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Leandro, el fantasma de La Moncloa
Columna
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Pistolas Santa Teresa, SA

José María Izquierdo
Fernando Vicente

Hora es ya, o bien llegada es la hora, que le oí decir a Cánovas en innumerables ocasiones cuando ejercía de fantasma en el Congreso, de que les cuente lo del búnker, ese que tan afanosamente buscaban los iranís. Porque existe. Y el que crea que es cosa de poco, apenas algo más que un apartamento blindado, se equivoca, que son 7.500 metros cuadrados bajo tierra.

—… Si es que se ha empeñado Morenés, que ya le he dicho que para ver búnkeres estamos ahora…

—¿Y qué te ha respondido?, le preguntó Ana Pastor, que estaba mucho por La Moncloa porque como ministra de Fomento, antes del gasto, no tenía absolutamente nada que hacer, dado que no se invertía ni un duro y lo más que se hacía en su ministerio era pensar si se cobraba más por pasar los túneles, que habían costado un congo.

Se encontraron todos en la puerta del túnel de entrada, venga de cháchara. La nota lúdico-festiva la puso una tuna

—Pues que le parece el mejor momento, que lo mismo se nos subleva el personal y nos tenemos que refugiar en el búnker, que ya sabes que más que ministro de Defensa es Don alegrías… Y me ha dicho, además, que nos quiere dar una sorpresa…

Así que el presidente cedió y dejó que Morenés preparara la visita del Gabinete en pleno al famoso búnker, que todos sabían que existía, claro, pero que nadie lo había pisado.

—Hoy he visto en el jardín a unos tíos muy raros, que iban pegados a las paredes y tenían muy mala cara, como si estuvieran verdes, le preguntó un día Arias Cañete a Margallo.

—Esos deben ser los funcionarios del búnker. Tú haz como si no los vieras, que son de mucho secreto.

Les dije a los ectoplasmas que se sumaran a la excursión. Solo se apuntaron Por consiguiente, que no perdona una, y que nos dijo que él ya había estado dentro, y Azorín. Yo también lo conozco, so listo, replicó desabrido, que genio y figura. Para Ecto era un problema, por lo de las escaleras, Fito, el pobre, estaba cada vez más desanimado, y Om dijo que él era pacifista y que no ponía un pie en aquel edificio. Y a mucha honra, nos soltó. Ya le dijimos que allí no había armas, que era otra cosa, pero nada. Por si acaso, respondió. Por consiguiente pretendió explicarnos por qué se hizo el búnker, que si la OTAN y tal. No le dejamos. Azorín tuvo que explicarnos dos veces, porque no le oíamos de las carcajadas que nos entraban a Por consiguiente y a mí, de cuando Álvarez Cascos se encerró aquí en la Nochevieja del 2000, la del anunciado efecto, por si el mundo se desbarataba con la llegada del nuevo siglo. Unas risas que nos entraban de imaginarnos el cuadro… Allí ellos tan serios con las uvas, viendo a Ramón García con capa en TVE y agobiados por si se acababa el mundo…

Así que allí se encontraron todos en la puerta del túnel de entrada, venga de cháchara. La nota lúdico-festiva la puso una tuna de la Facultad de Derecho, que Juan Ignacio Wert, con indudable galanura, encabezaba y dirigía. ¡Qué admirable su juego de codos y rodillas para hacer sonar la pandereta!, se decían asombrados los ministros, que pidieron, y obtuvieron de la generosidad del conjunto bandurriero, una sentida interpretación de Clavelitos, que cogidos por los hombros, y en agradable confraternización, acompañaron con sus cánticos los ministros a los venerables tunos, algunos de ellos, por decirlo todo, más comatosos que venerables, dada su provecta edad.

Y fue en ese momento de alegre y sana algarabía cuando se oyó un prolongado sollozo:

—¡¡¡Yo no entro ahí, de ninguna manera, que lo que queréis es encerrarme y que no salga !!! ¡¡¡Me vais a dejar ahí dentro, me vais a dejar ahí dentro, sin pan y sin agua!!!

—Pero Fátima, cómo puedes pensar eso, mujer, la reconfortaba el presidente…

—¡¡¡Pero qué desgraciada soy, si yo no quería ser ministra de Trabajo, que me engañaron!!!

—Toma, como que nadie quería serlo…

Optaron pues por dejarla fuera, junto a la tuna, a ver si se animaba un poco, que tampoco allí abajo iba a servir de nada, que lo mismo se echa una llantina encima de cualquier aparato de esos que cuestan un dineral y lo estropea, que estos archiperres, que así los llamaba el presidente, son muy delicados…

—Yo lo sé desde que me hicieron aquellos experimentos con lo del alquitrán, que yo solo veía unos hilos de plastilina y…

—Bueno, bueno, eso déjalo, presidente, que ahora estamos a otra cosa, intervino rápido la vicepresidenta, que cambió el tercio. Por cierto, me he estudiado hoy la normativa que rige para los funcionarios que aquí trabajan, y creo que voy a reformar los artículos 12, 17 y 254 bis del Reglamento, que no me gusta nada, que fijaos los que dice el artículo 12: Todo aquel…

—Disculpe la señora vicepresidenta que me permita interrumpir su interesantísima aportación jurídica, tan valiosa como es habitual, dijo Morenés —que a mí más que un ministro me parecía el maître de la Tour d'Argent— pero quería llamarles la atención sobre el grosor de estos muros de hormigón armado, reforzados con acero y titanio ante un posible ataque nuclear… (Tiros y calibres, SA, ponía en un cartelito)

—…Ahora, el ordenador ultramoderno de uso militar… (McWarren, Ltd., la marca de la multinacional en otro letrero)

—…Esta es la sala de mapas… (Antimisiles El precio justo, SA, neón)

—… aquí los comedores y allá los frigoríficos gigantes… (El racimo de oro SA, bombas, otro neón)…

—… y estos los dormitorios, alto standing, con cuartos de baño alicatados hasta el techo, grifería de primera clase… (PST, Pistolas Santa Teresa, SA, en un display).

—Una pasta que costar debería cuando hizo Felipe, un dispendio. Y tres plantas, interrumpió enfadadísimo Montoro.

Sacó la calculadora que siempre llevaba el ministro de Hacienda y sumó rápido.

—Solo en muros y mobiliario nos podíamos haber ahorrado tropecientos millones, que si se hacen de plástico —bueno, eso sí, que yo digo que no— te ahorras un dineral. Y esas butacas, un lujo, que si las compras en Ikea… Por no hablar del ordenador de comunicaciones, que con unos buenos gritos…

—No quisiera parecer que rectifico a mi colega, dijo Guindos, pero creo que no son tropecientos millones, sino equis menos de tropecientos, que he hecho las operaciones con esta calculadora electrónica last generation y hi-fi que me ha regalado mi amigo Mario Draghi…

—Oye, Pedro, preguntó el presidente, ¿y este estudio de televisión?

—Hombre, por si hace falta dirigirse a la nación…

—Pues por mí ya lo puedes clausurar, que si ahora no salgo, ya me contarás si encima empeora la cosa… Oye, ¿y qué era eso que nos querías contar?

—Pues verás, presidente, quisiera llamar la atención de mis siempre admirados colegas, a los que profeso…

—Tira, Morenés, tira, que tenemos prisa…

—Supongo que habréis notado unos cartelitos que he puesto estratégicamente en algunos lugares… Bueno, son empresas muy solidarias, que conocedoras —por mí mismo, sin ir más lejos, que he sido consejero de todas— de la difícil situación por la que atraviesa nuestro país están dispuestas a patrocinar esta gran idea que hemos elaborado en mi departamento, un plan que seguro que os va a gustar porque aúna…

—¡¡¡Tira, Morenés, tira, que se nos hace de noche!!!, gritaron a coro todos los ministros.

—¡Vamos a organizar una visita guiada al búnker de La Moncloa! Y hasta tenemos la publicidad: ¡Viva en directo la angustia que sentiría Mariano Rajoy ante un ataque nuclear!

—¡Hombre, Pedro!

—Bueno, era solo una propuesta… Pondremos la entrada a no menos de diez euros, aunque miraríamos lo de jubilados, niños y militares sin graduación…

—¡Una pasta, tío, una pasta!, se oyó decir a Montoro.

—Bueno, una pasta y un poco más, si se hacen bien los cálculos, puntualizó Guindos.

—Y no he acabado, frenó los vítores Morenés, que vamos a privatizarlo, otra panocha, y voy a pasar a varios generales a la empresa nueva para que hagan de guía y así ahorrarnos los gastos, otra panocha…

—¡¡¡Bravo!!!, gritaba el Gabinete en pleno.

—Ah, y no os preocupéis por lo de la empresa nueva, que tengo yo unos conocidos que estarían dispuestos a sacrificarse…

Mañana, siguiente capítulo: Very well, Barack, very well.

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