Juliette Binoche en ‘Ellas’: bella... inane
Observar y escuchar en la pantalla a esta mujer tan hermosa y sofisticada siempre es un placer, incluso cuando no te interese mucho lo que tenga que hacer y que decir
Juliette Binoche es una de las escasas actrices europeas en posesión de los atributos de las grandes estrellas estadounidenses. Su presencia garantiza un público notable y fiel independientemente de la calidad del producto, aunque sabes que ella siempre va a ser exigente en la elección de guiones y directores. A veces, demasiado, para mi gusto. Me explico: si me cuentan que popes del cine oriental con presunta y permanente etiqueta artística, directores de culto ( para otros, yo no profeso ninguna religión) como el taiwanés Hou Hsiao-hsien y el iraní Abbas Kiarostami van a rodar por primera vez en Europa, puedo apostar a ciegas que la protagonista de esas películas será Juliette Binoche. A esta exquisita dama tambien la enamoran los vanguardista líricos y locos como el insoportable Leos Carax. Y creo recordar que comenzó con el gurú Godard, ese señor que no hace vulgares películas sino indescifrables poemas fílmicos, en Yo te saludo, María.
En cualquier caso, observar y escuchar en la pantalla a esta mujer tan hermosa y sofisticada siempre es un placer, incluso cuando no te interese mucho lo que tenga que hacer y que decir. Y además de reconocer una y otra vez que estoy ante una gran actriz, con frecuencia me enamora. No era extraño que Irons enloqueciera por ella, la mujer de su hijo, en la abrasiva Herida. Y deseas con toda tu alma que sobreviva a la perdida y a la depresión extrema en Azul. Y envidias al introvertido sij que desactiva bombas en El paciente inglés cuando esa mujer preciosa descubre que está colgada con él.
El infalible imán para ver Ellas se llama Juliette Binoche, ya que no sé nada de la directora polaca Malgoska Szumowska. Lo peor es que después de haber tomado contacto con su expresividad creativa, no siento la menor curiosidad ni por su cine anterior ni por el futuro. No capto los entresijos del alma que pretende retratar esta directora y tampoco hay nada en sus lenguaje que me atraiga o me perturbe.
Ellas pretende acercarse al mundo tan cotidiano como oscuro de la prostitución de lujo. Hago memoria cinematográfica y descubro que el cine sobre las mercenarias del sexo solo ha resultado brillante cuando ha sido abordado en clave de comedia. Wilder, que sabía mucho del tema y de comedias, creó algunas putas inolvidables en Irma la dulce, Bésame tonto y Primera plana. Malgoska Szumowska lo aborda en un tono que a veces se acerca al documental, sin moralina, sin juzgar a los personajes. Se agradecen sus intenciones, pero todo resulta desvaído, no sabes que pretende contarte.
Se supone que habla del desorden anímico, las torturas y los fantasmas con causa que se le aparecen a una periodista cuya existencia parecía estable, cuando decide escribir un reportaje sobre dos estudiantes que ejercen de putas, mujeres jóvenes y sin circunstancias trágicas a la que parece compensar las ventajas económicas que obtienen con el comercio de su cuerpo. Y, por supuesto, a veces aparece la sordidez o el sadismo entre su clientela yuppie, pero parecen no llevarse mal consigo mismas. Algo que no le ocurre a su entrevistadora a medida que aparecen sus dudas y se resquebrajan conceptos que creía sólidos. Binoche es atractiva e inquietante con maquillaje y sin el, emborrachándose y sufriendo, inquisitiva y atormentada. Pero su presencia no sirve para compensar de tanta inanidad.
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