Bajo la luna llena
Tal y como ilustra la tradición, el cine de terror es un buen territorio para ensayos de cruce genérico: Tarantino confesó que lo había aprendido todo para confeccionar sus cócteles transgenéricos viendo Abbott y Costello contra los fantasmas, película que quizá tuvo presente Jesús Franco cuando firmó el díptico formado por Drácula contra Frankenstein y La maldición de Frankenstein. Ya en los ochenta, John Landis sorprendió al formular Un hombre lobo americano en Londresno como parodia, sino como encrucijada entre un cine de terror asumido con convicción y la comedia adolescente.
LOBOS DE ARGA
Lobos de Arga pertenece a la misma familia. En ella funciona a la perfección el trío protagonista: Gorka Otxoa sigue depurando su preciso registro de galán cómico, Secun de la Rosa borda el perfil de editor pícaro y encanallado y Carlos Areces logra otra composición sobresaliente —el amigo que se quedó en el remoto pueblo gallego— sin aparente esfuerzo. El talón de Aquiles de la película está, no obstante, en la solidez y coherencia del conjunto: Juan Martínez Moreno no libra un pulso con su particular memoria cinéfila, sino que ejecuta un trabajo profesional con desapasionada competencia.
Cada movimiento de cámara responde a la inercia de la emulación de una caligrafía pos-Amblin en el seno de una industria pobre y periférica, asfixiando, en la forma, toda posibilidad de sorpresa estilística. No es una película desdeñable, pero, a los pocos minutos, el espectador ya tiene la firme convicción de que este entretenido producto no va a sufrir la transformación licantrópica que lo convierta en un trabajo inolvidable.
Babelia
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