Garzón de cine
Hace unos años se estrenaban en España películas italianas que denunciaban la corrupción en su país (Las manos sobre la ciudad), o que analizaban asesinatos promovidos por políticos (El caso Mattei), o que repasaban la historia reciente, deformada por la versión oficial (Sacco y Vanzetti). Era un cine vivo y comprometido al que la censura española hacía la vista gorda, como disimulando que en España era impensable realizarlo. Directores como Pietro Germi, Elio Petri, Damiano Damiani o Gillo Pontecorvo nos asombraban por su valor. Luego ese tipo de cine fue desapareciendo, ya antes de que Berlusconi arrollara como un mamut, si bien siguen surgiendo esporádicamente algunos títulos del género (El Divo, Gomorra...)
Al morir Franco, algunos cineastas españoles se pusieron a contar aspectos de la guerra civil y sólo ocasionalmente tocaron cuestiones de este cariz más cercanas en el tiempo. No había costumbre, o quizás el público de ese momento pedía otras cosas, pero el caso es que muy raramente el cine español de ficción ha analizado o denunciado temas políticos. Acaso tendrá que ser, por tanto, algún cineasta italiano o británico (un Ken Loach, un Stephen Frears...) quien lleve a la pantalla el escándalo en que han envuelto actualmente al juez Garzón, en definitiva por investigar los crímenes del franquismo. Ese director extranjero se encontrará con una trama de película rocambolesca, con oscuras redes extendidas por altas esferas del poder, urdidas precisamente por herederos de quienes perpetraron aquellos crímenes.
Quién sabe si se llegará a hacer la película que desentrañe las circunstancias de tan desdichado juicio. Si así fuera, el filme tendría sin duda en la ciudad malagueña de Ronda una buena tribuna: allí va a celebrarse a final de este año un festival cuya temática versará precisamente sobre el cine político. Las películas que se presenten reflejarán injusticias, corrupciones y escándalos, seguramente pocos tan graves como el de este juez sentado en el banquillo por osar desempolvar páginas sangrientas de nuestra historia. Los acusadores del caso un día morirán, pero su triste memoria quedará para siempre en el cine, al menos en el cine que se debería estar haciendo aquí.
Babelia
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