“Me he corrompido para difundir ciertas ideas”
El dibujante vuelca toda su capacidad satírica en 'Memorias de la Tierra', donde reúne algunas de las mejores viñetas que ha publicado en el suplemento 'Tierra'
Barroco y reivindicativo. El trabajo del dibujante Miguel Brieva no es un plato fácil de digerir. Con cierta querencia reconocida por el horror vacui, una estética en el órbita gráfica de Robert Crumb y textos hiperbólicos, este sevillano de 36 años cuestiona la sociedad capitalista y de consumo. En Memorias de la Tierra (Reservoir Books), el tomo que acaba de publicar, empuña su satírico rotulador contra la explotación de la naturaleza y reúne algunas de las mejores viñetas que ha publicado en el suplemento Tierra, de EL PAÍS. “Es cierto, me cuesta lograr la sencillez. Muchas de mis ilustraciones son como sketches congelados, de ahí su mayor desarrollo. Soy una poco de la vieja escuela y me gusta el cómic preciosista de Moebius y por eso, supongo, lo peto todo”, se disculpa y define.
-Usted distribuye toda su obra de forma libre, bajo Creative Commons, una licencia alternativa al derecho de autor. Pero, al mismo tiempo, publica con una de las editoriales más grandes de este país, Mondadori ¿No es como ser vegetariano y comer chuletón? ¿Cree que esta vía mixta es el camino para la supervivencia de los artistas?
-Si hay un futuro va a ser la cultura libre. Con esta idea de rentabilizar el derecho de autor hemos pasado de que los creadores fueran unos marginados al otro extremo, a que las agencias de derechos, las editoriales y las empresas lo exploten a través de su nombre, para obtener un beneficio excesivo. Creo que los autores deben ganar el mismo dinero que un maestro. Bastante suerte tiene alguien si toca la guitarra, compone y a la gente le gusta ¿qué más quieren?, ¿qué necesidad hay de ser millonario? Creo que en algún momento nos hemos pasado de rosca. Además, al amparo de este cambio de sistema se han creado monstruos de la industria cultural que son verdaderos gigantes a batir.
Creo que los autores deben ganar el mismo dinero que gana un maestro
-Pero usted forma parte de esos gigantes, ¿no es una contradicción?
-Yo publico en EL PAÍS y en Mondadori que son dos monstruos. Y claro que es incoherente. Puedes mantenerte en una coherencia y llegar a un gueto muy pequeño de gente o corromperte en cierta manera, cosa que yo admito, para tratar de difundir ciertas ideas que son muy minoritarias, pero que son de cajón y a las que los grandes medios no quieren dar salida o solo como una pequeña válvula de escape. Sí, hay una contradicción entre el continente y el contenido.
-En lo que no parece admitir incoherencia es entre su vida privada y su compromiso medioambiental. No tiene coche ni móvil. Es una rara avis.
Quiero cerrar la trilogía que arrancó con El otro mundo (Mondadori, 2009) con una novela gráfica
-Sí tengo Internet porque es como una enciclopedia brutal y me aporta mucho. Pero tenemos demasiadas cosas y se solo se trata de hacer elecciones. La sociedad de consumo te va poniendo gadgets y te hace creer que tu, siendo libre, los aceptas y necesitas ¡Qué libertad tan curiosa en la que todos acabamos eligiendo lo mismo!
-¿No se agota de ser reivindicativo 24 horas al día?
- Para mi es como una necesidad, no me lo planteo. Todos los días estoy comido con estos temas: es lo que me preocupa y lo que me sale. Pero también hago otras cosas. He hecho ilustrado un libro infantil Al final, y toco en un grupo, La buena noche, donde hacemos música pura y dura, y no nos planteamos ningún contenido de ningún tipo.
-¿Qué tal va su proyecto de novela gráfica?
La idea es cerrar la trilogía, que arrancó con El otro mundo (Mondadori, 2009), con una novela gráfica. Memorias de la Tierra plantea el mundo donde van a discurrir las peripecias de la novela. Tendrá el mismo transfondo, pero con personajes y acción.
-¿Cuál cree que es la clave del creciente éxito de la novela gráfica?
-Nuestra generación es superaudiovisual, y la siguente ni te cuento. Leer un libro cuesta cada vez más. Y la novela gráfica es como una novelita pero más suavita para gente que se ha criado con los videojuegos y el cine. Podemos interpretarlo en positivo, pero también tiene que ver con una analfabetización lectora de las nuevas generaciones.
Babelia
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