Michael Jackson en la retina: memoria de aquella noche en Praga
Septiembre de 1996, el 'Rey del pop' ofrece un megaconcierto de su gira HIStory.- Ésta es la crónica tardía de aquel espectáculo
Seguro que el reloj no se había ido mucho más allá de las nueve de la noche, porque esa era la hora convenida para que el Rey saltara a la arena, pero tampoco estoy muy seguro: el efecto de varias y generosísimas jarras de cerveza checa, sumado al efluvio que de por sí nos recorría el cuerpo ante la perspectiva de ver y oír a Su Majestad iban surtiendo efecto...
Vamos, digamos que las nueve. Estadio Letna Park de Praga. 7 de septiembre de 1996. Digamos también que 123.000 sudorosas almas saltaban y aullaban como símbolo de pleitesía al vigilante de los sueños, y que todo parecía dispuesto para que Peter Pan argumentara en bailes y canciones su dictadura musical en el cuadrilátero del pop. Una de aquellas almas, anda, era la mía. Otra pertenecía a aquel señor bajito y rechoncho de mofletes colorados, pelo imposible, bonhomía en estado bruto y sabiduría ilimitada que atendía al nombre de Joaquín Luqui, ¡Luqui yeah! Para los amigos. También andaba por entre las jarras de cerveza y las gradas del Letna Park otro enorme periodista musical de los viejos tiempos radiofónicos, Rafael Escalada. Y en esas se apagó la luz. Digamos que un rumor sordo de color negro bramó durante cuatro o cinco segundos, los cuatro o cinco velocísimos segundos transcurridos antes de que empezaran a sonar los ocho acordes -tu-tu-ru-tu-tu-tu-tu-tuuu- de Black or White.
Perdimos a Joaquín Luqui en la segunda canción. Sólo lo recuperamos cinco o seis después, surgió de no se sabe dónde, de entre la multitud, llorando como un bebé y riendo como un poseso, emocionado, mientras retumbaba They don't care about us. El inmenso escenario dispuesto en el estadio Letna para aquel arranque de la gira mundial HIStory (82 conciertos, cuatro millones y medio de entradas vendidas, ganancias de dos millones de dólares por concierto) se quedaba pequeño para Jackson, que saltaba, bailaba, corría y nos restregaba por los morros las fascinantes credenciales del autómata humano, del hombre convertido en robot.
La locura se instaló en el estadio del equipo de fútbol del Dukla de Praga. Fueron cayendo en el zurrón versiones bestiales de Billie Jean, de The girl is mine, de Earth Song, de Bad, de Heal the World, de Stranger in Moscow... todo para desembocar en la locura colectiva de Thriller, con imágenes inmensas de Jacko en las inmensas pantallas del escenario, dando alaridos, dando saltos, girando sobre su pie, mesándose los cabellos, sabiéndose el monarca, a buen seguro creyéndose inmortal, no sabiendo lo que vendría 13 años después, no intuyendo el abrumador contraste entre aquella fuerza arrolladora de baile y voz y esta imagen que tengo sobre la mesa, un puñetero ataúd blanco aupado a un helicóptero.
Coño, Luqui, dónde estás, ah, claro, andarás llorando en el cielo.
Babelia
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