Sónar: festival de culto, reunión de masas
En su 19ª edición de Barcelona, el Sónar ha logrado consolidarse como una marca internacional que ha pasado por Nueva York, Seúl, Londres
¿A qué fanático de la música no se le pasó alguna vez por la cabeza montar un festival con cuatro amigos? Un poco de gusto, tres llamadas, un par de escenarios y tres buenos djs. En realidad, y gracias a la imprudente complicidad de los Ayuntamientos para montar una verbena con cinco estrellas y zona vip en cada plaza del pueblo, España se llenó durante un tiempo cercano de algo parecido a esa locura de colegotas de barra de bar. Pero esa fiesta, que utilizaron los municipios con diferentes resultados para poner su nombre en la agenda internacional, también se terminó (el 80% de esos eventos ha desaparecido) y hoy solo se oye la música de los que se lo tomaron mínimamente en serio.
Durante la burbuja festivalera, que llevó a guerras y excesos de todo tipo a promotores (muchos agentes se frotaban las manos con lo que podían sacarle a las desbocadas empresas españolas) Sónar intentó no moverse de la línea. Ni en nombres, ni en cachés, ni en espíritu. Calló y siguió a lo suyo, que no era fácil teniendo en cuenta el nivel de especificidad de un sonido (la música electrónica) que, expuesto como ningún otro los vaivenes de las modas y a la estúpida crítica del “chunda-chunda”, tenía que convocar cada noche a unas 30.000 personas en unas naves situadas en uno de los límites de Barcelona. El resultado es algo muy distinto a la mayoría, aunque mirando solamente la primera línea de su cartel (The Roots, Fat Boy Slim, Richie Hawtin, Hot Chip…) pudiera pensarse lo contrario.
El festival es, en su 19ª edición de Barcelona, una marca internacional que ha pasado por Nueva York, Roma, Seúl, Londres… y que se desdobla este año, con una potencia insólita para ser su primera edición, en Sao Paulo. Tras cerrar su sede en Galicia, inaugura también una pequeña muestra en Ciudad del Cabo (Suráfrica) y mantiene su romántica cita anual en Tokio, capital del imperio tencológico que ha estado presente en Sónar desde su nacimiento. “Es una mezcla de intereses. Empresarial pero también con vocación cultural”, explica Ricard Robles, codirector del evento. Una expansión que comenzó hace 10 años cuando ya era una de las señas de identidad del corazón de la Barcelona postolímpica (cuando Robles, Sergi Caballero y Enric Palau lo fundaron) y que hoy lo ha convertido en el festival de este tipo más importante del mundo.
¿Implica eso algún riesgo? Depende de cómo se gestione (y comunique) un objetivo tan amplio como el planeta. Al final los problemas pueden ser parecidos a los de un padre repartiendo entre sus hijos. Estamos seguros, por ejemplo, que el público español de Sónar hubiera preferido ver a Björk o incluso a Justice (en Sao Paulo), o a Rustie y Mount Kimbie (en Japón), que probablemente a Fatboy Slim o a Luciano (que también actúa en Rock in Rio).
De lo que hemos podido conocer esta mañana sobre el cartel de 2012 (en Barcelona), como siempre, reluce una superficie fácil de escuchar y reconocer, y una segunda capa encaminada al apasionante descubrimiento. El concepto ‘showcase’ se consolida, y este año Brainfeeder, Silk 100% y Hyperdub repiten con escenarios propios para mostrar a sus artistas. Mary Ann Hobs, la musa periodística de la electrónica vuelve al escenario de Sónar con Blawan, paradigma de la reconversión del dubstep inglés en house de los últimos meses. Veremos a Maya Jane Cole, Darkside o al catalán John Talabot. Volverá Amon Tobin, y Byetone y Alva Noto presentarán su nuevo proyecto. Y faltan todavía unos 60 nombres por anunciar.
Pero ¿Cuál es el común denominador de la ensalada? ¿Por qué este año The Roots y otros Roxy Music o Devo? “La identidad del festival no la configura una serie de nombres más o menos populares. La establece la inmensa mayoría de grupos desconocidos. Pero traemos también a grupos que, vinculados al fenómeno tecnológico, han sabido renovar géneros en un determinado momento y modificar el hecho creativo”, explica Robles. Quizá por eso, y pese a sus mareantes cifras de macrocertamen, Sónar conserva todavía, tras 19 años de vida, un cierto aire a festival de culto.
Babelia
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