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dOCUMENTA (13) Una crueldad tolerable

La gran cita quinquenal del arte contemporáneo en la ciudad alemana de Kassel es un agotador y excesivo paseo lleno de sugerentes propuestas

Parte de la obra El rechazo del tiempo, de William Kentridge.
Parte de la obra El rechazo del tiempo, de William Kentridge.Nils Klinger

Carolyn Christov-Bakargiev, ex conservadora jefe del Museo Castello di Rivoli de Turín, directora de la Bienal de Sidney 2008, curadora del PS1 MOMA-Queens y ahora directora artística de dOCUMENTA (13), ha introducido en el mundo del arte una cualidad de la que los comisarios suelen carecer, y más en esta era inmensamente prolífica de avances tecnológicos: su defensa del mundo animal y de todas las especies, apócrifas o reales, fenómenos naturales y seres inertes, incluidos los elementos del espacio sideral, como los meteoritos, una actitud que se convierte en un instrumento de persuasión pero que en realidad resulta una idea de lo más irónica.

Es imposible que uno visite este macroevento y no acabe maltrecho, confundido, perdido, reducido a un vulgar cuerpo extenuado. La comisaria norteamericana ha elaborado un mito particular de la memoria y del presente histórico y lo ha elevado a la categoría de profecía final. Inmersos en semejante exaltación de nombres y forzadas analogías, ¿quién defenderá de esta expedición sin tregua, del desconcierto y hartazgo que provoca, a periodistas, críticos, comisarios, artistas, todas esas especies vivas que animan o desaniman nuestro entorno físico y que han visitado o visitarán a lo largo de los famosos cien días estos Juegos Olímpicos del Arte en su versión más globalizada?

dOCUMENTA (13), cuyo lema es “Collapse and Recovery” (Derrumbe y Recuperación), hace elogio de la confusión: “La confusión es algo verdaderamente maravilloso y asumo el riesgo de desconcertar a muchos. Esta edición carece de concepto. Ante el hecho de que existe una multitud de verdades válidas, nos enfrentamos permanentemente a interrogantes insolubles. De ahí la posibilidad de no escoger o de escoger algo que sabemos también parcial o inevitablemente falso. Lo que veremos en Kassel será arte o quizás no”. Ante semejante advertencia se podría argüir que la postura de Christov-Bakargiev es la secularización del arte y de todo artista, expulsarlo de su torre de marfil, que antes era el museo —el canon— y hoy es el mercado. A partir de ahora, el arte interactúa con el mundo. Y aunque se siente muy satisfecha de abandonarnos en medio de ese eclecticismo y absoluta confusión, su actitud, no exenta de buena fe, va en contra de la habitual autoestima del comisario, pues este pasa de ser un narrador a un demiurgo, un deus ex machina, un ser arbitrario que incurriendo en una falta de coherencia interna decide (de)construir un mundo a la medida de su imaginación para crear un espacio de desmesura en el que el visitante nunca tocará fondo. Nada que objetar, salvo que en esta historia el resorte narrativo final proviene de la misma comisaria, ignorando la cantidad justa de causalidad que exige toda trama. En dOCUMENTA (13) ella es la heroína que llega en el último momento, el oportuno eclipse que nos salva del caos. Esto produce incomodidad, pero también pude hacer que el conjunto, aun no siendo creíble, guste a todos los públicos.

dOCUMENTA (13) suma 300 participantes y colectivos de 50 países, de ellos la mitad son “oficialmente” artistas y el resto proviene de otros campos, como la literatura, la física, la biología, la zoología, la economía, la psicología, la ecología o el activismo. Con asombrosa energía, el equipo de comisarias-agentes de Christov-Bakargiev ha diseminado por toda la ciudad pinturas, esculturas, instalaciones, vídeos y todo tipo de eventos (hasta 2.000).

En total, 31 sedes, entre museos, la antigua estación de tren, un hospital, un salón de baile, un monasterio benedictino, una panadería, un búnker, un cine (donde se proyecta diariamente el filme de Albert Serra, The Three Little Pigs, con monólogos de Hitler y Goethe) o un restaurante chino (charlas y té con escritores, como César Aira o Enrique Vila-Matas). Solo el paseo por el parque barroco de Karlsaue, donde hay hasta 53 obras (algunas tontamente instaladas en cabañitas prefabricadas), requiere casi un día.

El evento también cuenta con sedes internacionales donde se desarrollarán actividades simultáneamente a la exposición alemana, en una nueva voluntad demiúrgica de su directora artística: saber si la sincronización es posible (como respuesta, el artista sudafricano William Kentridge propone la macroinstalación The Refusal of Time (el rechazo del tiempo) en los depósitos de la antigua estación de tren de la ciudad, 28 minutos de vano efectismo a base de videoanimación, música y esculturas): Canadá, concretamente en el remoto parque nacional de Banff, donde hay un oso por habitante (3.000) y una residencia de artistas; Egipto (El Cairo y Alejandría) y las ciudades afganas de Kabul y Bamiyan, que se hacen eco de la consigna de este evento —el derrumbe tras el cataclismo y el saneamiento de la orilla— en paralelismo con Kassel, donde durante el régimen nazi se producían torretas para los carros blindados y que acabó reducida al desastre por los bombardeos aliados.

dOCUMENTA (13) es un campo de batalla donde se mezclan una poética de serenidad atemporal, una estética de cielos despejados, errores creativos y alegorías de la destrucción. Su directora ha trabajado bajo el síndrome de Atalante, que también sufrió su predecesor Roger Buergel, en una acumulación de formatos y épocas generosa y exagerada.

Solo en el Kunsthalle Fridericianum hay concentrados casi 4.000 años de historia: princesas bactrianas (Afganistán), obras de arte deformadas durante la guerra del Líbano transportadas desde Beirut, las vasijas que pintó Giorgio Morandi en su refugio boloñés durante el asedio fascista, libros esculpidos sobre piedra del valle donde los talibanes provocaron la destrucción de los budas milenarios, un fragmento de meteorito, crisálidas, imágenes de cráteres provocados por las bombas durante la guerra de Vietnam, un laboratorio experimental de física cuántica, los autorretratos de Lee Miller tomando un baño en los aposentos de Hitler en Múnich realizados el mismo día en que el dictador se suicidó, un dalí paranoico, un archivo de 400 dibujos de manzanas hechos por un párroco católico confinado en un campo de concentración, un gabinete de los horrores que epitomiza el impacto del colonialismo francés en África, obras de Julio González expuestas de forma idéntica a como se exhibieron en 1959, en la dOCUMENTA (2) o el tapiz-mapa que Alighiero Boetti iba a presentar en la Documenta 5 de Harald Szeemann y que finalmente no se llegó a exhibir. Bajo la apariencia de un caos relativamente ordenado, estas obras disfrutan de una íntima igualdad; en este sentido, se valora el puente que la comisaria tiende a la historia propiamente dicha de este evento, nacido en 1955, y quizás sea este el acierto de algunos trabajos distribuidos por las plantas del Fridericianum, un hecho que contrasta con la desmesura y vacuidad de las obras concentradas en la Documenta Halle.

dOCUMENTA (13) es una expedición por las partículas elementales de la vida y las ásperas realidades de la guerra, lo cual provoca un desconcierto que es crucial para el trabajo de Christov-Bakargiev, reducido a un puchero de obras y perspectivas que solo sirven para que el público se ahogue en él. Con todo, hay algunas que triunfan en medio de este caos entrópico, mostrándose brutalmente tajantes y confirmando, más allá del espíritu holístico de su comisaria, que no solo la Naturaleza le ha otorgado al ser humano algo que únicamente él posee sino también que muchas veces el todo no es mayor que la suma de sus partes.

Destacan los tapices realizados en los años treinta por la activista noruega Hanna Ryggen como denuncia de la alienación humana y el fascismo; los instrumentos de música electroacústica del libanés Tarek Atouí; la impactante pieza teatral del coreógrafo francés Jérôme Bel, Disabled Theatre, representada por actores mentalmente discapacitados; el homenaje del mexicano Mario García Torres a Boetti y al hotel (One Hotel) que este creo en Kabul en los años setenta; la impactante performance de Tino Sehgal, que sitúa al visitante en un espacio oscuro rodeado de una veintena de personas que hablan, cantan y bailan; el delicado montaje de Francis Alÿs con postales que representan escenas cotidianas de Kabul; las pizarras murales de Tacita Dean, una evocación del tiempo interrumpido sobre el sublime nevado de las montañas afganas; las abstracciones musicales de Susan Philipsz en los escenarios del horror camino de los campos de exterminio; y el vídeo de Javier Téllez instalado en una gruta artificial que recrea las experiencias de Antonin Artaud en México y sus primeros trabajos para un teatro de impacto violento en el espectador. El autor francés fue uno de los últimos testigos que desde la lucidez de la alienación descubrió cómo la Ilustración destruyó Occidente. Como Artaud, Caroly Christov-Bakargiev cree que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo de arriba y lo de abajo, han de llevarse a una zona del espíritu donde dejan de percibirse contradictoriamente. Y que solo por la piel puede entrarnos otra vez la metafísica del espíritu. La crueldad.

dOCUMENTA (13). Collapse and Recovery. Kassel. Alemania. 31 espacios expositivos. Hasta el 16 de septiembre.

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