Adiós, Hermès; 'au revoir', París
Jean Paul Gaultier se despide de la firma con una sobria y emotiva colección
Llámenlo divorcio a la francesa. La Semana de la Moda de París se cerró este miércoles con un episodio de tanto potencial dramático como pacífica resolución. El desfile final de Jean Paul Gaultier para Hermès era el momento álgido de la última jornada de presentaciones internacionales para primavera / verano de 2011. Uno de los más queridos diseñadores galos y la casa de marroquinería más lujosa del mundo se decían adiós tras siete años de relación . Le sustituirá el mucho menos conocido Christophe Lemaire, que hasta ahora trabajaba para Lacoste. Gaultier se concentrará en sus propias líneas.
En una temporada fecunda en guiños a la belleza de lo animal, ninguno puede compararse al de Jean Paul Gaultier, de 58 años. Literalmente, subió las fieras a la pasarela. Ocho jinetes y sus caballos acompañaron a las modelos bajo arañas de cristal. Fue la única concesión al espectáculo. Se echó en falta emoción en la revisión del espíritu gaucho y las amazonas andaluzas, pero en esta casa se valora ante todo la discreción. Nada en la pulida superficie de los corsés de piel o en la suave cadencia de los flecos hubiera permitido a alguien ajeno a la cuestión adivinar que asistía al fin de un idilio. El divorcio civilizado -sea real o solo aparente- siempre fue para algunos una muestra definitiva de elegancia.
Todavía hay uniones que solo la muerte separa. Vaya papelón el de Sarah Burton. El martes por la noche presentó la primera colección de Alexander McQueen sin McQueen . El diseñador británico se suicidó en febrero y la que fue su ayudante durante 15 años está encargada de continuar con la marca. Tan dramática historia estaba implícita en la forma en que Burton se encogió de hombros al salir a saludar tras el desfile. Y en el entusiasta aplauso que recibió.
Burton firmó probablemente la única colección que era sensible y posible hacer. Un homenaje a su mentor. No hizo mucho más que repasar los principales términos del vocabulario de otro, es cierto. Pero les aportó un matiz distinto. Una sensibilidad más femenina y liviana. Un año atrás, McQueen presentó su último trabajo en vida, una fantasía ultratecnológica. Pero en los meses siguientes, mostró su interés por una estética más humana. En cierta forma, Burton completó su camino. Explícitamente rechazó "un entorno tecnológicamente avanzado" y apeló al poder de la naturaleza. Si el paisaje hace 12 meses eran las profundidades marinas de un planeta de ciencia-ficción, esta vez fue una pasarela de hierba y maderas. Donde antes había estampados alucinados y tejidos marcianos, ahora aparecían rafia, pelo, encaje y satén.
Es obvio que falta alma en los clones de criaturas que nacen de otras entrañas. Nunca quedó claro que los replicantes pudieran tener sentimientos. Pero, ¿era esta primera colección el momento y el lugar para exigirle a Burton que gestara las suyas? El respeto, la humildad, la excelencia en la factura y el profundo conocimiento de la esencia de McQueen que demostró son esperanzadores.
Por otra parte, las réplicas de Burton están bastante más justificadas que los préstamos del imaginario de otros diseñadores que tan acostumbrados estamos a ver. Una idea que era difícil sacarse de la cabeza en el desfile de Marc Jacobs para Louis Vuitton. Los colores remitían a Yves Saint Laurent y Sonia Rykiel en los años setenta, mientras que las formas orientales de los vestidos y los trajes-pijama homenajeaban a los inicios de Kenzo, que el día anterior celebró su 40º aniversario en la moda. Se vieron flecos y cortes de los veinte y, cómo no, abundantes manchas de animales. Buena suerte para aquellos que no quieran vestirse de zoológico el próximo verano. Los motivos animales se apropian de la superficie humana de tal forma que Kirsten McMenamy cerró la colección con un pantalón y el torso dibujado de cebra en lugar de camisa. Aquí el lado salvaje, si no se tiene, se pinta.
Babelia
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