Escultores del sonido
Varias veces ha actuado Mariss Jansons en Valencia. Una de ellas (2003), al frente de la Filarmónica de Berlín. En cada aparición suya, sin embargo, parece que moldea aún mejor el sonido. Su flexible gestualidad le capacita para que el menor matiz sea comprendido y sentido por la totalidad de la orquesta, que suena compacta, dúctil y expresiva. La calidad del conjunto y de cada una de sus secciones es verdaderamente asombrosa, como corresponde a la gran agrupación holandesa: la Royal Concertgebouw Orchestra.
El hecho de que Jansons sea su director titular influye, sin lugar a dudas, en esa facilidad casi escultural de hacer perceptibles tanto las líneas estructurales de cada obra como los detalles más pequeños. Hay una compenetración conseguida con los años. Pero no es la única posible. La joven violinista Janine Jansen, en su primera gira con el director letón, contactó con él de forma intensísima, trazando ambos un diseño tan impecable como novedoso para el Concierto en re menor de Sibelius. Impecable por el ajuste, el empaste y el virtuosismo de las velocidades vertiginosas o de las cuerdas dobles. Novedoso porque, adaptándose a un sonido sin demasiada potencia del violín solista, se trazó una dinámica que pocas veces sobrepasaba el mezzo-forte y jugaba, en gradaciones casi imposibles, con todos los matices del piano y del pianissimo, evidenciando la sutileza de una obra muchas veces interpretada sólo para posibilitar el "más difícil todavía". El lunes quedó dibujada, por el contrario, con una atmósfera de enorme melancolía y sugerente misterio. Director, orquesta y solista consiguieron esa conjunción casi quimérica entre lo arrebatado y lo contenido, y ante tal hallazgo sólo cabe dar las gracias. Janine Jansen coronó su actuación con el mismo encore de su anterior visita al Palau (2008): la Sarabanda de la Partita núm. 2 para violín solo de Bach. Indescriptible, como entonces.
Royal Concertgebouw Orchestra
Mariss Jansons, director. Janine Jansen, violín. Obras de Sibelius y Rachmáninov. Palau de la Música. Valencia, 8 de febrero de 2010.
Rachmáninov y su Segunda sinfonía, luego, permitieron, en un clima menos mágico que el de la primera parte, disfrutar las joyas particulares de esta orquesta: el clarinete solista, los trombones y la tuba de dulce sonoridad, las cuerdas de aterciopelado ataque, las trompas siempre impecables, la percusión tan controlada...
No quedan ya adjetivos para el Vals Triste de Sibelius que dieron como bis.
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