Retazos de torería
El banderillero Luis Carlos Aranda y Sergio Aguilar hicieron lo más destacado en la goyesca del 2 de mayo en Las Ventas
Hace 16 años la plaza fue un verdadero hervidero. José Miguel Arroyo Delgado, 'Joselito' en los carteles se encerró con seis toros de diferentes ganaderías. Hizo de la corrida goyesca, hasta entonces 'la de disfraces', un acontecimiento. Salió en hombros y firmó la tarde más redonda de su carrera, la más recordada. Todo un ejemplo de torería para poner en las escuelas taurinas. Esperanza Aguirre reconoció su gesta en la mañana de ayer con la entrega de la Medalla del 2 de mayo, máxima condecoración de la Comunidad. Todo fue un espejismo. Por la tarde, salvo algunos detalles se volvió a la tarde de los trajes de gusto cuestionable y tiempos muertos.
La fiesta de los toros se sostiente por los detalles, por los destellos de torería que de vez en cuando saltan y encienden la ilusión del aficionado. Se entiende también que no es fácil para los toreros encontrar motivación cuando apenas está la mitad del aforo cubierto, solo hay cuatro toros de la ganadería anunciada y encima devuelven el primero sin un motivo claro. ¿Desde cuándo la mansedumbre es excusa para mandar un astado al corral?
Ficha del festejo
Plaza de toros de Las Ventas. Mitad del aforo cubierto. Cuatro toros de Los Bayones, bien presentados y nobles. Uno, de Abilio y Ramiro Hernández, manso, y uno, primero, sobrero de José Luis Iniesta, resabiado.
José Pedro Prados 'El Fundi', ovación tras aviso y palmas.
Sergio Aguilar, ovación en ambos.
Morenito de Aranda, vuelta al ruedo tras aviso y vuelta al ruedo.
Al final del tercio de banderillas del tercer toro se desmonteró Luis Carlos Aranda.
Luis Carlos Aranda, además de una garantía en la brega para sus matadores, es de los pocos hombres de plata que todavía, vive, camina y anda por la vida en torero, siempre, en cualquier momento y situación. Para él, para el hijo de Manolillo de Valencia, fue la ovación más cerrada del festejo tras parear con riesgo, decisión y pureza al tercero de la tarde. No lo hizo una, sino las dos veces que tuvo que prender las banderillas en al noble astado de Los Bayones. Después, su matador, Morenito de Aranda, todo pinturería, anduvo cerca de cortar una oreja. Estuvo bien, pero por debajo del toro. Basó su labor en lo accesorio por encima de lo fundamental. Los cambios de mano, remates y desplantes empañaron embestidas llenas de nobleza. Con el sexto se entregó, dominando, con la muleta por el suelo en dos tandas al natural.
Sergio Aguilar se retirará con el sello de torero frío. Lo es. No hace un solo gesto de cara a la galería, pero cada cite, lance o muletazo está lleno de verdad y clasicismo. Le falta redondear una faena para subirse al tren de las grandes ferias.
Las Ventas, una plaza pasional, con filias y fobias, pero sobre todo con memoria, ha sabido entender y respetar a El Fundi, aunque sea al final de su carrera. Ya sí se disfrutan y entienden las faenas reposadas, técnicas, pausadas y solventes. Quizá poco artísticas, pero ejemplares de planteamiento. Reconforta que en el año de su despedida ambos compañeros de cartel tuvieran el detalle de brindarle una de sus faenas.
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