Ir al contenido
_
_
_
_

Europa desinfla su política medioambiental en el momento más crítico de la lucha climática

El avance ultra y el giro de los conservadores en muchas capitales europeas están diluyendo normas que habían sido bandera del Pacto Verde

El Team Europe no atraviesa su mejor momento. Equipo Europa, en inglés, es como se autodenomina la delegación de la UE que acude a las cumbres climáticas, una de las más potentes, y en la que la Comisión y los Veintisiete suelen actuar en bloque. Eso les ha dotado de mucha fuerza en las negociaciones en las conferencias anteriores, como la que este sábado se cerró en la ciudad brasileña de Belém, la COP30, sin lograr una mención a la necesidad de que los países dejen atrás los combustibles fósiles.

Pero en la cita de Belém esa histórica unidad ha sido complicada, ya que algunos países, como Italia y Polonia, se han mostrado reticentes a apoyar esa hoja de ruta para dejar atrás los combustibles fósiles, la principal batalla que se ha vivido en esta accidentada conferencia de la ONU que tuvo que estar paralizada durante horas por un incendio.

En el tramo final de la cumbre, un grupo de 40 países firmó una carta en la que metía presión a la presidencia de la cumbre para que incluyera esas menciones a los combustibles. La firmaron 15 países de la Unión, entre ellos Francia, Alemania y España, que fue una de las que impulsó la iniciativa. Pero no así la UE en su conjunto.

Durante la cumbre, el comisario europeo de clima, Wopke Hoekstra, se ha mostrado partidario de que se adoptara la hoja de ruta con una mención directa a los combustibles, a lo que se han opuesto frontalmente los países más dependientes de los combustibles. Y mientras negociaba para ello, desde la cumbre del G20 de Johannesburgo llegó un golpe a la postura negociadora europea de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. “No estamos luchando contra los combustibles fósiles, estamos luchando contra las emisiones de los combustibles fósiles”, sostuvo en una conferencia de prensa. Es el argumento que usan los petroestados en las cumbres: hay que hablar de emisiones no de los combustibles que las provocan.

En los últimos años, la Unión Europea había enarbolado la bandera de las políticas verdes y la lucha contra el cambio climático como una de sus señas de identidad. En las cumbres del clima se presentaba como un líder en la lucha contra el calentamiento. Pero a esta de Belém la UE acudió, además, sin tener todos los deberes hechos.

El Acuerdo de París, que salió de la COP en la capital francesa en 2015, y en la que la UE desempeñó un papel determinante de impulso para lograr ese pacto, establece como objetivo que todos los países firmantes, casi 200, deben presentar planes de recorte de sus emisiones periódicamente. La UE siempre actúa como un bloque y su plan es conjunto, para los Veintisiete. La segunda tanda de estos planes, conocidos como NDC, debería haber estado lista en febrero de 2025. Pero la UE no cumplió ese plazo y las negociaciones se han ido dilatando mes a mes por la dificultad de acordar objetivos dentro de la Unión.

Finalmente, se aprobó casi sobre la bocina, a comienzos de este mes, la reforma de la ley que fija como obligatorio el objetivo del 90% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para 2040 y una horquilla orientativa para poder presentar ante Naciones Unidas como NDC.

Hubiese sido demoledor que la UE hubiera llegado a la cumbre sin haber presentado ese plan. Pero el retraso ya es un signo de lo que está ocurriendo con las políticas climáticas y medioambientales en la Unión. Por ejemplo, en el Parlamento Europeo, donde la extrema derecha que tan reforzada salió de las elecciones europeas de 2024 ha prometido acabar con el Pacto Verde.

La ambición climática también se debilita en cada vez más Estados miembros, entre ellos pesos pesados como Alemania o Francia, que están forzando la marcha atrás en compromisos ya alcanzados. Por ejemplo, la icónica directiva de diligencia debida en sostenibilidad (CSDDD) recién rebajada drásticamente o la pionera ley de la UE contra la deforestación mundial (EUDR), que también está en vías de ser no solo debilitada, sino incluso nuevamente retrasada.

La señal de alarma, que lleva bastante tiempo parpadeando, volvió a dispararse con la dura negociación para aprobar esos objetivos de 2040 y la NDC, que salieron adelante en el último minuto, y solo porque se aceptaron tantas flexibilidades que algunos acusan a la UE de hacerse trampas. “Es como prometer correr una maratón entrenando solo 10 kilómetros, tomando el autobús para recorrer el último kilómetro y reservándose el derecho de quedarse en casa si llueve”, criticó Greenpeace sobre las concesiones.

Especialmente se señala la que permite que hasta el 5% de la reducción de emisiones se pueda hacer mediante los denominados créditos internacionales de alta calidad, lo que viene a ser externalizar una tarea que debería hacerse en casa.

Pero no ha sido el único revés para las ambiciones climáticas de una Europa que lleva meses desmontando, lenta pero inexorablemente, su otrora ambicioso Pacto Verde europeo en aras de la “competitividad” del continente frente a Estados Unidos y China. Europa está aplicando medidas proteccionistas, como los aranceles o tasas a los coches eléctricos y el aluminio chinos. Y la delegación de China presente en la COP30 se lo ha echado en cara en varias ocasiones a Europa durante la cumbre de Belém.

Eufemismos limpios

En Bruselas ya ni se habla de green, verde, sino de clean, limpio, en un eufemismo que no logra blanquear el fuerte vuelco que ha dado la UE en materia de ambición climática. A ello se une el poder cada vez mayor que tienen las fuerzas ultras en la Eurocámara, donde se han convertido en la “mayoría alternativa” a la que recurre el Partido Popular Europeo (PPE) cuando no logra que los tradicionales partidos proeuropeos apoyen sus iniciativas. Especialmente cuando se trata de rebajar leyes climáticas.

Así acaba de ocurrir de nuevo —y por primera vez en un acto legislativo— con la alianza realizada la semana pasada por los conservadores europeos con los grupos ultra del hemiciclo para sacar adelante una reducción drástica de las normas que exigen responsabilidad corporativa a las grandes empresas en materia de derechos humanos y medio ambiente. Tras la votación, que se produjo en plena cumbre del clima en Belém, las fuerzas de extrema derecha celebraban haber “reventado” el cordón sanitario, más allá de abrir una herida profunda en el Pacto Verde.

Y vienen más curvas, tanto desde las capitales como desde el hemiciclo. Esta misma semana, los Estados, liderados por una Alemania que ante la incertidumbre económica ha dejado abiertamente de lado la política climática que llegó a liderar, han rizado el rizo al apostar por retrasar un año más, hasta el 30 de diciembre de 2026, la aplicación del reglamento contra la deforestación. Una normativa que busca cerrar el mercado europeo a productos como la madera, el café o el cacao que procedan de tierras deforestadas o contribuyan a deforestar la Amazonía y otros valiosos bosques. La medida tiene ahora que ser validada también por el Parlamento Europeo, pero hay pocas dudas de que, en el panorama político actual, saldrá también adelante.

“Los responsables políticos de la UE volaron a Belém para abordar la creciente crisis climática, mientras que internamente debatían cómo vaciar de contenido las leyes climáticas de la UE”, ha denunciado WWF. “Las afirmaciones de los Estados miembros de que la lucha contra la deforestación sigue siendo una prioridad son una distorsión flagrante: acaban de acordar suavizar y retrasar el EUDR [la ley de la UE contra la deforestación mundial], ignorando tanto el objetivo medioambiental del reglamento como el dinero público ya invertido en él”, lamenta Anke Schulmeister-Oldenhove, especialista en deforestación de la ONG.

Tampoco la vicepresidenta de la Comisión Europea para una Transición Limpia, Teresa Ribera, ha podido ocultar su “profunda decepción y frustración” ante el nuevo paso atrás de los Estados. “Esta es una mala decisión que me entristece”, dijo en las redes sociales Ribera, que este año no ha acudido a la cumbre del clima de Belém. Antes de que acabe el año, el PPE también quiere revertir la prohibición de vender coches con motor de combustión a partir de 2035, otra iniciativa que cuenta con el apoyo decidido de Estados como Alemania o Italia. Y solo llevamos un año de legislatura.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_