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Vacaciones sin un duro

Cómo usar las redes sociales para encontrar alojamiento gratis, transporte barato y sumergirse en la cultura local

Couchsurfing es una comunidad online de más de dos millones de anfitriones y viajeros de todo el mundo. Una red en la que un día duermes en el sofá real de un amigo virtual noruego al que no has visto nunca y otro, alojas o enseñas tu ciudad a un australiano, de quienes te fías por las referencias positivas de sus perfiles. En Internet existen también herramientas para compartir viajes en coche, conseguir alojamiento a cambio de cuidar de la casa o las mascotas de quienes se van de vacaciones, o para intercambiar casas.

Bettina Cagliani, milanesa de 25 años, se ha recorrido media Europa e India durmiendo gratis de sofá en sofá y visitando ciudades con amigos-guías locales. "Mucha gente solo participa para no pagar un hostal. Yo lo que quiero es salir, conocer gente, aunque no tengan sofá [couch, en inglés]. Te muestran todo, te dicen qué hacer, conoces su cultura", explica. Cagliani ha viajado muchas veces sola de esta forma, y aunque tiene cuidado, no pasa miedo al alojarse en casa de desconocidos, porque el sistema se basa en los comentarios de otros usuarios y en la verificación real de los datos facilitados. Los miembros de la comunidad organizan además quedadas semanales en las que los couchsurfers, en general jóvenes de entre 19 y 35 años, que viven o están de paso en una ciudad se ven las caras, y "si pasa algo malo, se corre la voz".

Cagliani viajó en julio por los sofás de varias ciudades españolas y se alojó en Valencia en casa de Sebastián Colomar, profesor particular de 40 años. Él, de momento, ha sido más anfitrión que huésped, pero dice que así, "acumula crédito para cuando viaje". Es decir, opiniones positivas de quienes ha dado cobijo que le servirán de carta de referencia para ser alojado. Suele recibir a miembros de la red al menos una vez por mes, "aunque va por épocas. En julio de este año han sido unas ocho chicas las que han pasado por mi casa", cuenta. Él prefiere alojar mujeres que se quedan una media de tres ó cuatro días, porque, dice "son más ordenadas, más limpias, más sensatas", y si le caen bien, sale con ellas y les enseña la ciudad. Asegura que no hay segundas intenciones: "si lo haces por ligar pierdes el tiempo, porque no van buscando ligues". Lo que de verdad le motiva es aprender de la gente que recibe, de países y culturas muy distintas, cocinar comidas de otros lugares, compartir experiencias.

Autoestop 'online'

Para moverse a través de la red también se puede encontrar una alternativa más barata. "Compartir coche es una buena manera de ahorrar, es ecológico y se conoce gente", afirma Vilma Marquas, brasileña de 40 años, veterana en esta forma de viajar, como conductora y como pasajera. Marques ha puesto un anuncio en Shareling.es en el que busca compañeros para el trayecto Barcelona-Helsinki, para compartir gastos de gasolina y peajes. Solo queda esperar a que alguien conteste, fijar una fecha y ponerse en marcha. Esta es la primera vez que lo intenta en España, pero ya ha recorrido cientos de kilómetros compartidos en Alemania y Francia. "En el pasado la gente hacía más autostop, pero eso es más peligroso", opina Marques. Las páginas web que conectan ofertas y demandas de viaje registran las direcciones reales de los viajeros, para garantizar la seguridad.

Eponine Franckx, belga de 31 años residente en Madrid, está completamente de acuerdo. Para ella, esta fórmula es "más rápida, más barata y más flexible" que el tren o el autobús. "Me gusta el autoestop y lo he hecho muchas veces, pero sola no lo haría. Esta opción es mucho más segura, porque te permite contactar con el compañero de viaje con antelación, mientras que en autostop te montas directamente en el coche de un desconocido". Ella ha utilizado el sistema sobre todo para viajes desde Bruselas a París, a través de taxistop.be, pagando unos 10 euros por un trayecto que en tren cuesta como mínimo 35 y en autobús 25.

Alojamiento a base de trueque

La fórmula del intercambio de casas durante las vacaciones cada vez está más extendida (ver direcciones más abajo) y es muy simple: solo hay que pagar una cuota por el servicio que ofrecen las páginas web, describir nuestra casa, elegir el destino y las fechas a donde queremos ir, y contactar con los dueños de otras propiedades para acordar un intercambio. El principio de base, eso sí, es tener una casa para intercambiarla, pero para los no propietarios, existen otras opciones.

Una de ellas es el trueque de favores, como por ejemplo, cuidar de la casa y las mascotas en ausencia de los dueños. Robert Martin, un británico de 35 años que reside en Madrid, se va más tranquilo de vacaciones si deja a sus tres gatos y su perro en su propia casa y en manos de alguien de fiar. En París, donde vivió un tiempo, empezó a usar los servicios de ilidor.com, que pone en contacto a personas como él con parejas de jubilados amantes de los animales. Y en Madrid sigue con la misma práctica. Él abona unos 200 euros a la empresa que ofrece el servicio, y los cuidadores, que solo tienen que pagarse su viaje, tienen alojamiento gratis durante una o dos semanas. Las dos partes firman un contrato, y todos contentos. "Es una experiencia bastante social. Normalmente vamos a buscarles al aeropuerto, les invitamos a cenar y les enseñamos la zona. A la vuelta, son ellos quienes nos preparan algo de cena y les volvemos a llevar al aeropuerto", explica Martin.

Internet es el sitio donde buscar. El destino y las ganas de viajar los ponen los usuarios.

'Couchsurfing' o cómo recorrer el mundo de sofá en sofá.
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