La nueva filosofía griega
Tras la aclamada ‘Canino’, el director Yorgos Lanthimos estrena ‘Alps’, un filme estimulante y perturbador que invita a la reflexión
Una búsqueda en Google conduce a innumerables artículos –unos elogiosos, otros fascinados y/o desconcertados; ninguno indiferente- sobre Canino, la sorprendente y brillante película que en 2009 puso en órbita planetaria a su director, Yorgos Lanthimos (Atenas, 1973), y ya de paso, al de entre poco abundante a prácticamente inexistente cine griego. Aquella historia sobre una familia disfuncional en la que los padres secuestran del mundo exterior a sus tres hijos adultos, que inopinadamente se hizo con una nominación a los Oscar a la mejor propuesta de habla no inglesa, levantó una espiral de epítetos recurrentes en esos escritos: inquietante; perturbadora; extraña; surreal. Ahora llega Alps –que se estrena hoy viernes en España-, para la que se intuye doble ronda de calificativos. “No sé si esas palabras describen bien lo que intento hacer, pero suenan bien”, dice entre risas Lanthimos al otro lado del teléfono.
Pues entonces, que defina él el significado escondido tras un grupo de… ¿inadaptados? ¿Soñadores? ¿Chalados? En fin, un puñado de gentes de profesión sustitutos de muertos, que actúan camuflados bajo los nombres de las montañas que componen los Alpes (de ahí el título, Alps). “No tratamos de contar nada, ni de plantear una moraleja. Lo que hacemos todo el tiempo es explorar personajes, y cuestiones y situaciones… “, dice Lanthimos en un plural que alude a Efthymis Filippou, coguionista tanto de Alps como de Canino. “Simplemente intentamos crear unas condiciones, unas situaciones y una estructura que nos permitan investigar sobre el comportamiento humano o las estructuras sociales en condiciones extremas y ver hacia dónde nos llevan esas cosas”.
Ese destino, dice el joven cineasta -que se estrenó en el largo en 2005 con la desapercibida Kinetta-, es uno tan humilde como ambicioso: “El objetivo es que la gente vea las películas a través de su propia manera de pensar y según sus influencias, educación y experiencias, para darse cuenta de cosas sobre sí mismos, sobre la sociedad, la familia, los grupos… Pero esto está hecho de tal modo que requiere la participación activa del espectador mientras ve la película, pero sin decirle: ‘esto es malo o incorrecto, o esto es lo que yo pienso sobre el mundo”. Las fuentes, -“no sé si me han influido directamente, pero sí que son mis directores favoritos”-: Bresson, Buñuel, Cassavetes. “Estos son los cineastas que más me asombran cuando veo sus películas. La idea del asombro es importante”.
Para armar sus historias bizarras, Lanthimos y Filippou trazan personajes que, de un primer vistazo, se parecen a cualquier persona, pero que al hablar, se expresan en frases que se les descuelgan de la boca; y al relacionarse, se comportan como una especie de seres recién aterrizados de una dimensión paralela. Para esos diálogos a trompicones, y para los silencios que hablan a gritos en sus películas, el director sí sabe qué palabra usar: “Incomodidad. Es un sentimiento que en cierta manera considero preciado. Creo que la incomodidad, las situaciones violentas, nos hacen darnos cuenta de muchas cosas, lo mismo que el silencio”.
La idea de la dominación a través de ciertas personalidades tiránicas tiene también una presencia crucial en la obra de Lanthimos. “La cuestión del poder y el control es parte de la familia, la sociedad… Existe en nuestras vidas diarias, entre dos amantes… ¿Quién tiene el control y quién no? Quién tiene más dinero, quién tiene más poder… Nuestra sociedad está construida sobre esa noción, y siempre se ve algún aspecto de ella, por eso creo que es muy importante para nosotros representar a ese tipo de personajes en nuestras películas”.
De las numerosas escenas de Alps que se quedan pegadas en la memoria, muchas envuelven cuerpos en hipnotizante movimiento. Los trabajos del novato Lanthimos como director de los vídeos de una compañía de danza en los años noventa, quizá tengan algo que ver con eso: “Considero el comportamiento físico algo muy importante en la vida diaria. Probablemente mi experiencia con bailarines y coreógrafos me hizo de algún modo más capaz de observar o crear algo a través de esa idea. Es verdad que creo que el comportamiento físico es crucial para entender la mente”.
De la inevitable comparación entre Canino y Alps, el cineasta reconoce que esta última es “quizá más oscura. Aunque lo que realmente importa son los elementos específicos, cómo estos se equilibran en la película que quieres hacer y en el tono que quieres mantener; cómo se mezcla el humor con la violencia, con momentos ridículos, con otros muy tristes o dramáticos… y cómo todo eso juega en favor de un tono que te hace comprender cosas o te incita a empezar a pensar en cosas sobre ti mismo”. Ahí queda planteada una nueva forma de filosofía griega.
Aquel país, no obstante, poco se parece hoy en día al de Aristóteles o Platón. El apoyo a las artes y la cultura en Grecia se ve, al menos desde la distancia, más abandonado que nunca por la clase gobernante. “Bueno”, matiza Lanthimos, “tampoco es que la situación haya cambiado mucho con la crisis. La estructura nunca ha ayudado a la gente a hacer películas. Siempre ha habido subvenciones del gobierno, pero casi siempre iban a los mismos tres o cuatro, así que la gente joven nunca ha tenido oportunidad de hacer cine”.
De todos modos, asegura, su intención trasciende cualquier localismo. “Creo que todo el cine esencial sale de algún sitio muy específico, pero de alguna manera es también universal, o al menos mucha gente se puede sentir identificada con él. Tampoco hay una gran historia cinematográfica en Grecia, así que en cualquier caso no me siento parte de nada importante. Lo que realmente me interesa es que incluso al hacer este tipo de filmes pequeños con tantas dificultades, te las arreglas para sacarlos al mundo y mucha gente de muy distintas procedencias culturales, filosóficas, religiosas o de cualquier otro tipo las ven y se pueden sentir identificados con ellas”.
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