_
_
_
_
_

¿Quino anda ahí?

El papá de Mafalda acaba de cumplir 80 años y presenta un libro sobre el miedo

“¿De qué me arrepiento? De haber postergado muchas cosas por querer llegar a ser un dibujante. Dejé de conocer cosas y personas por estar encerrado dibujando, pero, bueno, gracias a eso llegué a ser más o menos lo que soy hoy. También de haberme ofendido por motivos que no valían la pena —cuando uno es joven es más calentón— y de no haber estudiado más dibujo”, sintetiza Quino (Mendoza, 1932), el papá de la archifamosa Mafalda, a pocas calles del Obelisco de Buenos Aires, ante su escritorio: un tablero de dibujo rodeado de retratos de afectos, libros y sol, que ha ordenado meticulosamente. El humorista gráfico más global y más querido de Argentina ha cumplido 80 años y presenta libro en otoño.

¿Quién anda ahí? (Lumen), una recopilación de las últimas páginas que publicó en medios, es una reflexión sobre el miedo: “La situación de la seguridad se ha puesto muy problemática en la Argentina y el título del libro es una frase común, la primera que pronunciamos cuando estamos en casa, de noche, y escuchamos un ruido. Pero también sirve para uno mismo: quién es este que soy, que da vueltas y anda”, resume. Diversas como el mundo, las situaciones que plantea —un cura que pregunta a los contrayentes si juran caerse simpáticos toda la vida; un chacarero ante una videowall que vigila con cámaras cada rincón de su campo; un inspector que duda ante el puñal clavado en el ombligo de la víctima, si está ante un caso de body piercing, entre otros— vuelven con ironía a sus preocupaciones: “La injusticia, la desigualdad social, la vejez; hay otros temas que no toco por temor a hacerlo mal. Nunca he dibujado sobre deportes, por ejemplo. Quizá porque no he practicado ninguno”, cuenta el historietista que vive de “invierno en invierno”, entre Italia y Argentina, porque Alicia Colombo, su mujer, “detesta el calor”.

Homenajeado en cada rincón que pisa, este hijo de andaluces, que heredó de su tío Joaquín el nombre y el oficio —“ver que de su lápiz salían montañas, árboles, personas me fascinó”—, reconoce gran influencia de la pintura española — “los marrones, los ocres, esa cosa dramática de su tradición”— y se mira retrospectivamente: “No me considero como Copi, que revolucionó la historieta, ni como Schultz, cuyos pasos seguí al enfocar los personajes con más amplitud de sentimientos. Mi aporte al humor ha sido ayudar a difundir su relación con el cine mudo, hasta que me dijeron que las revistas eran para leer y que había que acompañar los dibujos con texto. Y también un enfoque político que no es coyuntural: denunciar la corrupción o el ansia del poder, cosas eternas que ya estaban en la Biblia". En cuanto a Mafalda, esa niñita sabihonda que en 1969 Umberto Eco, su primer editor europeo, definió como una “heroína iracunda”, afirma: “Probablemente sería una indignada en la Puerta del Sol. Aunque me produce curiosidad que no tengan líderes, que se indignen nomás”. Hoy lo tendría difícil, aventura: “El mundo se ha vuelto un sitio muy inhóspito para pensar”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_