La alegría de la casta
"Es una de las esencias del toro de lidia: la capacidad de acometer, la fiereza, la raza, la codicia"
Cuando se hace presente la casta, se olvidan los pesares y la alegría se apodera de la plaza. Es una de las esencias del toro de lidia: la capacidad de acometer, la fiereza, la raza, la codicia, la acometividad…
Así ocurrió en el tercio de muleta del quinto de la tarde, un toro manso y justo de fuerzas que se engalló al final y vendió muy cara su vida. Fue de menos a más, perseguía la muleta con rabia, embestía como una bala y de manera incansable, y la Maestranza, por unos instantes, fue feliz. Su matador, David Mora, quiso estar a la altura de las circunstancias, y no se dejó ganar la dura pelea. Aguantó con agallas el empuje del animal y lo muleteó con soltura por ambas manos, aunque sobresalió la casta del toro sobre la calidad del torero. De hecho, Mora cortó una oreja cuando su oponente le había puesto las dos en bandeja. Resultó volteado de fea manera al citar para un natural y sufrió un varetazo corrido en el muslo izquierdo, de pronóstico leve. En fin, que, cuando menos se la esperaba, saltó la sorpresa.
Y no se la esperaba porque la corrida salió chica, sin cara, muy blanda y descastada. El primer toro de Mora, de 560 kilos de peso, era un chotillo que nunca debió saltar al ruedo sevillano. Pero así están las cosas: todos los aficionados pendientes de los antitaurinos y no entienden que los grandes enemigos de la fiesta están en ella. Mora llegó a brindar este toro a la concurrencia, con lo que demostró que no sabe que las birrias miserables no se dedican. Le dio muchos pases insulsos, siempre encorvado, y no supo que aquel espectáculo vergonzoso era indigno de esta fiesta.
El Pilar/El Cid, Mora, Luque
Toros de El Pilar-Moisés Fraile, mal presentados -anovillados los tres primeros-, mansos, inválidos y descastados; encastado el quinto.
El Cid: estocada tendida y caída y seis descabellos (silencio); estocada (silencio).
David Mora: estocada (silencio); estocada caída (oreja).
Daniel Luque: estocada trasera y cuatro descabellos (silencio); _aviso_ metisaca, media tendida _2º aviso_ y cinco descabellos (ovación).
Plaza de la Maestranza. 27 de abril. Decimosexto festejo de abono. Tres cuartos de entrada.
El Cid no está ni se le espera. Los toreros están hechos de otra pasta, pero son humanos. Y el gran torero Manuel Jesús está pasando un profundo bache. No lo ve, le puede la desconfianza, y ofrece la imagen misma de la derrota. Tiene unas prisas incomprensibles por acabar las tandas y parece que le pesa el traje de torear. Su lote valió poco, pero él no expuso un alamar.
Y Luque quiso hacer el esfuerzo en el último toro de su feria y a poco se lo echan al corral. Fue la suya una faena larguísima, de menos a más, henchida de voluntad, y brillante en algunas fases. Se acopló en los acordes finales y allá estaba cuando sonó el primer aviso antes de entrar a matar. En el otro, acelerado y aburrido.
Por cierto, en la grada había serias sospechas de que las astas de los toros podrían estar ‘afeitadas’. Hay que ver lo mal pensada que es la gente…
Babelia
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