteamientos de estas acostumbran a estar por encima de su desarrollo, es un eterno quiero y no puedo. En The company you keep no solo ha buscado un reparto de lujo, integrado por excelentes actores y actrices a punto de entrar en la tercera edad, como Julie Christie, Susan Sarandon, Nick Nolte, Richard Jenkins, Brendan Gleeson, Stanley Tucci y Chris Cooper, sino que confiando en su ancestral imán para la taquilla, o porque estaba convencido de que era el actor más adecuado para dar vida a ese personaje, la protagoniza él. Y es un error importante. Redford, que tiene 76 años y debe llevarse muy mal con su vejez, ya que su rostro denota las barbaridades que ha cometido en él la cirugía estética que ha privado de expresividad a un actor que la poseía a raudales, interpreta a un viudo que tiene una hija de 10 años, hace footing con actitud pretendidamente juvenil, perteneció en su juventud a un grupo de activistas radicales que trataron de dinamitar el sistema recurriendo a los atracos a bancos, matando a un policía, amenazando seriamente al Estado. Nos cuentan que eso ocurrió 30 años antes. Pero si hago inevitables cuentas resulta que el subversivo juvenil del que me hablan y al que encarna Redford tenía entonces 46 años. Qué peligro la actitud de querer engañar al tiempo, de intentar parecer el antiguo Redford cuando ya eres un anciano, de desafiar a la lógica con el peligro de hacer el ridículo, de que el espectador de entrada no se crea a la persona que pretendes encarnar por mucha energía física y vitalismo mental que quieras imprimirle.
The company you keep describe el acoso del FBI hacia aquellas personas que cometieron delitos treinta años atrás, la identificación y persecución de los integrantes de aquel grupo, gente que se dispersó y ha vivido camuflada en nuevas personalidades desde entonces, que se ha integrado como ha podido en la sociedad que alguna vez pretendieron cambiar o destruir. El tema es muy interesante, pero la realización es plana, la monotonía narrativa arruina el misterio. Y es un placer ver y escuchar a tantos actores y actrices gloriosos, pero la dirección de Redford no consigue implicarte emocionalmente en una trama que daba para mucho, entre gente amenazada por su pasado, que ve cómo se derrumba el mundo que ha construido laboriosamente y debe pagar por lo que cometieron en su antigua identidad.
En su nuevo filme, ‘The company you keep’, se rodea de grandes actores
Recuerdo el esfuerzo visual que tenía que hacer para distinguir las imágenes en las primeras y para mí irritantes películas del director filipino Brillante Mendoza. La luz sombría lo inundaba todo aunque fuera de día y no veías nada cuando era de noche. Afortunadamente su última entrega, titulada Sinapupunan, está llena de luz, muy bien utilizada reflejando la vida en un pueblo de pescadores. Los protagonistas son un matrimonio que lleva su dura supervivencia con amor y alegría, pero que tienen la desgracia de no poder concebir un hijo por la infertilidad de ella. Ayudados por sus compresivos y generosos vecinos deciden comprar una nueva esposa que haga posible su mutuo deseo sin que ellos tengan que separarse. La historia está bien contada, personajes, rituales, situaciones denotan autenticidad, pero tengo que apartar los ojos de la pantalla en varias ocasiones debido al excesivo amor al naturalismo del director, como en una larga secuencia en la que vemos un parto en primer plano o en el explícito degollamiento de un toro. No me resulta apasionante esta película pero sí curiosa. Algo que en mi caso es sorprendente debido a la razonada fobia que me ha despertado siempre la obra de Brillante Mendoza.
El tema interesa, pero la relación es plana, se arruina el misterio
La película belga La cinquième saison, hablada en flamenco, comienza con un plano fijo e interminable de un señor hablando con un gallo. Cualquier espectador experimentado en cine festivalero sabe que es el momento de irse, que lo que te espera va a ser terrorífico. Pero cometo el error de quedarme y asistir a las cuatro estaciones del año en un pueblo flamenco que está estancado en otra época. No ocurre nada que te merezca la atención, aunque los habitantes de este lugar tengan la certeza de que va a llegar el apocalipsis y que los culpables son algunos de sus vecinos. Es una película infame en la que no puedes entender las razones de su selección. Como tantas otras. Como la mayoría. Y si las entiendes, el cabreo aumenta.
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