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Como si fuera un concierto

'Hoy no me puedo levantar' se despidió ayer de Madrid con el teatro Rialto en pie durante más de 20 minutos

No fue a las cinco sino a la una y media de la madrugada de ayer cuando se cerró la barra del 33, después de tres años de trabajo ininterrumpido. El musical Hoy no me puedo levantar, en el que suenan desde grandes éxitos de Mecano como No hay marcha en Nueva York o Cruz de Navajas hasta temas menos conocidos de la banda madrileña como Quédate en Madrid o Quiero vivir en la ciudad, bajaba el telón del teatro Rialto, que han ocupado desde su reapertura, el 7 de abril de 2005, para comenzar una gira que le llevará por 29 ciudades. La primera parada el día 14 de agosto en Bilbao, el final una estancia prolongada en Barcelona.

Ayer se olvidaron las disputas personales, las rencillas, la leyenda de que Nacho Cano, padre de la criatura, tiene vetada la entrada en el teatro desde que lo abandonara el pasado diciembre por diferencias con la productora. No estuvo físicamente pero sí en las palabras finales de quien le relevó al frente de la nave, Miquel Fernández (el actual director y además protagonista de la obra), y en la pantalla gigante del fondo del escenario, desde la que despidió a los espectadores levantando a hombros, junto con su hermano Jose, a una joven Ana Torroja. Uno de los típicos finales de los conciertos de Mecano. Incluso se ha olvidado un cambio de nombre que no ha terminado de asimilarse ya que muchos continúan llamando Moviestar al Rialto aunque ya la compañía de telefonía no lo patrocine.

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Este musical, el más longevo de la cartelera madrileña, el primer musical español en aguantar 4 temporadas ininterrumpidas en un teatro, que ha recaudado más de dos millones de euros y que ha reunido a más de 1.225.000 personas, ha permitido que muchas personas se conocieran e, incluso, se hicieran grandes amigos. El público, mayoritariamente femenino y dividido entre los dos protagonistas (Miquel Fernández, Mario, y Adrián Lastra, Colate), abarrotaba la acera hasta el punto de que una señora se paró para preguntar "¿pero es que viene algún grupo a tocar, o algo?"

Ambiente de concierto

En la sala no cabía un alfiler. Y cuando empezó a sonar el teclado que da comienzo a la función el ruigido fue tal que costaba trabajo escuchar la música. Como en los mejores conciertos de Mecano. Conforme el final se acercaba las ovaciones se iban haciendo cada vez más largas hasta que, a falta de 20 minutos, el público decidió no sentarse. Lo propició la aparición de un segundo Colate en el escenario para cantar No es serio este cementerio y uno de los chascarrillos de la noche. "Veo doble", le contestó Miquel Fernández a Adrián Lastra cuando volvieron a quedarse solos sobre el escenario. Una broma privada, una de las muchas que tuvieron lugar en una última función que el público se sabía al dedillo. Pocos era la primera vez que la veían y por eso mantenían la disciplina aprendida a base de repetir, con una simple señal los actores conseguían cortar en seco los aplausos... por un rato.

Miquel Fernández, fogueado en los musicales de Dagoll Dagom, no se lo podía creer. Al terminar, tuvo una ovación que duró cerca de veinte minutos, con palabras de agradecimiento de todos los protagonistas incluidos. El joven que se iniciaba en el teatro con Pirates, hace ahora diez años, no daba crédito. "Lo de hoy ha sido increíble", decía aún emocionado, "supongo que todo llega, pero no me atrevía ni a soñar con esto". Ahora tendrá una semana de vacaciones después de volver al trabajo. Hará las primeras funciones en Bilbao y luego volverá a Madrid, al Rialto, para comenzar a trabajar en Enamorados Anónimos a cuyos responsables les decía ayer que "os lo dejamos calentito", refiriéndose al ambiente del Rialto.

Amigos gracias a HNMPL

Laura, Nuria y Ester, se conocieron gracias al musical de Mecano, en foros y chats por Internet. Ayer jueves, aprovechando que están de vacaciones, se acercaron de nuevo hasta su musical favorito para reír y llorar, más de lo último que de lo primero, con sus personajes favoritos. Laura, que ya ha pasado cinco veces por el 33, esperaba sentada en el "callejón", que es como llaman los fans a la puerta de atrás del Rialto, después de la función. Sus amigas se apresuraron a aclarar que llevaba llorando casi desde que entró en el teatro, más de cuatro horas antes. Las tres afirmaron rotundas que venían a ver a Miquel Fernández aunque se apresuraron a completar, "bueno, a todos, pero un poco más a Miquel".

Noemí, que ya ha visto el musical unas 40 veces, aseguraba que esta no será la última y que lo perseguirá allá donde vaya. Juan Manuel, que calculaba que había visto unas 38 funciones, llegaba más allá, "cuando vuelvan a Méjico, iré a verlo allí". La pasión por este musical ha desbordado las previsiones más optimistas. La gente repite y repite "por las emociones que transmite, es una historia que podría pasarle a cualquiera", afirmaba Amparo, que había venido desde Alicante por decimoquinta vez. "Siempre es distinto, los actores siempre aportan algo distinto", afirmaban muchas de las fans más incondicionales, muchas de las cuales no han pisado otro teatro en su vida. A otras les picó el gusanillo de los musicales gracias a éste y luego han buscado en otros.

"Esos pantalones son míos"

Javier Godino, el primer Colate y para muchas de las fans el único, miraba como iban desmontando el teatro. Se para en la que fuera su habitación y dice emocionado, "mira, esos pantalones de ahí son míos. Los grapé a esa barra hace tres años". Él dejó la aventura por el camino, para irse a hacer otras cosas (entre ellas un Sueño de una noche de verano también musical) pero ayer, desde las butacas volvió a emocionarse. "Con dos momentos en los que yo no salía", dice con una sonrisa, "en Mujer conta mujer y en Me cuesta tanto olvidarte". Y es que son muchos años de trabajo, muchos compañeros, mucho esfuerzo para poner en marcha un espectáculo en el que mucha gente no creía.

Vio la función entre el público y dejó el trabajo "al más digno de mis sucesores, eso no quiere decir que los otros fueran malos, pero Adrián es especial". Lastra, que tampoco se quedaba corto en elogios hacia su "padre en esto", ha sabido revitalizar el personaje de Colate, el que tiene más carga dramática, y se derrumbaba ayer sobre el escenario cuando veía a toda la sala en pie ovacionándole. Hasta ese momento había sido capaz de controlarse, aunque ya en el entreacto reconocía "cierta melancolía, alegría, porque está saliendo muy bien, pero no deja de ser la última que lo haremos aquí".

Ana Garay, la escenógrafa, mientras veía cómo los operarios desmontaban el decorado, recordaba cómo estaba el teatro la primera vez que lo visitó con Nacho Cano: "el escenario era sólo el fondo, donde están las escaleras, y el Cano me decía que aquí íbamos a montar un musical. Pensaba que estaba loco". Lo pensaron muchos, pero 1.400 funciones le han dado la razón a su sueño.

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