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Siete enigmas, un solo claustro

Varios interrogantes sobrevuelan el informe de la Generalitat sobre el conjunto de Palamós La Enciclopedia del Románico en España incluirá la pieza

José Ángel Montañés
Marcel·li Sáenz Martínez

Lo que la Generalitat de Cataluña considera una recreación historicista del siglo XX con algunas piezas románicas es para la Enciclopedia del Románico en España un conjunto merecedor de figurar en el tomo dedicado a inventariar los tesoros medievales de la provincia de Girona. Según se hará público hoy, el claustro de Palamós constará en la gran obra de referencia sobre el tema, auspiciada por la Fundación Santa María la Real y en la que participan 500 investigadores.

Firmado por el arqueólogo e historiador de la Generalitat Eduard Riu, el dictamen oficial en el que se negaba la autenticidad del conjunto de Mas del Vent no contó con la unanimidad del resto de técnicos, que al final prefirieron figurar solo como asesores. Muchos manifestaron sus reservas y, otros, directamente, su desacuerdo. ¿Por qué? ¿Cuales son las preguntas que aún sobrevuelan el texto en cuestion? Estas son algunas de ellas:

¿Qué partes del claustro exactamente son románicas?

Riu aseguró durante la presentación del informe que “hay algunas piezas del siglo XII y XIII, pero no son excesivamente relevantes porque no son elementos escultóricos, sino constructivos”. La Generalitat no explicó por qué alguien decidió hacer un edificio nuevo para acoger unas cuantas piezas antiguas. De ser así, el claustro de estilo románico sería excepcional, por la cantidad de trabajo y recursos empleados, sobre todo en un tiempo, en torno a 1930, en el que era más fácil y barato comprar un claustro olvidado que hacer uno nuevo de cero. Ignacio Martínez Hernández (y no Martínez Martínez, como asegura el informe), anticuario propietario del conjunto desde 1931, no tenía capacidad económica para una empresa así.

Dilucidar qué partes son auténticas queda para futuros trabajos. Se descartó que los 44 capiteles sean románicos, pero tampoco se explicó por qué. Sí fueron tildados como copia “simplificada y grosera” de los del monasterio de Silos. Tampoco explica el origen de los que no siguen el modelo del monasterio burgalés. Para la Generalitat, “no se observan las trazas de talla escultórica de tipo medieval”, y sí, en cambio, una “factura moderna”. Al mismo tiempo, reconoce que el conjunto, y en especial los capiteles, “han sufrido una gran alteración de la superficie” que les ha hecho perder información.

¿De dónde proceden los elementos originales?

El informe no establece origen alguno; considera que el claustro se creó en su emplazamiento madrileño de Ciudad Lineal, adonde llegó en los años 30. Los defensores de un origen medieval de la obra siguen pensando en una procedencia castellana (Segovia, Burgos o Salamanca). El dictamen sí asegura que las piedras lucen un génesis homogéneo, que hay que buscar en Villamayor, en unas canteras que “se encuentran en las provincias de Salamanca y Zamora”. Sirvieron para surtir materiales para la construcción de todo el claustro. He ahí, según la Generalitat, otro síntoma de contemporaneidad.

¿En qué se basan los geólogos para asegurar que se trata de un conjunto secular?

Los análisis de la piedra han certificado la existencia de líquenes que indican una exposición de muchos siglos. La degradación, para los geólogos, es una prueba inequívoca de una larga historia muy anterior a su ubicación en Madrid. En las fotografías de los años 30 conservadas se observan ya capiteles reconstruidos y restos de un desmontaje anterior. Eso probaría que no fue construido en ese momento, como asegura la Generalitat.

¿El no tener noticia sobre la existencia de un conjunto es suficiente para certificar su falsedad?

No se sabe hasta qué punto la Generalitat ha consultado las fuentes escritas o los datos arqueológicos. Para Riu, las únicas referencias confirman la falsedad. Por ejemplo, el hecho de que el estadounidense James Rorimer, primer director de los Cloisters del Metropolitan, y el historiador del románico Manuel Gómez Moreno lo conocieran y no lo publicaran. La única relación comprobada entre ellos y el claustro es la carta enviada por la viuda de Hans Engelhorn, comprador del claustro en 1958, a Carmen, hija de Gómez Moreno. En ella se aseguraba que esta última le había mostrado fotografías de la construcción a su padre. Ni en el Metropolitan de Nueva York ni en la fundación Gómez Moreno de Granada existe informe alguno sobre el claustro. Tampoco en el Archivo Nacional de Cataluña, pese a lo que afirmó Riu, salvo por un recorte de prensa del diario El Alcázar en el que se asegura en 1956 que el claustro es de León y que llevaba 25 años en Ciudad Lineal.

¿Que una obra sea perfecta y homogénea es sinónimo de falsedad?

Fue otro de los argumentos para asegurar que el claustro no es auténtico, además de “la extrema regularidad arquitectónica de la fábrica”. Existen ejemplos de lo contrario, como el monasterio de Aguilar de Campoo (Palencia), el de Matallana (Valladolid) y Moreruela (Zamora), entre otros.

¿Sabía Hans Engelhorn que compraba un claustro falso en 1958?

No. Durante años, el coleccionista de arte tuvo colocado junto a la pieza un cartel que decía: “Claustro románico de Segovia del siglo XII”.

¿Y ahora, qué?

La Generalitat ha pasado la patata caliente a Palamós para que proteja al edificio como Bien Cultural de Interés Local. En junio, el Ayuntamiento de la localidad aseguró que entre sus prioridades no estaba el claustro. De ellos dependerá que pueda ser visitado por especialistas. De momento, el Partido Castellano ha asegurado que “desconfía” del informe de la Generalitat y que pedirá a la Junta de Castilla y León que contraste el estudio “con un grupo de expertos reconocidos en Románico que puedan dar un punto de vista objetivo”.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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