¡Gusto de verte, Esperanza!
Hola, Pedro, que te llamaba para ver si tenías por ahí un buen chaleco antibalas. Que no se note mucho, que tengo que llevarlo con el traje.
Silencio del ministro de Defensa al otro lado de la línea.
—¿Estás ahí, Pedro? Este teléfono cada vez funciona peor…
—Sí, sí, presidente, estoy aquí. Es que me has dejado un poco sorprendido, que hombre, un chaleco antibalas así, de pronto…
—¡Esperanza! ¡Es que viene Esperanza!
—No digas más. Ahora mismo te envío el chaleco, presidente. Y no sé si un casco. Tengo unos buenísimos, por cierto. Fíjate si serán buenos, que son de una empresa en la que yo, bueno, ya me entiendes…
Organización cronometrada. Todas las interrupciones previstas. Vaso de agua, ejercicios respiratorios, inspirar, expirar, inspirar, expirar…
—Que pase la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Esperanza Aguirre entra como un vendaval.
—¿Cómo está mi presidente favorito? Ni contestes, que te veo superguay… Aunque… no sé, ¿has engordado un poco? Te noto así como un poco hinchado por la zona troncal… Y esa cara, ¿un poco triste? Claro, ni contestes, que con esos ministros que tienes como no vas a estar de mal humor…
—Esperanza…
—Ya, que querrás saber a qué he venido.
—Si no te molesta…
—¿Cómo me va a molestar, presidente? Pues mira, verás, es que estoy diseñando un plan en la Comunidad no solo para ahorrar sino también para obtener recursos. Y he pensado que tenía que contártelo, porque podías implantarlo a nivel estatal, que debes coger a las autonomías esas y vas y les dices que…
—Esperanza…
—Bueno, al plan. Mira, se trata de que cada consejero se busque un patrocinador. Yo estoy pensando para mí en Movistar. O en Vodafone. O en Orange. O aún mejor, ahora que lo pienso, en el Santander o en el BBVA. El que más pague… Pero a lo que iba. Le he dicho a mi mano derecha y gran amigo tuyo, Ignacio González…
—Esperanza…
—Ah, que no es muy amigo tuyo, pues yo creía que sí… Bueno, le he dicho que dé las ruedas de prensa con una gorra. Y un cartel de Bimbo. O de Rolex. Como los tenistas, que si ellos pueden, a ver por qué no mi Ignacio, con ese mechón blanco tan sexy… Y fíjate, le he propuesto a Lucía Figar, la de Educación, que ella, con lo monísima que es, que salga con una camisetita de tirantitos de Coca-Cola, que quedaría divina de la muerte…
—Ya…
—Y aquí viene ahora lo importante: te he traído una lista de las cosas que podían anunciar tus ministros… No digas nada, no, ni me lo agradezcas, que ya sabes que yo por mi Mariano es que mato… He pensado que Luis de Windows podía anunciar esos cursos de inglés con mil palabras, que sería un tiro: ¡Hable inglés como yo y ya le contratarán en Lehman Brothers!...
—Esperanza…
—Bueno, y a Cristóbal Montoro queremos convertirlo en el símbolo de las escuelas de Negocio. Fíjate, un tiro. Pones una conferencia de prensa suya, esas de que sí de que no, de que voy y vengo, pero me quedo, y luego un rótulo en grande: “El rigor y la precisión siempre obtienen su premio. Hasta se puede ser ministro”.
—Esperanza…
—Y no sé qué te parecerá, pero a Alberto, como es así de mocetón, podía patrocinarle una sastrería fina, tipo Brioni, que con ese estilazo que tiene, aunque tampoco descarto marcas multiproductos, como Armani o Yves Saint-Laurent, desde ropa a perfumería, porque Alberto gusta mucho, sabes, que no sé si te he dicho que me han llamado para decirme que el otro día le vieron con…
—Esperanza…
—Pero hay más, hay más, que no te creas que no hemos trabajado… Que tengo en el equipo a unas primas de Ana Botella, una hermana de un consejero y un sobrino de una viceconsejera que le ponen mucho interés… Por ejemplo, Wert podía llevar la representación del Cirque du Soleil, que una conferencia de prensa sobre el pago de tasas por utilizar los pupitres es otra cosa si se ameniza con unas pelotitas al aire o incluso unos graciosos volatines…
—Esperanza…
—García-Margallo debía llevar una multinacional. ¿Qué te parece Repsol? Por cierto, hablando de Repsol, ¿nos han pagado ya Cristina y Evo?
—Esperanza…
—Y no me digas que Fátima Báñez no va a encontrar una firma de tanatorios que patrocine sus informes, que es que lo bordaría, solo salir y ya… Y Ana Mato, pues oye Ana Mato, pues bueno, Ana Mato ya encontraríamos ya…
—Esperanza…
—Sí, bueno, y a Sorayita lo tengo clavado, que lo he pensado mucho porque como la quiero y la admiro tantísimo, ella tan lista y que sabe de todo…
—Esperanza…
—… Pues que anuncie ropa infantil. Que no sé por qué se me ha ocurrido, fíjate...
A la hora prevista, interrumpe Soraya Sáenz de Santamaría.
— …Buenos días, hoy estoy con la ley de Piensos y Otros Alimentos, que tal y como están las cosas la vamos a necesitar para los supermercados. Mira, verás, artículo 37, bis…
—Levanta la cabeza, Sorayita, hija, dijo Mariano, que es que entras como un ciclón y no te has dado cuenta de que tenemos visita…
—Uy, si tenemos aquí a esta presidenta que es, sí, no me lo digas, Mariano, es de una comunidad uniprovincial, como La Rioja y como Murcia… Lo tengo en la punta de la lengua… Ah, sí, Esperancita, hija, que presides Madrid, es que me había olvidado de tu nombre… Y os dejo, que me esperan varios ministros para que los vicepresida…
Como un reloj, llamada a la puerta.
—Soy la Cospe. ¿Puedo entrar?
—Pasa, pasa, para qué cortarnos…
—Huy, perdona, Mariano, me han informado mal, me han dicho que estabas con una amiga…
—Dolores…
—Déjala, Mariano, déjala, como viene de provincias, intervino Esperanza… Es que La Mancha es otra cosa, que si lo del Quijote, el queso manchego, en fin, las ovejitas, la rueca, ya sabes, cosas rústicas…
—Esperanza…
—Sí, sí, es verdad, claro, que aquí hacéis churros y gallinejas, respondió Dolores de Cospedal. Por cierto, ¿cómo llevas lo del empresario ese tan importante… ¿Se llama Bill Gates? ¿Ah, que no es ése, que es el de las tragaperras? ¿Ya ha construido algo este mecenas? ¿Cuántos miles de empleos llevamos ya? ¿Diez mil, veinte mil?
—Dolores…
—No, está bien, que se desfogue… Si ya sé que es la envidia, que ella no tiene un Percival de consejero. Que no me digas que no es un sueño un consejero que se llama Percival… Quieres hablar con cualquier emprendedor norteamericano, y les dices que les envías a Percival y oye, cómo se quedan… Hace unos meses, por ejemplo, le mandé a ver a ese gran empresario, el del ocio y el entretenimiento…
—El gánster de los casinos, sí…
—Gánster, gánster… Pues Percival no notó nada. En cuanto se presentó y dijo quien era, bajaron los kalashnikov, se quitaron las pistolas de la sobaquera y oye, de lo más normales…
—Bien, pues ahí te dejo, presidente, tan bien acompañado…
—Una cosa antes de irte, Esperancita: he decidido encargarme yo de dónde instalar el Eurovegas ese. Voy a organizar una timba la semana que viene, aquí en La Moncloa… Se lo voy a decir a Artur Mas y a algún otro, y lo mejor es que tú se lo cuentes al gran empresario… Y ahora, sí, ahora ya te puedes ir, Esperanza, ¿Verdad que te ibas?
El presidente espera hasta oír cómo se aleja el coche oficial.
Se da la vuelta, me ve y murmura:
—¿Por qué será que después de hablar con ella siempre busco los 101 dálmatas, Leandro?
(Continuará)
Mañana, siguiente capítulo: ¿Alguna otra cosita, Mr. Adelson?
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