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Cultura, algo más que un símbolo

El posible traslado de la fiesta de los toros del ministerio del Interior al de Cultura es un éxito indudable para la fiesta por su extraordinario valor simbólico. Después de las durísimas acusaciones que han sufrido taurinos y aficionados antes y después de lo de Cataluña, el hecho de que el Gobierno de la nación llegara a reconocer oficialmente el festejo taurino como un hecho cultural pudiera llegar a tener, además, trascendencia práctica, si se tratara de un efectivo compromiso.

El Ministerio del Interior no posee actualmente competencia alguna relacionada con el mundo de los toros. Todas están transferidas a las Comunidades Autónomas, algunas de las cuales -las menos- se rigen por su propio Reglamento Taurino, y el resto por la normativa nacional. Lo único que figura aún en Interior, y no como tal competencia, sino por consenso y comodidad de los gobiernos regionales, es el Registro de Profesionales Taurinos, a fin de evitar que éstos debieran inscribirse en 17 distintos. Pero no hay más.

Cono no podía ser de otra manera, seguirán vigentes la Ley Taurina de 4 de abril de 1991, y los Reglamentos por los que se rige el espectáculo en cada comunidad autónoma. Y seguirá mandando cada gobierno regional y no ministerio alguno. Todo seguirá absolutamente igual en todo lo referente al desarrollo del espectáculo. Para lo poco bueno y mucho malo que lo acompaña cada tarde.

Pero sorprende la buena disposición del señor Rubalcaba porque sí existen dos cuestiones económicas importantes que pudieran ser, hipotéticamente, objeto de cambio: si los toros pasan a depender de Cultura, el espectáculo podía verse beneficiado del IVA reducido, si bien para ello habría de ser modificada en el Parlamento nacional la ley que establece los distintos tipos impositivos; y, en segundo lugar, la fiesta de los toros podría tener derecho a las subvenciones que establece el ministerio de la señora González Sinde para las actividades culturales. Baste el dato de que sólo el cine recibirá durante el presente ejercicio 600 millones de euros. Y la fiesta de los toros no recibe ni un euro del Gobierno central.

Como se verá, el asunto es serio. Se puede quedar en un símbolo que llene de ingenua felicidad a los toreros o en un paso de gigantes que abaratara sensiblemente el coste del espectáculo. El tiempo dirá si la intervención del señor Rubalcaba ha sido un brindis para la galería o una faena de artista.

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